Romanyà
Subo a Romanyà después de releerLa muerte y la primavera.Rodoreda escribió esta novela en Ginebra a principios de los sesenta. En Romanyà sólo la repasó antes de morir. "Espero que con el frío estas ganas tan señoras [de escribir] vuelvan y que en un santiamén termine un libro muy escalofriante", escribe a Marta Pessarrodona en septiembre de 1981. (Hace pensar a Kafka diciendo a Felice que ha escrito una historia "bastante terrorífica. Se diceLa metamorfosisy te daría un miedo horroroso".) "Di por terminadas veinticinco páginas y me cansé tanto que me dediqué a reponer", le escribe un mes después.
Al año y medio se muere. Los editores hoy no se ponen de acuerdo en cómo editar "una de las novelas más importantes que se habrán escrito en Europa de cuatro mil años a este lado", según la definió Rodoreda al editor, con la exageración de quien no se atreve a decir la verdad, que es que tenía entre manos una de las obras maestras de la literatura catalana.
Romanyà es el depósito de magia del Vall d'Aro. Me pierdo un poco expresamente con el coche. No sé cómo, llego a la última casa donde vivió Rodoreda, en la calle de les Roques Altes. Romanyà y Vall d'Aro están llenos de rocas que aparecen entre los corchos, pero no sé si el nombre de la calle viene de aquí o de las Piedras Altas deLa muerte y la primavera. Porque no tengo ninguna duda de que Romanyà es el pueblecito de la novela, con la riera y la fuente, los rituales primitivos que los restos megalíticos evocan, y sobre todo los corchos con la corteza que se puede abrir como en la novela.
¿Prevé Rodoreda Romanyà desde Ginebra? Se dice que quizá recordaba un viaje a Coll de Nargó, pero yo no creo que necesitara mirar atrás. El arte es profético, es trágico. Ha muerto confrontada con la primavera. La muerte no puede ganar porque sin la vida no hay conciencia de muerte, no hay muerte, pero es imposible cerrar los ojos a esa conciencia.
Por eso Edipo se arrancará los ojos, ya demasiado tarde. EnLa muerte y la primaverael protagonista ve la muerte de su padre, un padre que tampoco puede cerrar los ojos. Las embarazadas llevan los ojos vendados para que los hijos no vean la mirada de los hombres: para que no vean la muerte. A otra adolescente que vivía en otra montaña, la Mila deSoledad, también se le abrieron los ojos "como si quisieran quitarle toda la cara", al igual que en la leyenda del señor de Lisquens. También Catalán profetiza Rodoreda.
"Para encontrar a un druida en Romanyà una noche de luna daría años de vida", escribió Rodoreda, y así la novela quedó inacabada, yo creo que para bien.