Salvador Martí i Puig

¿Cómo ha podido ganar a Milei?

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Javier Milei después de ganar las elecciones en Argentina

Pese a que las encuestas preveían un escrutinio muy ajustado, el veredicto final ha dado una rotunda victoria al candidato rupturista Javier Milei. Este economista y opinador, criatura nacida en el calor de las tertulias televisivas, ha vencido a puñetazos y exabruptos.

Siguiendo un poco su campaña uno se da cuenta de que este señor representa, junto con su compañera de ticket Victora Villarruel, una amalgama tóxica compuesta por una visión moral reaccionaria, una receta económica turbo-neoliberal y una performatividad antipolítica.

A lo largo de estos meses todo el mundo ha visto que Milei tiene una visión autoritaria de la vida, que descalifica y deshumaniza a sus adversarios, que no cree en el estado, y que es machista y homófobo. Ciertamente, una persona que afirma que la igualdad de oportunidades es una aberración, que hay que privatizar la seguridad y limpieza de las calles, que debe crearse un mercado de órganos humanos, que es necesario eliminar el Banco Central, y que los 30.000 desaparecidos de la dictadura argentina sólo fueron un exceso, se ha hecho suya la presidencia de la República Argentina. ¿Cómo entender? Pues de la misma forma que hay que interpretar las victorias de Bolsonaro, Orbán, Trump o Meloni.

Un amigo mío, sociólogo argentino, me dijo hace unas semanas que cuanto más se conociera a Milei menos posibilidades de ganar tendría. Pero no fue así. Desde su victoria a las primarias abiertas simultáneas y obligatorias del 13 de agosto hasta ayer, los focos se centraron en él, y las chorradas que ha dicho no le han erosionado.

¿Cómo es posible? Pues porque ha pesado más el enfado y hartazgo de la población respecto a la crisis económica y social que la posibilidad de que un loco consiguiera la presidencia. El desgaste económico y psicológico de vivir con un 140% de inflación anual hace que mucha gente quiera pasar plana y, sobre todo, escupir en la cara al ministro de Economía –que era el otro candidato–.

La situación económica, clave

Para quien no lo sepa, vivir con una inflación de dos dígitos significa que el día que se cobra es necesario gastárselo todo, porque al día siguiente el dinero empieza a perder valor y, por tanto, no tiene ningún sentido ahorrar. Pero si después de las compras queda dinero, hay que comprar dólares. Esto en Argentina no es tan fácil: el estado sólo deja comprar en el mercado oficial 200 dólares al mes a un precio aproximado de 350 pesos, y si se recurre al mercado negro (el llamado blue) el precio del dólar es de 850 pesos. Obviamente quienes compran dólares no los depositan en los bancos, sino bajo la almohada de casa. De todo ello cabe decir que en estos últimos tiempos ni las economías familiares, ni el estado ni los bancos de Argentina han tenido ahorros ni la capacidad de realizar inversiones.

Con este paisaje social y económico, la propuesta rupturista (por la derecha) de Milei ha encontrado el apoyo de múltiples colectivos. Por un lado, están los jóvenes de clase media y popular descontentos con un futuro poco luminoso. Por otro, hombres que ven con disgusto el actual proceso de autonomía y empoderamiento de las mujeres. Y también grupos de pobres que creen que ya no tienen nada que perder y élites económicas que quieren dejar de pagar impuestos. Se trata, sobre todo, de una base social enojada e irritada, que no piensa mucho más allá del sálvese quien pueda. En definitiva, se trata de una base social bastante similar a la que vota Bolsonaro en Brasil y Trump en Estados Unidos.

Lo diferencial en Argentina es que –a diferencia de otros países– la derecha más formal y conservadora, liderada por el expresidente Mauricio Macri, le ha apoyado sin ningún asco. Lo que habrá que ver ahora es qué resistencia encontrará el nuevo gobierno por parte de los sindicatos, movimientos sociales y partidos de izquierda en la terapia de choque que Milei ha prometido.

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