África

Radiografía de un boom: ¿qué esconde el creciente turismo en África?

Pese a la pandemia, los viajes al continente se han multiplicado en las últimas décadas, pero vienen acompañados de retos e interrogantes

Jaume Portell
4 min
Pescadores en la localidad senegalesa de Saint Louis.

Barcelona"Realmente viví la mejor época para viajar por el Sahel", recuerda Franca Berkvens. La primera vez que esta holandesa viajó a Burkina Faso, en 1986, el país vivía una revolución socialista y los pocos turistas que se movían por la zona podían viajar a cualquier sitio. Más tarde, Berkvens se casó con un burkinés, Moctar, con quien hoy gestionan la Ville Rose, un hotel en Bobo-Dioulasso, en el suroeste de Burkina Faso. Su viaje era el preludio de una industria que crecería exponencialmente durante las décadas siguientes en todo el continente.

En 1995, 25 millones de personas visitaron África, una cifra que se multiplicó por tres hasta superar los 75 millones de visitantes en 2019, según las cifras del Banco Mundial. Pero son cifras todavía bajas, si se comparan con buena parte de las regiones del mundo, mucho más masificadas desde un punto de vista turístico. Sin embargo, es innegable la evolución de los últimos años, que probablemente continuará ascendiendo en el futuro.

Por el momento, el turismo en África es un negocio muy concentrado en el norte del continente: Egipto, por sí solo, ingresó 14.000 millones de dólares por el turismo antes de la pandemia, un 41% de todo lo que recibió África negra (34.000 millones), donde el líder es Suráfrica, con unos 9.000 millones. Muchos países todavía no han recuperado los niveles de visitantes prepandemia, y las crisis económicas y políticas han agravado el problema en lugares como Sudán, actualmente en guerra, o Burkina Faso, que combate la insurgencia yihadista en una parte importante de su territorio.

Poco turismo intercontinental

En otros, como Marruecos y Egipto, la apuesta por el sector es total: los ministros del ramo celebraban el regreso de los turistas después de la pandemia y proyectaban una cifra para el futuro: conseguir entre 17,5 y 18 millones de visitantes . Egipto, en medio de una grave crisis económica, necesita la entrada de dólares para frenar el bajón de la moneda local y hacer frente a los vencimientos de su deuda, también en dólares. En ambos lugares, el origen de los visitantes es el mismo: Estados Unidos, Reino Unido, Alemania, Italia y España.

En Sudáfrica, más allá de Estados Unidos y Reino Unido –y las crecientes visitas de chinos e indios–, los africanos representan a la mayoría de los visitantes: vienen de Zimbabue, Mozambique o Lesoto. Sin embargo, ésta no es una tendencia que se mantenga en el ámbito continental.

Geoffrey Manyara, de la Comisión Económica de Naciones Unidas por África, lamentaba en un artículo reciente que la cuota de mercado de los africanos en el turismo continental era sólo del 18%. Actualmente, tres retos mantienen encallada la situación: la falta de infraestructuras, el bajo poder adquisitivo de las poblaciones y una política de visados más laxa con los europeos que con los propios africanos.

“A menudo no existe ninguna compañía regional, nacional o internacional realizando ciertas rutas. Esto obliga a hacer más escalas y alargar los trayectos, lo que los encarece de forma innecesaria”, explica a ARA el economista de Zimbabue Rugare Mukanganga. Esto hace posible que un vuelo de Dakar, la capital de Senegal, París o Barcelona pueda llegar a ser bastante más asequible que un vuelo entre Dakar y Lagos (Nigeria).

Monocultivos y geopolítica

Si a nivel absoluto las cifras más altas se encuentran en el norte de África y en Sudáfrica, el peso del turismo es proporcionalmente más alto en las islas y en los países más pequeños del continente. En Seychelles representa un 37% del PIB, mientras que en Cabo Verde la cifra es del 24%. En estas islas del Atlántico, ex colonia portuguesa, los visitantes del 2019 (820.000 turistas, un cuarto de ellos procedentes del Reino Unido) superaron a la población total del país, que roza los 600.000 habitantes. En 2020, la pandemia derrumbó una parte de la industria, algo que generó datos insólitos en algunos territorios: en marzo de ese año, en Gambia (el turismo es un 20% del PIB) no acudió nadie.

En la isla de Zanzíbar, que forma parte de Tanzania, el turismo representa el 27% del PIB, siendo prácticamente la única salida laboral para los más jóvenes. Amour Hassan Juma, de 23 años, lleva dos años trabajando como guía turístico, aunque la mayoría de la tarta se le quedan los grandes hoteles y empresas. Él capta a sus clientes a través de las redes sociales. Los meses de verano son los de mayor negocio, generado mayoritariamente por turistas franceses y chinos, y generalmente es difícil cuantificar cuánto gana cada mes: “Si tienes clientes cada día puedes llegar a ganar unos 200 dólares mensuales”, dice.

En Senegal, donde el turismo representa el 10% del PIB, el mundo de los viajes no ha podido escapar de la tensión política: el país vive un momento convulso por los enfrentamientos entre el gobierno y una oposición con un mensaje anticolonialista contra Francia, hechos que han roto la idea del oasis del “país de la teranga” (hospitalidad, en wolof): Tish Senghor, un guía que propone el ecoturismo como modelo para estar más en contacto con la economía local, es uno de los afectados: "Hemos tenido cancelaciones por este motivo", explica. Los mayores hoteles de Dakar los gestionan, en una metáfora de la situación, multinacionales francesas. Es una circunstancia que se repite en buena parte de los países y hace temer hasta qué punto el turismo puede crear más dependencias.

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