Brasil registra un nuevo récord de defunciones por coronavirus y está a punto del colapso sanitario
Un año después del anuncio de la pandemia, Bolsonaro sigue negando la gravedad del virus
El 11 de marzo de 2020, la Organización Mundial de la Salud (OMS) etiquetó como pandemia la crisis sanitaria originada por el coronavirus. Ya hacía un mes y medio que la organización había declarado una “emergencia de salud pública de importancia internacional”, pero no fue hasta ese momento cuando la mayoría de los gobiernos empezaron a tomarse más seriamente las restricciones. El covid ya se encontraba en 114 países, se habían detectado unos 118.000 casos y casi 4.300 personas habían perdido la vida. Pero Jair Bolsonaro, el presidente de Brasil, calificó la pandemia de “fantasía” y, desobedeciendo a su ministerio de Salud, optó por darse un baño de masas, sin mascarilla y saludando con las manos a sus simpatizantes.
Un año más tarde, Brasil es el segundo país con más casos del mundo, después de los Estados Unidos, y lleva dos días consecutivos registrando nuevos récords de muertes. Con 2.286 defunciones en un día, ya acumula un total de 270.656 desde el inicio de la emergencia sanitaria. Con los hospitales saturados y una variante propia y más infecciosa del virus, el número de contagios tampoco se para y este miércoles se notificaron 79.876 en 24 horas, el tercer peor registro, y ya suma 11,2 millones de casos. El país tiene 212 millones de habitantes y un presidente que sigue negando la gravedad del virus.
“Dejad de quejaros. ¿Cuánto tiempo seguiréis llorando por esto?”, dijo Bolsonaro hace una semana. “¿Cuánto tiempo os quedaréis en casa y lo cerraréis todo? Nadie lo puede soportar más. Lamentamos las muertes, pero necesitamos una solución”. El presidente se ha opuesto repetidamente a las medidas de cuarentena, distanciamiento social y el uso de mascarillas desde el inicio de la pandemia. Además, su programa de vacunación ha llegado con meses de retraso y a día de hoy solo se ha inoculado el 5% de la población.
Según datos del centro de salud pública Fiocruz, 25 de las 27 capitales de estados del país tienen las unidades de cuidados intensivos (UCI) a punto del colapso, con más del 80% de su capacidad, mientras que la capital, Brasilia, ha llegado al límite y dos ciudades -Porto Alegre y Campo Grande- lo han excedido. La situación es agónica en la capital amazónica de Manaus, el epicentro de la nueva variante llamada P.1, donde se concentran todos los males que vive el país.
El opositor y expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, a quien este miércoles el Tribunal Supremo anuló las condenas de prisión, hizo un llamamiento a la población a vacunarse y a no seguir “ninguna decisión imbécil” del mandatario ni del ministerio de Salud. “Muchas de estas muertes se habrían podido evitar si hubiéramos tenido un gobierno que hubiera aplicado las medidas básicas”, dijo sobre el ejecutivo federal de Bolsonaro.
La peor respuesta del mundo
Un estudio del think tank australiano Lowi Institute, que ha analizado la gestión de la pandemia en cien países en base a seis criterios, ha dejado a Brasil en la última posición de su ranking. El país sudamericano ha destacado históricamente por un sistema de salud envidiable -universal, gratuito y de los más grandes del mundo-. Hasta ahora, su trayectoria había sido impecable, con un Programa Nacional de Inmunización fundado en 1973 que ayudó a erradicar la polio y la rubeola, y que actualmente ofrece de manera gratuita más de 20 vacunas a todos los municipios. Pero el gobierno de Bolsonaro ha roto todos los esquemas, desafiando a los científicos que lo asesoraban, tildando de “mariquitas” a todos los que temían el virus, y con tres ministros de Salud diferentes en un año por las diferencias con el presidente sobre la gestión de la pandemia.
Durante el año pasado, utilizó fondos públicos de emergencia en la producción y distribución de cloroquina e hidroxicloroquina para curar covid-19, mientras rechazaba la oferta de Pfizer de 70 millones de dosis, que podrían haber empezado a distribuirse en diciembre. El motivo: que las condiciones del contrato, las mismas que se aplican a todos los países del mundo, eran “abusivas”. Finalmente, ante la presión social, el gobierno federal empezó el programa de vacunación el 18 de enero, con las vacunas de la farmacéutica británica AstraZeneca y de la china Sinovac. El país, que empezó con retraso, está teniendo también fuertes problemas de distribución, y varios estados tuvieron que suspender la vacunación en febrero por falta de dosis. Si se sigue vacunando al ritmo actual, Brasil tardará más de cuatro años en vacunar a toda la población.