Viaje a la India de Modi (I): la mayor democracia iliberal del mundo

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Partidarios del primer ministro de la India, Narendra Modi, en un mitin de campaña electoral en Meerut, India.

Desde el taxi, veía cómo la gente se echaba polvo de colores –naranja, rojo, azul– y agua unos contra otros. Delhi estaba bañada en colores. Había llegado a la capital india durante el Holi, el festival más alegre y gamberro del país. Pero mi taxi me llevaba lejos de las calles del Delhi popular. Llegamos a una zona rodeada de una enorme valla y guardias de seguridad. Entre las rejas, podía ver jardines verdísimos y grandes mansiones. Al llegar a la fiesta a la que me habían invitado, fui recibido con polvo de todos los colores, salpicaduras, cerveza y música de Bollywood. Me fijé que había una mesa llena de pistolas de agua. La mayoría de ellas tenían estampada la cara del primer ministro Narendra Modi.

“Veo que los organizadores de la fiesta son del BJP, ¿no?”, le pregunté a la amiga que me había invitado, refiriéndome al partido nacionalista hindú que gobierna la India. Desde 2014, Modi ha consolidado un modelo de autoritarismo blando que combina crecimiento económico, discurso antiislámico, mayor protagonismo internacional de India y medidas restrictivas contra medios de comunicación y partidos opositores. “Toda la gente de esta fiesta son empresarios –me dijo mi amiga–, te dirán que no les gusta lo que Modi dice de los musulmanes... pero que la economía va bien y la India se ha convertido en una potencia mundial... y que mejor mirar hacia otro lado, hacia el futuro.”

Modi es un populista autoritario distinto a los de Occidente. En Europa o EEUU, la nueva derecha crece gracias a los perdedores de la globalización –zonas rurales, pobreza–. En cambio, Modi es más popular entre los indios de clase alta y altos niveles educativos. Por supuesto, también es el político preferido de la mayoría hinduista, que representa al 80% de la población del país.

La última vez que había viajado a la India fue en el 2019. Ahora, la figura de Modi me ha parecido mucho más omnipresente. En todas partes de la capital no paraba de ver propaganda con su cara, anunciando la reciente presidencia india del G20. “Nunca la India había sido tan respetada. Por fin tenemos a un líder que el mundo conoce”, me decía un seguidor de Modi.

No todo el mundo está satisfecho. Días más tarde, con unos amigos nos topamos con una gran manifestación. “Han detenido al jefe de gobierno de Nueva Delhi, uno de los principales opositores en BJP”, me dijeron. En los últimos años, las investigaciones anticorrupción han afectado desproporcionadamente a los partidos contrarios al gobierno. La fuerza de izquierdas tradicional, el Partido del Congreso, se encuentra en horas bajas y sin liderazgo carismático. Hay partidos localistas fuertes que pueden hacer frente al BJP a nivel regional, pero no nacionalmente. "Minorías como los musulmanes no levantan la voz para evitar represalias", me explicaron. Las restricciones en prensa, Internet y redes sociales son cada vez más frecuentes. De abril a junio, habrá elecciones generales. Todo apunta a que el modelo de Modi se consolidará en los próximos años.

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