Trump cambia el nombre del departamento de Defensa a departamento de Guerra
El presidente de Estados Unidos justifica el cambio porque representa mejor los valores de su gobierno
WashingtonLas flexiones orwellianas de los conceptos se acumulan bajo el gobierno de Donald Trump. El presidente que asegura que merece el premio Nobel de la Paz –y que rumia que nunca se lo darán– ha rebautizado este viernes el departamento de Defensa como departamento de Guerra. El nombre concuerda con el nuevo lema trumpiano de "Paz a través de la fuerza", que recuerda mucho a la afirmación de 1984 "Paz es Guerra". La decisión del cambio, según el presidente, es alinear la misión de las fuerzas armadas poniendo fin al nombre que se ha utilizado desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Trump lleva semanas anunciando este cambio bajo la argumentación de que el término defensa es demasiado correcto y que "departamento de Guerra" suena mejor.
"Criaremos guerreros, no sólo defensores", ha celebrado el secretario de Defensa, Pete Hegseth, que estaba junto a Trump en el Despacho Oval en el momento de la firma de la orden ejecutiva. El republicano argumentó el cambio recordando "el éxito" del bombardeo contra las instalaciones nucleares de Irán. "Ganamos la Primera Guerra Mundial, ganamos la Segunda Guerra Mundial. Lo ganamos todo antes y en medio. Y después decidimos volvernos"woke"y cambiamos el nombre a departamento de Defensa", ha dicho Trump. Aunque el término no existía a finales de los cuarenta cuando el Congreso decidió poner el nombre de departamento de Defensa, ahora el presidente considera que el país se devolvió woke semillas.
Originalmente, el departamento de Defensa era el departamento de Guerra. Lo creó George Washington en 1789 poco después de que la Constitución fuera ratificada y él se convirtiera en presidente. No fue hasta después de la Segunda Guerra Mundial, cuando se cambió el nombre a departamento de Defensa a través de la ley de seguridad nacional de 1947. Dos años después de que el presidente Harry Truman firmara la norma, el Congreso aprobó una modificación en la que rebautizaba el Establecimiento Nacional Militar como departamento de Defensa. Por eso, como tantas otras órdenes ejecutivas que ha firmado Trump, no está del todo claro que realmente el republicano tenga poderes para volver a cambiar su nombre.
Una de las razones que daba Trump estos días para justificar el cambio de nombre es para recuperar el espíritu estadounidense que ganaron las dos guerras mundiales. "Tenemos una historia de victorias increíble cuando era el departamento de Guerra", dijo el presidente en agosto, cuando planteó por primera vez la idea. "La defensa es demasiado defensiva –añadió–. Y queremos ser defensivos, pero también queremos ser ofensivos si fuera necesario."
Bajo el nombre del departamento de Guerra, EEUU también ha vivido la guerra civil, y las guerras contra España, Inglaterra y Filipinas. El departamento de Guerra fue también testigo de la invasión estadounidense en México, cuando se anexionaron la mitad norte del país, incluyendo los territorios que ahora ocupan California, Texas y Nuevo México. Que ahora Trump recupere ese nombre, en medio del fantasma de una posible intervención militar en Latinoamérica bajo el pretexto de la guerra contra el narco, seguramente hará estremecer a México. La autorización secreta para que el Pentágono pudiera intervenir en territorio extranjero para combatir el tráfico de drogas desenterró de la memoria mexicana el imaginario de la guerra con Estados Unidos.
Aunque Trump prometió sacar a Estados Unidos de los grandes conflictos internacionales, sus aspiraciones expansionistas sobre Groenlandia y el canal de Panamá apuntan en otra dirección, así como el despliegue de una flotilla con más de 4.500 marinas al límite de las aguas territoriales de Venezuela. La nueva administración parece dispuesta a convertir su guerra contra el narco –donde ha recalificado a determinados cárteles como organizaciones terroristas– en una herramienta de presión encubierta sobre los gobiernos latinoamericanos para que se alineen con su agenda. Es el mismo esquema que ya ha estado siguiendo con los aranceles. De la presión económica en la militar.
Miércoles, después de que el ejército matara a once personas que iban a bordo de una supuesta narcollancha que había salido de Venezuela, Rubio afirmó que habría más ataques como éste para combatir el narco. Este viernes el Pentágono ha denunciado que dos aviones caza F-16 han sobrevolado un destructor de la marina estadounidense, el USS Jason Dunham, uno de los barcos de guerra que forman parte de la flotilla desplegada frente a las aguas venezolanas. "Hoy dos aviones militares del régimen de Maduro han volado cerca de un barco de la armada de Estados Unidos en aguas internacionales", recogía un comunicado, que calificaba el movimiento de "altamente provocador".
La Casa Blanca ha emitido un aviso contundente en Caracas que recomendaba al "cártel que dirige Venezuela" que no haga nada por "obstruir, disuadir o interferir en las operaciones antinarcóticas y antiterroristas llevadas a cabo por el ejército de Estados Unidos". Poco después ha ordenado el despliegue de diez aviones de combate F-35 a un aeródromo de Puerto Rico para realizar operaciones contra los cárteles de la droga, según fuentes de la agencia Reuters.
Más allá de las dudas legales que plantea la orden ejecutiva, también están los costes. Los cambios de nombres oficiales no son baratos y el rótulo de departamento de Defensa está presente en cientos de instalaciones y edificios. Por no hablar de los sellos a documentos y publicaciones de todos los servicios militares. Durante la administración del expresidente Joe Biden, cambiar el nombre de las instalaciones militares que honraban a los confederados de la época de la Guerra Civil costó más de 60 millones de dólares.