LondresLa revancha es un plato que se sirve frío. Así lo cree Dominic Cummings, ex asesor ideológico de Boris Johnson, el gran artífice del Brexit con el eslogan "Recuperemos el control" (durante la campaña del referéndum, del 2016) y de la holgada victoria electoral de diciembre del 2019, con el lema "Completemos el Brexit".
El pasado viernes, a última hora, Cummings se volvió en contra de quien había sido su jefe. El Rasputin de Johnson desde que el premier llegó al gobierno, en julio de 2019, finalmente despedido con deshonor el noviembre pasado y en medio de una guerra interna de Downing Street en la que también estaba implicada la pareja del primer ministro, Carrie Symonds, publicó en su blog personal un durísimo ataque contra el premier. En un texto que iba de menos a más, Cummings acusaba a Johnson de posibles irregularidades para financiar las obras de remodelación de su apartamento personal –en el número 11 de Downing Street– que comparte con Symonds; de ser responsable de los miles de muertos de la segunda oleada de la pandemia por su indolencia a la hora de decretar el segundo confinamiento y de vetar una investigación interna sobre el origen de varias filtraciones desde el corazón del gobierno.
Cummings –que fue pillado saltándose el confinamiento– afirmaba que Johnson había elaborado "un plan éticamente insensato, posiblemente ilegal, y casi seguro que rompería las normas sobre la publicación de las donaciones políticas si se hacía de la manera que él pretendía" para conseguir que donantes del Partido Conservador pagaran en secreto la reforma del mencionado apartamento, que ha costado 91.000 euros. El Tesoro público solo faculta al titular de Downing Street a gastar anualmente 34.500 en este tipo de gastos. El resto, pues, tenía que salir del bolsillo de Johnson.
Desde el viernes, todo el gobierno asegura que el premier se ha hecho cargo de la factura. Pero lo que puede poner en riesgo a Johnson es saber si, antes de que él presuntamente pagara, se estableció un mecanismo basado en regulaciones sobre conservación de edificios históricos para que fueran donantes del partido los que pasaran primero por caja. Los abogados del Partido Laborista han pedido una investigación a la Comisión Electoral por la posible no declaración de la hipotética donación al partido.
Filtraciones inconvenientes
El origen de la batalla entre los dos antiguos aliados se encuentra en una información que la semana pasada publicó la BBC. La cadena pública reveló unos mensajes de WhatsApp entre el primer ministro y James Dyson, el dueño de los aspiradores de la misma marca, un brexiteer convencido que, al poco del referéndum de 2016, se llevó su fábrica a Singapur.
En abril de 2020, en el primer momento de la pandemia, Johnson implicó a Dyson en la construcción de los entonces tan necesitados ventiladores mecánicos. En los mensajes privados que se intercambiaron, Dyson le pedía a Johnson que hiciera lo que fuera necesario ante la hacienda pública para que sus empleados no vieran grabados con los impuestos del Reino Unido su actividad. Johnson le dijo: "Yo te lo arreglo mañana". Y le aseguró que hablaría con el ministro de Economía para que hiciera lo que hiciese falta para resolverlo. Escudándose en la urgencia y la emergencia, el pasado miércoles, en la sesión de control del Parlamento, Johnson aseguró que no se arrepentía de nada porque lo que era prioritario era salvar vidas.
La airada reacción de Cummings en su blog está directamente relacionada con las filtraciones que Downing Street esparció el jueves por la noche, según las cuales él mismo era el responsable de la revelación de los mensajes entre Johnson y Dyson. Cummings niega ser la fuente, a pesar de que admite que Johnson le había enviado algunos mensajes de sus contactos con el empresario, pero ninguno de los que se han publicado. Y contraataca poniendo a cuerpo descubierto hechos más graves: no solo el del apartamento sino, sobre todo, la indolencia de Johnson a la hora de gestionar la pandemia.
En concreto, en el segundo confinamiento. El 21 septiembre pasado los especialistas científicos y epidemiológicos que asesoran al gobierno británico pidieron un cortocircuito de dos semanas para evitar "consecuencias catastróficas". De acuerdo con su relato, Cummings era partidario pero Johnson no hizo caso. Y este lunes por la mañana, el Daily Mail publica en portada que cuando a finales de octubre se vio forzado a decretar el segundo confinamiento, Boris Johnson habría dicho que prefería ver "los cuerpos apilándose a millares [de muertos]" antes que ordenar un tercero. El 18 de diciembre, poco más de dos semanas después de que acabara el segundo, Johnson tuvo que forzar el tercero, que se ha alargado hasta prácticamente la segunda semana de abril. El impacto de la pandemia ha sido devastador en el Reino Unido. Las muertes de la segunda oleada superan a los de la primera. En total, más de 127.000, con meses dramáticos, como el enero, en que cada día hubo más de mil.
En el blog, Cummings comenta también que un par de días antes de que, finalmente, en noviembre Johnson hiciera caso a los expertos y decretara el mencionado segundo confinamiento, TheTimes lo avanzó. La filtración ponía en evidencia la desastrosa gestión del primer ministro. Cummings asegura que, según le dijo un funcionario de Downing Street, la fuente de la información fue un tal Henry Newman [asesor especial del gobierno] y otros de su oficina. "Johnson –escribe Cummings– estaba muy molesto con este descubrimiento, y me dijo poco después: «Si Newman es la fuente lo tendré que despedir, y esto me supondrá muchos problemas con Carrie, porque son muy buenos amigos. ¿Quizás podemos pedir al secretario del gabinete que ponga fin a esta investigación?»". Y mañana al mediodía, precisamente, el secretario del gobierno, el más alto funcionario del país, Simon Case, comparece ante el Parlamento para aclarar los hechos.
El 26 de mayo Cummings se sentará en el Parlamento en una comisión sobre la gestión de la pandemia. La prensa británica asegura que se presentará con un dosier en el que demostrará la desastrosa gestión del gobierno sobre la pandemia, escondida ahora bajo la alfombra de la buena campaña de vacunación.
El primer ministro lucha por su credibilidad
Con un lenguaje corporal que hacía dudar de sus palabras, Boris Johnson ha negado este mediodía que en el calor de una discusión cuando estaba a punto de decretar el segundo confinamiento del país, el noviembre pasado, afirmara que “los cuerpos [muertes] podrían amontonarse” antes de que decretara el tercero. Dieciocho días después de volver a abrir el país para aprovechar el impulso de la campaña comercial de Navidad, Downing Street volvió a cerrarlo.
La referencia a las palabras del primer ministro británico la ha publicado este lunes por la mañana el sensacionalista Daily Mail. Inmediatamente después, diferentes ministros del gobierno se han lanzado sobre los medios de comunicación –prensa, radio y televisión– para negarlas. El mismo Johnson lo hacía en la mencionada intervención, muy breve. Pero a lo largo de la mañana, otros medios de comunicación –desde ITV News hasta la BBC– han ido informando que diferentes fuentes han ratificado que Johnson lo había dicho. ¿Miente, pues? ¿Son comprensibles sus palabras ante la frustración que le provocaba tener que confinar de nuevo el país, cuando no quería hacerlo de ninguna forma?
El carácter expansivo del premier y su conocida capacidad para ser bocazas son un atractivo para muchos votantes, que podrían llegar a disculpar unos comentarios mucho más que desafortunados. Pero Johnson es un mentiroso compulsivo, como ha quedado demostrado en infinidad de ocasiones, y en vez de admitir la veracidad de sus palabras –y disculparse o no– las ha negado, lo cual lo enfrenta a la prensa, que dice lo contrario.
La cuestión habría podido acabar aquí, pero desde viernes lo premier está asediado por quién había sido su máximo asesor y hombre clave en la campaña del Brexit, Dominic Cummings, que lo acusa de urdir un plan “éticamente insensato, posiblemente ilegal” para que donantes conservadores pagaran la renovación del apartamento que ocupa en el 11 de Downing Street con su prometida, Carrie Symonds.
Cummings, que fue despedido de Downing Street en noviembre, en medio de una discusión en la que también estaba implicada Symonds, tiene que tomar parte el 26 de mayo en una sesión en el Parlamento sobre la gestión de la pandemia. La prensa ha asegurado que quien había sido la mano derecha del premier puede ir con mucha munición en su contra por cómo ha llevado el país durante la crisis sanitaria.
La razón de la pelea entre los dos hombres es la acusación que Downing Street hizo el viernes, según la cual Cummings filtró a la BBC unos mensajes de WhatsApp con un empresario en los que le prometía intervenir ante el Tesoro para resolver asuntos de impuestos, a cambio de que construyera ventiladores mecánicos en la primera etapa de la pandemia.
Johnson lucha por mantener una credibilidad bajo sospecha: o es un corrupto o un mentiroso o las dos cosas. El secretario del gobierno, Simon Case, el funcionario de mayor rango del país, ha informado esta tarde al Parlamento que investigaría como se ha pagado la reforma del piso que Johnson y Symonds ocupan.