Una anestesista en Mariupol: "Los soldados rusos convirtieron el hospital en un escudo humano"

La ciudad continúa asediada y las autoridades ucranianas intentan abrir corredores humanitarios

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La enfermera Svetlana Savchenko, de 56 años, se encuentra junto a uno el edificio, destruido, donde se encontraba su apartamento en la ciudad portuaria asediada del sur de Mariupol, Ucrania, el 30 de marzo de 2022.

BarcelonaA medida que el gobierno ucraniano continúa negociando la apertura de corredores humanitarios para evacuar la población civil de Mariupol, la ciudad del sur de Ucrania que tiene un valor estratégico para las tropas rusas, continúan emergiendo los testimonios del horror de más de un mes de asedio y bombardeos. Y también los testimonios que denuncian crímenes de guerra a manos de las tropas rusas que han invadido Ucrania. Es el caso de Oksana Kirasova, una anestesista del Hospital Regional de Cuidados intensivos, que fue ocupado el 10 de marzo por los soldados rusos.

Contactada por teléfono desde la ciudad de Lutsk, en Ucrania occidental, donde se ha refugiado, Kirasova explica como estaba trabajando sin descanso en el centro, situado a las afueras de la ciudad, desde el inicio de la invasión rusa, el 24 de febrero. "Había muchos heridos y cada vez llegaban más: todo el personal vivíamos en el hospital", recuerda. Hasta que el 12 de marzo las tropas rusas entraron en el centro: "Acabávamos de practicar una cesárea y nos vinieron a avisar de que los soldados habían entrado en el centro y que no saliéramos del quirófano". Explica cómo hicieron poner a todo el personal contra la pared y los registraron: "A los hombres les hicieron desnudarse y les preguntaban cosas como qué es la hemofilia para asegurarse de que eran personal médico y no soldados".

Kirasova vio cómo los soldados tomaban posiciones en las ocho plantas del edificio, que quedó totalmente rodeado de equipo militar ruso: "Había tanques en todos lados y francotiradores en los tejados: no paraban de disparar desde el hospital", afirma. Asegura que el personal sanitario no interactuaba con los ocupantes: "Nunca entraron en quirófanos ni en la unidad de cuidados intensivos y no molestaban a los que llevaban bata blanca". Pero después de la desaparición de un enfermero a quien los soldados rusos habían pedido ayuda, el personal decidió moverse por parejas siempre. Hacía días que estaban incomunicados y solo pudo subir un momento a la octava planta del edificio para decirle a su familia que todavía estaba viva.

La doctora no se acaba de explicar por qué los soldados rusos se dedicaron a llenar el hospital de civiles: trasladaban a la gente de los mismos barrios que estaban bombardeando. "Los distritos 17 y 23 habían sido arrasados y se acercaban a la gente a decirles que aquella zona no era segura y que les llevarían a un refugio en el hospital: convirtieron el hospital en un escudo humano", añade. Y detalla que eran los mismos soldados los que se encargaban de distribuir la gente dentro del hospital, que ya no tenía ni puertas ni ventanas: "La gente estaba tumbada en el suelo sin comida, calefacción ni condiciones higiénicas; unos voluntarios trajeron agua". "Yo no entendía por qué estaban concentrando tanta gente allí y tuve miedo".

Fosa común

La doctora y muchos de sus compañeros pidieron a los soldados que les dejaran marchar: "Nos decían que no, que era demasiado peligroso y nosotros mismos veíamos como las tropas rusas disparaban desde el hospital contra todos los coches que se acercaban". "Nos decían que podíamos arriesgarnos y salir, que no nos harían daño, pero «El Batallón de Azov [el grupo neonazi que participa en la defensa de Mariupol] os disparará»", añade. La doctora fue testigo de cómo los soldados rusos disparaban a la gente: "Había cuerpos en el suelo, y dispararon contra una voluntaria de 17 años y nos la trajeron con una herida en el abdomen", explica. La Cruz Roja también trasladó heridos al centro en dos ocasiones, "pero el número de ingresos bajó mucho desde que ocuparon el hospital". Los muertos los enterraban en una fosa común: "No sé si mis compañeros también han sido enterrados allí", denuncia. "Corrimos unos dos kilómetros bajo el fuego de artillería: nos caíamos y nos volvíamos a levantar, buscando las calles donde los combates eran menos intensos", dice.

Tuvieron suerte de que un conductor les dejó subir y les llevó fuera de la ciudad. "Nuestra vida no volverá a ser nunca la misma y siempre recordaremos a los muertos, a los niños, a las mujeres embarazadas y cómo nuestro hospital fue tomado como rehén por los supuestos liberadores rusos". Ahora está en un lugar seguro, si es que hay alguno en Ucrania, y solo espera: "Regresar a Mariupol, la ciudad donde nací, y reconstruirla piedra a piedra, con todo el amor". A pesar de todo, la doctora no ha perdido la esperanza: "Ucrania ganará, no tengo ninguna duda. Tenemos gente maravillosa, fuerte y resistente y juntos lo conseguiremos".

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