Muere Jocelyn Wildenstein, la mujer que se convirtió en gata por amor
La socialidad, de origen suizo, se hizo mundialmente conocida tras su sonado divorcio del magnate del arte Alec Wildenstein, al que pilló con una joven modelo
BarcelonaPuede que muchos no la conozcan por el nombre pero sí por la cara. Y es que quien haya visto aunque sea sólo una vez el rostro de Jocelyn Wildenstein no pudo olvidarlo nunca más. Aunque no supieras ni cómo se llamaba ni cuál era su historia, su cara de inspiración felina era imposible que te pasara inadvertida si la veías en alguna noticia de algún digital. No puedo imaginar cómo sería verla en directo. Menos mal que nunca coincidimos en el espacio-tiempo, porque no sé hasta qué punto pudo contener mi curiosidad visual. No creo que hubiera podido prestar atención a otra cuestión si hubiéramos coincidido en persona.
Evidentemente, una cara como la suya no podía estar vacía de contenido vital. Alguien que como ella practicaba deportes de aventura en un quirófano a un nivel tan perturbador, no puede ser una persona que trabaja de recepcionista por la mañana y hace pasteles de manzana en casa por la tarde. Alguien que se hace lo que ella se hizo es alguien que tiene una vida también fuera de lo habitual en algún sentido –o en todos–. Lo difícil de todo ahora que esta mujer única ha faltado es intentar separar el grano de la paja en su historia vital, que ha finalizado hace escasos días en una fecha tan singular como ella: el 31 de diciembre.
Wildenstein, que ha muerto de forma serena en su residencia de París mientras hacía la siesta, no tuvo una vida nada tranquila. Natural de Lausana e hija de una familia normal y corriente, tenía una belleza natural destacable y pronto vio que esa reposada ciudad de Suiza se le quedaría pequeña y empezó a buscar fórmulas para huir. Tanto es así que antes de los dieciocho años empezó a salir con un productor de cine llamado Cyril Piguet. Su relación no prosperó y enseguida encontró a un nuevo novio sin abandonar el sector de la cinematografía: el director Sergio Gobbi. Con él, con el que tampoco se acabó casando, se trasladó a París. Allí dio el salto definitivo hacia la fama internacional que le ha acompañado hasta el día de su muerte, a los 84 años.
En un safari de caza que hizo cuando ya estaba bien situada en la capital francesa conoció a Alec Wildenstein, heredero de la familia de marchantes de arte más importante del mundo con el que formaron una familia aparentemente normal –en contra de la voluntad de los padres de él, por eso se casaron en Las Vegas– que duró veinte años y en la que criaron a dos hijos. El problema –o, mejor dicho, los problemas– llegaron cuando ella le pilló siéndole infiel con la modelo letona Ines Misan. Ese fue el punto de inflexión para Jocelyn, que entró en una guerra mediática y judicial contra su marido. Dos años después, ella ganó el juicio y un tribunal estadounidense le concedió una indemnización de 2.500 millones de dólares a la que se sumarían unos ingresos de 100 millones de dólares anuales.
La 'ruina'
La relación con Misan –que, por cierto, fue novia de Ricky Martin cuando el cantante vivía públicamente como heterosexual– le salió cara al heredero del Wildenstein, pero más aún a Jocelyn, que pese a la jugosa compensación recibida, terminó sus días "arruinada", tal y como ella misma había contado antes de morir. De hecho, como se había hecho famosa en EE.UU. a raíz de su mediático y millonario divorcio, ahora quería monetizarla haciendo un reality show de su vida, que desde hacía veinte años compartía con el diseñador de moda francés Lloyd Klein, que es quien confirmó su muerte en People. "Tuvimos una agradable hora feliz esa misma noche y nos estábamos preparando para el nuevo año, e hicimos una pequeña siesta sólo para hacer buena cara antes de vestirnos. Cuando me desperté, ella estaba fría y muerta. Es muy triste .Es extremadamente triste acostarte con tu otra mitad, a la que conoces desde hace 21 años, esperando celebrar la Nochevieja y encontrarla fría", ha explicado a la revista el creador, poco recordado por su aportación a la moda y habitualmente calificado de playboy.
Buena parte de la ruina que acompañó a Jocelyn en los últimos momentos de su vida, se debió al estilo de vida excesivo que siempre llevó. Antes de que se inventara la tarifa plana llegó a pagar 60.000 euros al mes de factura telefónica. También hicieron un importante agujero en sus cuentas las cirugías plásticas que se había practicado, con las que se habría llegado a gastar –según varios medios– hasta 4 millones de dólares a lo largo de su vida en una treintena de intervenciones faciales y corporales. Si bien es cierto que la cantidad invertida en esta adicción suya no puede ser baja en modo alguno, es cierto que cuatro millones quizá sea demasiado elevada. Sin embargo, en la vida de ésta socialidad de la jet-set neoyorquina es muy difícil desgranar la verdad de la mentira. La cuestión en la que esta nebulosa vital de hechos y ficciones se hizo más evidente es el motivo de todas estas cirugías. Ella, que nunca se negó a hablar de su aspecto, le dio versiones contradictorias.
"Odiaba a la gente mayor"
La historia mejor apuntalada argumentalmente es la que asegura que justo se empezó a operar la cara al final de su relación con Wildenstein porque –tal y como explicó ella misma– él "odiaba a las personas mayores". Fruto del miedo que ella habría adquirido al ver que hacía años y que su marido ya no la consideraba hermosa, habría empezado a operarse para parecerse a un felino. De hecho, entre los muchos nombres que la prensa rosa estadounidense le puso a lo largo de su vida estaba el de Catwoman, que compartía protagonismo con el de La reina leona o el de La mujer pantera. Sin embargo, ella misma, al leer todos estos apelativos y tras ganarle el juicio a su exmarido, expresó que su nombre preferido era el de La reina de la jungla.
Su obsesión por las cirugías felinas se debió primero a intentar salvar su matrimonio y después a recuperar a su marido. Y es que con esta modificación corporal lo que ella buscaba de forma trágica era agradar al hombre que le había dejado, que adoraba a los grandes felinos. Tanto, que se había comprado una finca de 26.000 hectáreas en Kenia. Cuando se le preguntó por esa obsesión de su ex, Wildenstein contó de ella con desprecio: "Siempre me enteraba el último. Ella pensaba que podía arreglarse la cara como un mueble. La piel no funciona así . Pero ella nunca me escuchó".
En una de sus últimas entrevistas, Jocelyn dijo que no se operaba porque sí, sino que era una forma de cuidar su piel. Pero inmersa en su delirio también llegó a decir que no era fruto de sus cirugías, sino que era que se parecía a su abuela, que tenía la cara como un lince [sic]. cuidados de su piel se fueron terminando en el momento en que murió su exmarido –en el 2008, con 67 años– y la familia de éste dejó de pasarle los 100 millones anuales acordados, lo que habría propiciado que se acabara zampando la mayor parte de su inmensa fortuna. Sin embargo, había llegado tan lejos en sus visitas al quirófano que el título de Catwoman era ya inseparable de su currículum.
Quizás ahora que ha muerto quien mejor descansan son sus dos hijos en calidad de herederos de los Wildenstein siempre había tenido en la manga algunos ases sobre el origen supuestamente poco decente de algunas grandes obras de arte con las que los Wildenstein se habían hecho billonarios. También sobre la particular manera en que esta dinastía supuestamente se había transferido tradicionalmente a las herencias.