El sucesor (anónimo) de Xi Jinping

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La prensa china, con la imagen de Xi Jinping muy grande, el día después de la conclusión del Congrès del Partido  Comunista.

Xi Jinping acaba de consolidar su tercer mandato como líder de China. Y no parece que tenga ningún posible sucesor a la vista. Todos los miembros del Comité Permanente, los siete hombres más poderosos de China, tienen entre 60 y 70 años. En el pasado, el sucesor del secretario general había sido una “estrella” ascendente del Partido, de entre 50 y 55 años, acabada de entrar en el Comité Permanente. Actualmente, no hay ningún candidato que encaje en este perfil. En primer lugar, esto significa que, probablemente, tendremos Xi Jinping como mínimo para 10 o 15 años más. También significa que el actual sucesor de Xi es, seguramente, un burócrata del Partido casi anónimo, de entre unos 40 y 50 años, que ahora mismo está escalando a escala provincial. Un miembro del Partido nacido en la generación de los 70, un gen X que no habrá vivido el maoísmo y que pasó la juventud durante los años de liberalización y capitalismo de Far West de la China de los 80 y 90. Un perfil generacional muy diferente de Xi Jinping y los suyos, que sufrieron la Revolución Cultural y fueron adolescentes rodeados de retratos de Mao.

Esta diferencia no es anecdótica: puede generar cambios trascendentales en el sistema político chino. Autores como Vladislav M. Zubok han argumentado que las grandes transformaciones vividas en la URSS, como la desestalinización de Jrushchov o la glásnost y la perestroika de Gorbachov, estuvieron directamente vinculadas a los cambios generacionales. Las nuevas generaciones cargan nuevas ideas y generan nuevos cambios políticos. Este peso generacional tiene mucha más importancia en China que en Estados Unidos o en Europa. En Occidente podemos encontrar a la vez a ministros y presidentes de 30, 50 o 80 años. En Pekín, en cambio, las posiciones de poder más altas están casi todas ocupadas por individuos de la misma generación. Y no hay dos generaciones más diferentes en la historia contemporánea china, en cuanto a experiencia vital, que la de Xi Jinping, nacida en los 50, y la de su futuro y anónimo sucesor, nacido en los 70.

Rendija profunda

La generación de Xi vive en la esquizofrenia de haber sido educada en el amor al maoísmo y a la vez haber observado, como adolescentes, la brutalidad de este sistema. Es una generación paternalista, pro Estado, que valora la estabilidad y la armonía social por encima de todo. Ha heredado del maoísmo el poder y control del gran Leviatán estatal, pero es furibundamente escéptica respecto de las revoluciones de masas. A pesar de haber vivido la apertura económica y social de los 80, todavía tiene una ansiedad postraumática respecto al descontrol y la rebelión social, causada por las atrocidades que vio durante la Revolución Cultural. También tiene un escepticismo heredado del maoísmo hacia el mercado y las empresas privadas, que considera actores que pueden huir rápidamente de su control y desencadenar procesos imprevisibles.

La generación del posible sucesor de Xi, nacida en los 70, ha tenido una trayectoria vital muy diferente. No vivió el comunismo de Mao, ni la Revolución Cultural, ni la violencia más extrema del Partido. Creció durante los años de reforma y apertura económica, cuando decenas de miles de chinos (la mayoría sin estudios) se convirtieron de repente en emprendedores, abriendo negocios y fábricas, o en artistas o intelectuales. Es una generación pro mercado crecida en el individualismo de los años de Deng Xiaoping, en medio de experimentos liberalizadores económicos y sociales. No ve la rebeldía como una catástrofe que llevará a la Revolución Cultural, sino como un espacio de libertad nacido de las nuevas oportunidades y ausencia de normas de una China que se abría al mundo. La generación de los 70 incluye a la mayoría de los grandes empresarios chinos actuales –ambiciosos, workaholics– y a la vez muchos rebeldes que organizaron la protesta de Tiananmen. También es la generación menos anti-Estados Unidos, puesto que no crecieron ni bajo la propaganda maoísta ni bajo el sentimiento nacionalista actual de China como gran potencia.

Todo esto no significa que el sucesor gen X de Xi Jinping lleve la democracia liberal a China. Una opción probable sería una continuación del autoritarismo actual, pero con características más liberales de esta generación de los 70. Lo veremos en la década de 2030.

Javier Borràs es analista en relaciones internacionales y especializado en Asia

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