Viaje a la India de Modi (II): esperanza y tragedia de la minoría musulmana
Los peregrinos compran cestos de pétalos de rosas y telas de colores. Nos sacamos los zapatos y entramos por una serie de pasillos claustrofóbicos, donde hay decenas de mujeres y niños sentados en el suelo. El número de gente va creciendo. Por último, salimos a un patio con una estructura blanca en el centro donde, dentro, se encuentra la tumba del santo. Es mediodía del viernes, pero ya empiezan a escucharse algunos cantos. Cuando llegue la noche, el patio se llenará de música y algunos de los presentes empezarán a bailar poseídos por delirios místicos. Entramos y vemos la tumba, totalmente cubierta de pétalos rojos y más y más mantos multicolores. Estamos en Delhi y por el ambiente podríamos pensar que nos encontramos en el templo de una divinidad hindú. Pero, en realidad, enfrente tenemos la tumba islámica del santo sufí Nizamuddin.
La religión musulmana adopta formas particulares en la India. Lejos quedan la austeridad y el rigorismo del islam venido del golfo Pérsico. De Nizamuddin vamos a Jama Masjid, la mezquita más importante de Delhi. Mirando a la gente que entra es difícil, por ejemplo, encontrar demasiadas diferencias entre el vestuario de las mujeres musulmanas y el de las hindúes. Hace calor y es media tarde: las familias se sientan a tomar té a la sombra de la mezquita. Dentro, hombres y mujeres comparten el mismo espacio, de forma indiferenciada.
La historia de los musulmanes en la India tiene matices –como cualquier historia–, pero en general ha sido una experiencia de integración y tolerancia. La cultura de los últimos siglos en el norte de la India ha sido, fundamentalmente, hindú-musulmana. El Imperio Mogol, que hinduizó su islam original, produjo ejemplos reputadísimos de emperadores tolerantes y liberales, como Akbar, pero también de tiranos fundamentalistas como Aurangzeb. En cualquier caso, los musulmanes indios destacan por su apertura al pluralismo y rechazo del fundamentalismo: como ha explicado el escritor y periodista Fareed Zakaria, apenas ha habido casos de musulmanes indios en grupos islamistas radicales. Si uno quiere demostrar que el islam es perfectamente compatible con la tolerancia y la democracia, pocos ejemplos mejores están en el caso de la India.
Venganza histórica
Sin embargo, las últimas décadas no han estado exentas de conflicto. Con la partición de India y Pakistán, la violencia entre hindúes y musulmanes se disparó. Las élites seculares de la nueva república india, en todo caso, apostaron por un modelo de protección a las minorías. Pero la oposición nacionalista hindú nunca compró esa visión. El BJP del actual primer ministro Modi ha atizado tensiones antimusulmanas y destrucciones de mezquitas. Su discurso es de venganza histórica, contra la dominación mogola que duró siglos.
Los musulmanes indios son la mayor minoría del mundo, con unos 200 millones de miembros. Solo hay un país con más musulmanes: Indonesia. Pero, en la India, el gobierno está rebajando cada vez más su estatus en ciudadanos de segunda categoría. El futuro de la India, parece ser, apunta hacia el modelo de mayoritarismo religioso de países como Pakistán, Israel o Irán.