Bin Salman aprobó la matanza de Khashoggi

Un informe de los EE.UU. señala directamente al príncipe heredero saudí, pero Joe Biden no le castiga

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Una imagen del funeral del periodista Jamal Khashoggi el noviembre del 2018 en Estambul.

WashingtonLa Casa Blanca hizo público viernes un informe de la inteligencia norteamericana: las conclusiones del documento eran conocidas, pero la administración Trump lo mantuvo bloqueado durante un año. El informe apunta contra el príncipe heredero saudí Mohamed bin Salman, a quien responsabiliza directamente del asesinato del periodista Jamal Khashoggi en el consolado saudí de Estambul el octubre de 2018. Se asegura que Bin Salman “aprobó una operación en Estambul (Turquía) para capturar o matar al periodista saudí Jamal Khashoggi”. Crítico con el régimen de Riad, Khashoggi residía en los Estados Unidos y publicaba habitualmente en el Washington Post. Sus restos no han sido recuperados.

El documento tiene apenas tres páginas y es un compendio de la información de la inteligencia sobre el asesinato del periodista. La acusación se fundamenta en tres puntos: en el hecho que es Bin Salman quien “toma las decisiones en el reino”, en la estrecha relación de los encargados de ejecutar la operación en Estambul con el príncipe -incluidos siete miembros de su equipo de seguridad personal-, y en su “apoyo a la utilización de medidas violentas para silenciar disidentes en el extranjero”. Dado el “control absoluto de la seguridad del reino y de las organizaciones de inteligencia” -se puede leer-, los investigadores aseguran que “es altamente improbable que funcionarios saudíes hubieran llevado a cabo una operación de esta naturaleza sin la autorización del príncipe”.

Aún así, Bin Salman esquiva las sanciones de Washington. La dura retórica de Joe Biden en la campaña electoral que lo trajo a la presidencia, durante la que afirmó que Arabia Saudí era un país “paria” y que, en caso de llegar a la Casa Blanca, le “haría pagar el precio” por el asesinato de Jamal Khashoggi, contrasta con las medidas anunciadas ayer después de la publicación del documento. Ninguna de estas medidas afecta de manera directa a Mohamed bin Salman, ni está previsto que ninguna lo haga en el futuro.

En concreto, el secretario de Estado, Anthony Blinken, anunció la llamada “prohibición Khashoggi”, una norma a través de la cual los Estados Unidos aplicarán restricciones de visado a 76 ciudadanos saudíes “involucrados en amenazas a disidentes en el extranjero”. Por su parte, el departamento del Tesoro anunció sanciones contra el equipo encargado de la seguridad de Bin Salman, conocido como la Fuerza de Intervención Rápida, y contra quien fue el segundo de la inteligencia saudí, Ahmad Hassan Mohamed al-Asiri. Las sanciones bloquean los posibles bienes que los afectados puedan tener en territorio norteamericano, así como prohíbe a terceros, tanto norteamericanos como extranjeros que estén en el país, cualquier tipo de transacción económica con los sancionados.

Las represalias de la administración Biden, pues, no se alejan mucho, ni en el fondo ni en la forma, de las impuestas por la de Trump, que decretó sanciones a 17 individuos involucrados en el asesinato del periodista. Cambian, eso sí, las prioridades. La portavoz de la Casa Blanca, Jen Psaki, anticipó esta semana que se estaba “recalibrando” el tipo de relación entre Washington y Riad. A principios de febrero, los Estados Unidos anunciaron que dejaban de apoyar las operaciones militares en el Yemen de la coalición liderada por Arabia Saudí. Jueves, Biden y el rey saudí, Salman bin Abdulaziz al-Saud, hablaron por primera vez por teléfono desde que el primero asumió la presidencia.

En la nota publicada por la Casa Blanca sobre la conversación no se hace referencia al informe sacado a la luz ayer, ni al príncipe, a quién Biden excluyó de la llamada, pero sí que se asegura que entre los temas tratados estuvo “la importancia que los Estados Unidos otorga a los derechos humanos universales y al estado de derecho”.

La proximidad de Trump

El expresidente Donald Trump, que fue a Riad en su primer viaje al extranjero como mandatario, hizo prevalecer en todo momento la importancia de la relación con Arabia Saudí por encima de cualquier acción para penalizar a sus líderes por la muerte de Khashoggi. Trump llegó a hacer uso de su poder de veto para impedir que el Congreso bloqueara, de manera bipartidista, la venta de armas. Además, su yerno y asesor, Jared Kushner, mantuvo una relación próxima con Bin Salman, que en 2019, en una entrevista en el programa 60 minutes de la CBS, aseguró: “No hay información clara o evidencias que alguien próximo a mí hiciera algo”. Y añadió: “Si hay algún tipo de información que me acuse, espero que se presente públicamente”. Exactamente es lo que sucedió ayer noche.

La decepción de los grupos de defensa de los derechos humanos estaba patente ayer en Washington, pero la Casa Blanca, según informaban varios medios norteamericanos, sentenciaba que no hay forma de prohibir la entrada en el país al príncipe heredero saudí, ni tampoco de presentar cargos sin que esto suponga una ruptura de la relación con uno de los países árabes aliados de Washington.

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