El regreso de los talibanes

El país donde está prohibido fotografiar personas, escuchar música o llevar corbata

El régimen de los talibanes impone nuevas restricciones en Afganistán

Maniquíes con la cabeza cubierta con una bolsa de plástico, en un centro comercial en Kabul.
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BarcelonaLey para la propagación de la virtud y la prevención del vicio. Así se llama el nuevo rosario de normas talibanes sobre qué se puede hacer y que no en Afganistán. El nombre de la ley ya dice mucho, pero analizarla artículo por artículo pone los pelos de punta. Lejos de basarse en el islam, los talibanes tienen sus propios principios. A cuál más estrambótico. La nueva ley prohíbe hacer fotografías en Afganistán a personas o animales, escuchar música o llevar algo tan aparentemente inofensivo como una corbata. Y, por supuesto, establece infinidad de restricciones a las mujeres que, sin duda, se llevan la peor parte. En definitiva, demuestra que los talibanes no han cambiado ni un ápice respecto a su primer régimen, a pesar de que inicialmente se esforzaron a dar una imagen de moderación. Todo era pura fachada.

La ley se divide en cuatro secciones y cuenta con 35 artículos. El número 13 (ni hecho a posta…) está dedicado exclusivamente a las mujeres. Las obliga a cubrirse de pies a cabeza cuando salen a la calle, incluida la cara, y a no levantar la voz para no ser oídas. Tampoco pueden vestir ropa “fina, corta ni apretada”. Todo con el objetivo de evitar seducir a los hombres, como si todos los afganos fueran machos de instinto incontrolable.

En cambio, según la nueva normativa, los hombres sí que pueden enseñar carne:  el pecho, la espalda, los brazos…, pero deben cubrirse de la cintura hasta las rodillas. Si hacen deporte, tampoco pueden llevar “ropa muy ajustada”, ni que “haga aparente ciertas partes del cuerpo”. O sea, que marque los genitales.

Asimismo, la ley regula el trabajo de los medios de comunicación –no pueden publicar noticias que vayan en contra del islam o que ridiculicen a los musulmanes-, obliga a comerciantes, agricultores y artesanos a ir a la mezquita a rezar cinco veces al día, y a las compañías de transporte a organizar sus horarios para que los conductores y los pasajeros también pueden cumplir con sus oraciones cuando toca. Los taxistas y los conductores de transporte público tienen prohibido llevar a mujeres que no vayan debidamente cubiertas y acompañadas de un hombre de su familia y, muy importante, no pueden poner música bajo ninguna circunstancia. La música está totalmente prohibida en Afganistán desde que los talibanes regresaron al poder en agosto de 2021. No es posible cantar, tocar un instrumento ni escuchar música, a menos que sea a escondidas.

Pero el artículo de la ley que no tiene desperdicio es el número 22. Es un batiburrillo de restricciones, a cual más sorprendente: por ejemplo, está prohibido el lesbianismo, el sexo anal aunque sea dentro del matrimonio, filmar o hacer fotografías de seres animados, llevar corbatas o crucifijos, afeitarse, tener la barba más corta que la longitud de un puño, o lucir un corte de pelo que no sea islámico (que no se sabe muy bien qué quiere decir). Tampoco se permite a los afganos “hacerse amigos de los no musulmanes ni ayudarles, ni imitarlos en apariencia o carácter”. 

Hay que aclarar que, desde que los talibanes regresaron al poder, los afganos y las afganas ya observaban muchas de las restricciones de la ley antes incluso de que se aprobara. Porque si una cosa han aprendido durante los más de 40 años de guerra, es a poner la capa según sopla el viento por su propia supervivencia. Por ejemplo, los hombres ya hace meses que no llevan corbata, y la mayoría de las mujeres se cubren la cara con una mascarilla cuando salen a la calle.

¿Qué solución hay? La asociación ciudadana Más Democracia ha iniciado una recogida de firmas para instar al gobierno español a empezar un proceso ante el Tribunal Penal Internacional para que declare crimen contra la humanidad las medidas de los talibanes contras las mujeres y las niñas. Es difícil saber qué resultado práctico tendrá la iniciativa, pero es una manera de volver a poner el foco internacional en un país que ha caído en el olvido. Porque de una cosa no hay duda: de la misma manera que los talibanes obligaron a cubrir la cabeza de los maniquíes con bolsas de plástico en los escaparates de las tiendas por considerarlos no islámicos, harán cumplir una a una todas las nuevas restricciones.

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