Biden responsabiliza a Trump del asalto al Capitolio: "Su ego herido le importa más que la democracia"

El presidente hace un discurso con motivo del primer aniversario del ataque y muestra su versión más contundente

4 min
Joe Biden, este jueves, en su discurso en marco del aniversario del asalto al Capitolio.

WashingtonEl primer aniversario del asalto al Capitolio ha servido para ver una nueva versión de Joe Biden, un presidente norteamericano encendido, sin miramientos, furibundo, airado, demoledor. El momento es grave para la democracia norteamericana y ya no hay tiempo para un líder que apueste por la bonhomia y la reconciliación para recuperar una unidad perdida, unos valores que parecen irrecuperables. Ahora hace falta mano firme, hacer frente a los retos con contundencia y hacer responsables a los causantes de la situación actual. La única manera de curar el país es siendo consciente de la "profundidad de la herida" en un ejercicio de memoria histórica: hacer frente a los hechos, asimilarlos, responder a la altura y seguir adelante.

Para conseguirlo Biden solo tiene una receta: señalar a los culpables de la insurrección y a los que, un año después, siguen impidiendo que la democracia norteamericana recupere la normalidad y no tienda hacia la autocracia. Y el principal señalado tiene un nombre concreto: Donald Trump.

El ataque contra el expresidente, al que nunca ha nombrado directamente, ha sido una consecución de golpes en el estómago sin miramientos, ni metáforas, ni alegorías indirectas. Lo ha tildado de anti norteamericano y antidemocrático por su papel en la insurrección, lo ha acusado de poner "una daga en la garganta de la democracia" por dudar de la legitimidad de las elecciones. Lo ha tildado de "mentiroso", de poner sus intereses de poder por encima de los del país. "No es un expresidente, es un expresidente derrotado", ha dicho, sin temor a molestar a un Trump conocido por su odio a los perdedores. "Su ego herido le importa más que nuestra democracia y nuestra Constitución. No puede aceptar que perdió", ha añadido, y ha recordado que intentó evitar una de las normas básicas de la democracia: la transición pacífica de poder. "Fracasó", se ha felicitado Biden.

El cambio de tono es sustancial. El actual líder de los EE.UU. tenía que lanzar un discurso claro y duro sobre la defensa de la democracia, y lo ha hecho. No le quedaba otra opción, una vez ya pasado el luto y las reflexiones sobre qué pasó hace un año. Hasta ahora su liderazgo se basaba en su capacidad de invocar la democracia como valor intrínseco del país, que podría recuperarse solo con voluntad y buena fe. Ahora las cosas han cambiado: lo que pide el momento es confrontación directa con la amenaza del trumpismo y un Partido Republicano que no hace otra cosa que abrazar la gran mentira que todavía cree que hubo irregularidades que robaron las elecciones a los conservadores.

Una "red de mentiras"

Según Biden, Trump sigue poniendo por delante "el poder a los principios", y de aquí que impulse todas las mentiras que siguen desinformando sobre el resultado de las elecciones de 2020. Una "red de mentiras" que está entrando en el riego sanguíneo republicano y que hace metástasis a las instituciones, con leyes para suprimir el voto y revertir resultados electorales en el ámbito estatal. "No se puede querer al país solo cuando ganas. No se puede obedecer a la ley solo cuando conviene. No se puede ser patriótico cuando abrazas las mentiras, y las permites", ha resumido.

Los golpes constantes al atril desde el que ha hablado, instalado en una sala del Capitolio donde hace un año paseaba sin oposición la turba trumpista, han sido los golpes de la irritación de un presidente realmente enfurecido y consciente de que el tiempo se acaba, de que ha llegado un "punto de inflexión en la historia" del país en el que hay que hacer esfuerzos para evitar que la democracia retroceda, en una lucha entre "la democracia y la autocracia" que ya se vive actualmente.

"Tenemos que decidir qué tipo de nación queremos ser. ¿Seremos una nación que acepta la violencia política como norma? ¿Seremos una nación en la que permitimos que cargos electorales partidistas subviertan la voluntad legalmente expresada de los ciudadanos? ¿Seremos una nación que no se guía por la luz de la verdad sino por las sombras de las mentiras?", se ha preguntado retóricamente.

El peligro es real, con una democracia en uno de los momentos más frágiles y que llama a la acción inmediata. Biden tiene claro en qué bando está y que hará lo posible para defender una "promesa de la democracia que está en riesgo", pero a la vez su discurso ha marcado la frontera evidente de la polarización del país.

"Teatro político"

Los actos de conmemoración del primer aniversario del asalto al Capitolio no han tenido el carácter unitario rodeado de patriotismo de otras efemérides, al contrario. Ningún líder republicano ha participado en ellos activamente, incluso han acusado a los demócratas de aprovechar la fecha para sus intereses políticos.

Como ejemplo más claro, la respuesta de Trump a través de un comunicado en el que tildaba el discurso de "teatro político" y una "distracción". "[Los demócratas] quieren apropiarse del día del 6 de enero y así poder alimentar los miedos y las divisiones en los Estados Unidos. Yo digo: dejémosles hacer porque los EE.UU. ven a través de sus mentiras y polarizaciones", ha escrito, en un texto con faltas de ortografía y que, como era de esperar, no ha significado ningún cambio en la narrativa ni ha servido para que aceptara responsabilidad alguna por los hechos del pasado 6 de enero.

Quien sí ha hablado, y minutos antes que Joe Biden, ha sido la vicepresidenta de los EE.UU., Kamala Harris. Su discurso ha seguido la línea del de Joe Biden, y ha recalcado que la democracia no está asegurada. "El asalto violento que tuvo lugar aquí, el simple hecho de cómo las elecciones pudieron ser revocadas, muestra la fragilidad de la democracia", ha apuntado.

Kamala Harris, vicepresidenta de los Estados Unidos, este jueves.
stats