La cifra de civiles heridos no deja de crecer en las afueras de Kiev

Los vecinos de los pueblos recuperados por las tropas ucranianas todavía no están autorizados a volver a casa porque hay minas

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El Víktor Gussov y su mujer, Irina, ayer en el hospital de Brovarí, a unos 40 kilómetros de Kíiv.

Enviada Especial a Kiev“Traigo ropa para la persona herida ayer por una mina”, dice un hombre que lleva en la mano una voluminosa bolsa de plástico, dirigiéndose a uno de los recepcionistas que hay tras el mostrador en el hospital de Brovary. A esa localidad situada a unos 40 kilómetros al este de Kiev es donde trasladan a muchos de los heridos en los combates que se libran en las afueras de la capital ucraniana. El subdirector del hospital, Volodimir Andriets, admite que ahora ya no es como antes, que podían llegar a atender a más de 20 heridos al día, la mayoría civiles.

Sin embargo, la estadística macabra no deja de aumentar día tras día, aunque Rusia haya prometido reducir los ataques y Ucrania asegure que “ha liberado” muchos de los pueblos cercanos a la capital que habían caído en mano de las tropas rusas. “Ayer atendimos a diez heridos, aunque solo ingresamos a tres”, afirma el subdirector refiriéndose a la jornada del miércoles. Uno de ellos, efectivamente, pisó una mina antitanque. Le tuvieron que amputar la pierna izquierda y la otra la tiene gravemente herida.

El hombre se llama Roman Kondratiev, tiene 34 años y está medio inconsciente en una cama de la unidad de cuidados intensivos del hospital, que es una estancia normal y corriente que lo único que tiene de especial son aparatos para controlar las constantes vitales. El doctor Andry Dotsenko levanta la sábana de la cama para mostrar el muñón de la pierna recién amputada. “Cogió un atajo porque no podía circular por la carretera principal porque había toque de queda”, resume con pocas palabras cómo ocurrió la tragedia en el pequeño pueblo de Krasilivka, también en las afueras de Kiev. El hombre abre entonces los ojos ligeramente, se lleva la mano a la cara y murmulla: “Iba en coche”. La explosión debió de ser tremenda para que quedara tan mal herido incluso dentro del vehículo. Nadie sabe si la mina era ucraniana o rusa. 

Roman Kondratiev, de 34 años, ha perdido una pierna y la otra la tiene gravemente herida después de que su vehículo activara una mina antitanque.

En cambio, Viktor Gusov, de 51 años, sí que sabe muy bien quién le disparó. Tiene dos heridas de bala, una en la pierna y otra en el abdomen, y también está en el hospital de Brovary. Su mujer, Irina, no se separa de la cabecera de la cama. Todo ocurrió el 7 de marzo en la localidad de Bohdanivka, a unos 60 kilómetros de la capital ucraniana: Viktor se dirigía con un compañero en coche a un pueblo vecino, cuando se encontraron en el camino con una columna de tanques rusos que empezaron a disparar indiscriminadamente. Su compañero, que conducía, murió casi en el acto y él consiguió salir del vehículo como pudo.

El coche, aplastado por un tanque

“El coche era civil y yo también vestía como civil”, afirma el hombre, que antes de la guerra era un empresario del sector logístico y, cuando empezó el conflicto, se enroló como tantos otros en la Fuerza de Defensa Territorial, el cuerpo de civiles que se han unido a la lucha. A pesar de eso, asegura, no llevaba ningún distintivo que lo identificara. Un tanque ruso pasó por encima del coche, después de que él hubiera salido. Viktor muestra una fotografía que tiene en el móvil de lo que quedó del vehículo: un amasijo de hierros. 

“Solo quieren destruir y hacer daño”, suelta entonces Irina, sin poder evitar que se le salten las lágrimas. “Los soldados rusos vinieron a casa cuando estaba sola con mis hijas y lo revolvieron todo”, explica. Las hijas tienen 18 y 12 años. “Tenía miedo por ellas y las llevé después a casa de una vecina para que se escondieran. Cuando volví a mi casa, la habían ocupado y ni siquiera me dejaron entrar para coger al gato”. Desde aquel día, no ha vuelto a pisar su vivienda. El pueblo ha sido liberado en teoría por las tropas ucranianas, pero los vecinos todavía no están autorizados a regresar.

Ihor Litvin, de 27 años, está en el hospital de Brovary, en las afueras de Kiev, después de recibir un disparo en la mano.

Íhor Litvin, de 27 años, tampoco puede volver a casa. Él es de Bobrick, otro pueblo en las afueras de Kiev que las tropas rusas ocuparon y que ahora las fuerzas ucranianas han recuperado. “No hay electricidad y tienen que desactivar las minas”, argumenta. Él también es otra víctima de esta guerra: los soldados le dispararon en la mano. La bala le atravesó la muñeca izquierda. Eso pasó el 8 de marzo pero hasta doce días después, el día 20, no lo pudieron evacuar al hospital debido a los combates. Ahora continúa ingresado y lleva el brazo en cabestrillo. “Antes de marcharse del pueblo, los rusos saquearon las tiendas y robaron todo lo que encontraron a su paso. Se llevaron mi moto”, asegura. Las tropas rusas se han replegado, pero dejando una devastación total.

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