El año más silencioso en Myrtle Avenue

El descenso del tráfico aéreo ha llevado tranquilidad a una treintena de familias que viven cerca de Heathrow

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Carrer Myrtle Avenue cerca de Heathrow con todo de plane's spotters

londresMal de unos, o de muchos, beneficio de otros; de unos pocos, en este caso. Myrtle Avenue, en el distrito de Hounslow, al oeste de la gran Londres, es una calle de 135 metros de longitud y 32 casas unifamiliares más bien modestas, construidas en los años treinta del siglo XX. A pesar del nombre, tiene poco de avenida. Cuando el caprichoso nomenclador londinense habla de ella, pensar en la de los Champs Élysées, por ejemplo, es un inmenso error. Se puede referir a una parecida, pero no necesariamente: casi nunca, de hecho. Myrtle Avenue no tiene nada del glamur ni de la anchura de la parisiense.

Sin embargo tiene una particularidad destacable que también puede ser un encanto. Tal vez no para los vecinos, pero al menos sí para los plane spotters, los observadores de aviones. El final de la calle está a menos de 400 metros de una de las dos pistas del aeropuerto de Heathrow y está considerada como uno de los paraísos del Reino Unido para satisfacer esta afición, tan incomprensible como fascinante y extendida en las islas británicas, pero también en Catalunya o en las Canarias.

Calle Myrtle Avenue cerca de Heathrow con 'plane spotters'

Sentarse en un lugar concreto para ver sobrevolar aviones durante la maniobra de aproximación al suelo o el despegue es un pasatiempo que puede parecer banal. Tanto como plantarse ante un rascacielos en construcción o mirar un partido de fútbol o hacer macramé o un solitario. O tantas otras actividades humanas que no necesitan ninguna justificación concreta.

Al final de Myrtle Avenue, situada a unos cinco minutos a pie de la parada de metro de Hatton Cross, la penúltima de la línea Piccadilly antes de llegar a las dos que dirigen a las diferentes terminales de Heathrow, hay una explanada de césped. Muchos forofos, armados con cámaras fotográficas o sencillamente con bolígrafo, libreta y prismáticos, observan los movimientos de los aparatos en la pista 27L (cuando aterrizan). Si varían las condiciones del viento, o a veces solo por una cuestión horaria, y se elevan, se transforma en la 09R.

Shandra, vecino de Myrtle Avenue, cerca del aeropuerto de Heathrow

Desde el número 17 de la calle, eShandra, un jubilado natural de isla Mauricio que vive aquí desde que llegó al Reino Unido, en 2002, los ha visto pasar continuamente desde entonces. "Ya no me llaman la atención", comenta, mientras toma un descanso de las tareas de limpieza del pavimento del front yard de casa para hablar con este corresponsal. "Cuando le enseñé a mi mujer fotos de donde vivía antes de que viniera nadie aquí, fotos en que parece que casi desde el tejado de las casas puedes tocar los aviones con las manos, quedó asustada. Pero no es tan ruidoso como puede parecer".

90 segundos, y vuelve a empezar

Y menos desde que en marzo de 2020 estalló la pandemia y el tránsito aéreo global cayó en picado. "Antes –dice Shandra– cada 60 o 90 segundos aterrizaba o se elevaba un avión. Ahora no". En 2019 hubo 465.000 operaciones en Heathrow. El año pasado no superaron las 125.000, y la gran mayoría fueron durante enero y hasta el 15 de marzo.

La dinámica continúa. El pasado martes, entre las 10.30 y las 14.30, no aterrizaron en la 27L más de una veintena de aparatos. Y entre las 12.00 y las 12.30 no se vio ninguno. "Ha sido un año muy tranquilo, sí", confirma Shandra, que saca importancia al problema del ruido, y que destaca que durante años ha sido la presencia de los plane spotters la que más molestaba. "Ocupaban todos los aparcamientos de la calle hasta que el distrito empezó a poner multas". "¿Y en cuanto al ruido?", insisto. "Tenemos cristales triples en las ventanas que cada diez años se renuevan, y que paga el aeropuerto. Además, por la noche los aviones no pueden volar. Y para no sobreexponernos demasiado al ruido, cada cierto tiempo, o sencillamente por las condiciones del viento, cambian el sentido de la pista y en lugar de elevarse desde esta –y señala la que tenemos delante–, aterrizan aquí".

El precio de las casas

Porque no es el mismo nivel de ruido: mucho más mayor cuando se eleva un avión, con los motores a toda potencia, que cuando aterriza. Harri Patel, otro vecino, del número 32, también opina igual que Shandra. "Menos ruido del que parecería. Desde dentro de casa no oigo los aviones".

No oírlos es una característica que, en parte, se da por la costumbre de tenerlos todo el día encima. Pero también es un acto de voluntad que se explica porque los vecinos, que a principios de la década del 2010 habían protestado bastante por el ruido que se oía, "se dieron cuenta que si llamaban mucho la atención de la prensa, alejaban posibles compradores de las casas", explica Patel.

La otra cara de la moneda de Myrtle Avenue son los observadores. Y entre los que se reunieron martes estaba José María Carballo Cotanda, de 76 años. Un canario profesional de la banca –ex conseller del Banco Santander y del Banco Bilbao; el hombre que gestionó la compra de la Abbey National en 2004. Vive en el Reino Unido desde 1969. "He hecho plane spotting en 59 aeropuertos de todo el mundo. Tengo miles de fotos y soy un colaborador de JetPhotos", donde las publica habitualmente.

José Maria lleva los aviones en la sangre. "Nací y viví en mi juventud en una casa que está a 4 kilómetros de la cabecera de la pista del aeropuerto de Los Rodeos (Tenerife Norte), montaña abajo. Me he pasado la vida mirando aviones. No tantos como los residentes de Myrtle Avenue, pero muchos. Por otro lado, si eres isleño, desde niño volabas para casi todo. Por ejemplo, a Madrid y a Bilbao, donde estudié. Para nosotros no había Renfe. El mundo de la aviación siempre me ha entusiasmado. Las comunicaciones por radio, el radar, los motores…"

Un Airbus A380 de British Airways, aterrizando en Heathrow. Actualmente, sin embargo, toda la flota de este tipo está parada

A pesar de que el año no ha sido bueno para la afición, la pandemia ha hecho que se elevaran aviones más modernos, más silenciosos e incluso algo más sostenibles. Y ha retirado muchos otros. Por ejemplo, el gigante de los cielos, el 747. Ya no se verán más sobre este rincón de Londres, al menos ninguno de los 31 que tenía la flota de British Airways. Pero a pesar de que han volado muchos menos que en el pasado –la recuperación del tránsito aéreo a niveles de 2019 no se prevé hasta el 2024–, "aviones plateados rozando los tejados" es el gran espectáculo de una calle que es mucho más que una calle pero mucho menos que una avenida. Probablemente no hayan oído la canción del Último de la Fila, pero podría haber sido escrita mirando hacia el cielo de Myrtle Avenue.

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