Turismo

Vacaciones a payés: "Podemos probar una fruta buenísima"

Aumentan las propuestas turísticas que emulan las labores agrícolas, la mayoría con participación de vecinos del área metropolitana de Barcelona

Un grupo de turistas recoge fruta
6 min

LleidaHay una épica alrededor del mundo campesino. Nuestro imaginario nos llena de fotografías, películas, libros y canciones que alaban e idealizan la actividad agrícola. Lo contaba muy bien el cantautor Jordi Oró, a los que algunos etiquetan como la versión ponentina de Raimon, cuando sobre los tractores cantaba, en los años setenta, "soy campesino, soy campesino y así vivo satisfecho".

En esta línea se ha construido una oferta de experiencias creciente que pretenden ilusionar a los turistas con una imagen bucólica del campesinado. El pionero de este concepto es el municipio de Aitona (en el Segrià), que ya en 2011 promovió la floración de los árboles frutales para atraer a turistas, una iniciativa que hoy es todo un clásico de los primeros meses de primavera.

Pero la cosa fue a más. En 2019, Fruiturismo, la marca turística de Aitona, desembarcó con otra idea: apadrinar árboles para que los urbanitas pudieran hacerse suyo el producto estrella de Lleida: la fruta. El primer turista de renombre que inauguró esta propuesta fue el empresario leridano Tatxo Benet y, con el paso de los años, la iniciativa ha ido cogiendo vuelo, con más de 200 padrinos dados de alta durante los últimos seis años.

El apadrinamiento de un frutero en Aitona comporta la posesión de un documento que lo certifica y la experiencia de cosechar personalmente la fruta que salga cada verano. Sin embargo, ante el aumento del interés turístico que ha despertado esta iniciativa, Fruiturismo ha ido más allá en los últimos años. Ya no hace falta apadrinar un árbol para ir a Aitona a recoger una caja de fruta. Puede ir cualquiera que quiera hacer de payés durante unas horas.

Turistas cogiendo fruta en un campo de Aitona durante sus vacaciones
Participantes de una sesión de 'team building' en un huerto de Mataró

La idea ha ido incorporando una gran variedad de productos de la tierra. Empezaron con los clásicos frutos de Aitona (melocotones, nectarinas y paraguayos), después incorporaron los higos y en 2024 se pudieron cosechar nueces y cerezas y, este año, por primera vez, albaricoques y aceitunas. Para estas últimas habrá que esperar a finales de octubre, exactamente cuando se podrá obtener el aceite verde (el primero de la temporada), y "los turistas tendrán que asumir el reto de cosecharlas como lo hacían nuestros padrinos, emparrados sobre un banco de madera y con una arpeta en la mano", explica Bea.

"Esto lo hacemos para promocionar nuestro trabajo, para que la gente conozca cómo se cultiva y cómo se cosecha la fruta que compra cada semana en los supermercados", explica Cisco Calzada, campesino de Aitona y uno de los propietarios de las fincas donde tiene lugar este proyecto turístico. Los agricultores que participan en esta iniciativa reciben una compensación por parte del Ayuntamiento, que les compra la fruta cosechada por encima del precio de mercado. Los turistas, por su parte, pagan a bajo coste en función de lo que cosechan (50 euros por ocho kilos de melocotones o 30 euros por cuatro kilos de higos), además de poder disfrutar de un desayuno o de un vermut.

"Ya es la tercera vez que venimos a Aitona porque nos encanta este turismo de proximidad", comenta Carlos Bujan, un vecino de Barcelona que visitó al pueblo junto a su pareja de origen filipino, Reshyll Custodio. "Esta experiencia me recuerda mucho a mi infancia en mi país", comenta Custodio. "Nosotros, que somos de ciudad, tenemos una oportunidad muy buena de visitar el campo de verdad", explican Pere y Mariví Santana, dos hermanos de Badalona. "Con esta iniciativa podemos probar una fruta buenísima", aseguran Mireia Arisa y Sergi Cuesta, una pareja de Camprodon que descubrió la oferta turística gracias a una primera visita a Aitona por la floración la pasada primavera.

Fiestas con buen olor

Las experiencias de payés durante el verano van más allá de los árboles frutales. También tenemos ejemplos con las plantas aromáticas y, concretamente, con la lavanda. En Santa Eulàlia de Ronçana, en medio del valle del Tenes (en el Vallès Oriental), durante las tres semanas que se puede cosechar cada año la lavanda (en junio), casi todos los días hay una fiesta. La idea salió de Pilar Comes, en 2007. Entonces, ella todavía era profesora de didáctica de la geografía en el departamento de educación de la UAB. Sólo tenía 50 años, pero quería preparar su jubilación con un proyecto que le permitiera tener un modelo de negocio rentable con pocas hectáreas de cultivo de hierbas aromáticas. Lo llamó el Parque de las Olores y, dos años más tarde, promovió una red para que se crearan más en toda Cataluña. Ahora ya hay una quincena, como el de Linyola (Pla d'Urgell), Sant Marçal (Alt Penedès), Celrà (Gironès), Taradell (Osona) y Mont-roig del Camp (Baix Camp). Todos estos parques ofrecen, de forma autónoma, propuestas muy similares para dinamizar el conocimiento y la sensibilidad por las plantas aromáticas entre la población catalana.

Fiesta de la lavanda en el Parque de las Olores del Serrat
Un grupo de turistas cosecha lavanda en el Parc de les Olors

En 2015, cuando aún no se había jubilado, Comes compró un terreno de doce hectáreas, ahora conocida como la finca del Serrat, para convertirla en un espacio con muchas especies diferentes de plantas aromáticas y medicinales, además de un bosque que rodea los campos de cultivo y un gran huerto.

Allí es donde los turistas pueden disfrutar de experiencias bastante originales. Comes asegura que medio millar de personas ya han participado en las fiestas de la lavanda. Bien equipadas con un sombrero, unas tijeras y una cesta, los turistas pueden cosechar la lavanda, trasladarla a la casita del parque donde está instalado un destilador y, aparte de ver cómo funciona, descubrir los diferentes tipos de lavanda, sus propiedades y sus usos. Y, para completar la experiencia, terminan con una cena al aire libre.

Este parque también ofrece un huerto (ellos lo llaman jardín), donde, durante el mes de agosto, también se organizan las Vísperas de Labrador (este año no ha sido posible por falta de manos), una propuesta que invita a los turistas a cosechar productos de temporada y, después, comérselos cocinados allí mismo. Otra actividad que ofrece el Parque de los Olores del Serrat es la Fiesta de la Hierba Luisa (en septiembre), en la que los visitantes también pueden cortar esta planta, ponerla en un secador, destilarla y hacer licor. Incluso les enseñan cómo reproducirla en casa.

Cuando Pilar Comes cumplió 60 años, se jubiló definitivamente, y ahora es una de las voluntarias más activas. "Queremos generar conocimiento para que el sector de la planta aromática y medicinal se vaya construyendo de forma orgánica y seria, pero a la vez, poco a poco, sin grandes ayudas ni subvenciones. Si queremos que Catalunya sea una región como la Provenza o como la Toscana, debemos ponernos a trabajar todos", reivindica.

'Teambuilding' a labrador

A lo largo del año, es muy conocido el proyecto Bienvenidos a Pagès, una iniciativa nacida en 2016 que pretende dar a conocer el trabajo del campesinado catalán a toda la ciudadanía. Decenas de productores abren las puertas de sus fincas y granjas y muestran el trabajo que realizan cada día cultivando o con los rebaños. Desde 2021, existe una oferta sostenida de visitas de pago a explotaciones que incluyen talleres experienciales. Esta iniciativa de la Generalitat se ha convertido en una acción popular para promover la comercialización de los productos y apoyar a las explotaciones agroalimentarias.

Pero hay más. La firma barcelonesa Green Events organiza experiencias de team building para empresas. Se trata de propuestas sostenibles que quieren crear un impacto positivo entre sus compañeros de trabajo y "promover competencias, como el trabajo en equipo, la comunicación, el liderazgo y la motivación". Entre sus programas, destaca el que se titula Ses Pagès por un Día, que ofrece varios huertos en Vilanova i la Geltrú y Viladecans para que los participantes puedan aprender sobre alimentación sostenible, agricultura, cultivos de temporada y denominaciones de origen. Los participantes, después de cuatro horas de experiencia, acaban comiendo juntos buena parte de los productos que han cosechado.

Todas las iniciativas turísticas están encaminadas a disfrutar ya idealizar un trabajo que, al fin y al cabo, es más duro de lo que parece. Pero, ¿quién sabe? Quizá alguien, gracias a estas experiencias, acabe haciéndose suya una de las letras de Els Catarres: "Yo foto el campo, me voy al campo, a vivir al campo".

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