Oriente Próximo

"Nos disparan como a conejos y solo pedimos pan"

El ejército libanés dispara contra los manifestantes que protestan porque el confinamiento los condena a la miseria

Ethel Bonet
4 min
Un grupo de libaneses traslada el féretro de Omar Faruk Taibe, el chico que murió después de recibir un disparo a las espaldas mientras protestaba.

Trípoli (Líbano)Omar Faruk Taibe, como muchos jóvenes de su generación, no tenía trabajo. Venía de uno de los barrios más pobres y marginales de Trípoli, Bab al-Tabaneh, cantera de radicales suníes que se habían unido a Al-Qaeda y al Estado Islámico porque no tenían ninguna otra alternativa de futuro. En los últimos años, aquí, en Trípoli, la segunda ciudad del Líbano, con medio millón de habitantes, las fuerzas de seguridad no han tenido nunca mucha contemplaciones para sofocar protestas. Pero lo que está pasando estos días es demasiado. Taibe murió ayer debido a las heridas producidas por un disparo por la espalda que recibió mientras protestaba contra el confinamiento impuesto para frenar la pandemia y, sobre todo, por la bofetada económica que los ahogará algo más de lo que ya estaban.

Miles de vecinos de Bab al-Tabaneh y otras partes de Trípoli acompañaron el féretro del joven hasta el cementerio, donde fue enterrado en presencia de su padre y sus hermanos, mientras las mujeres de la familia celebraban el funeral en otro lugar. "Nunca habíamos vivido nada igual. Por primera vez, el ejército llamó a las fuerzas especiales para contener las protestas. Nos disparan con fuego real, como si fuéramos conejos", denunciaba este jueves al ARA Maisa, manifestante y activista. "Protestamos por nuestras miserables condiciones de vida y el gobierno quiere matarnos. ¿Dónde se ha visto esto?", reiteraba Maisa.

En Trípoli la escalada de violencia parece no tener freno: coches y contenedores quemando, turbas de manifestantes iracundos asaltando edificios gubernamentales, fuego real. Los manifestantes apedrearon a la policía lanzándose contra los muros y alambres que protegen la sede del gobierno, porque no tienen nada que perder. Hadi, Ali y Sulaiman, que solo tienen 12 años, arrastraron contenedores de basura para formar barricadas y cortar el tráfico. Los tres niños, que nunca han ido a la escuela, como otros muchos niños de Trípoli, son de Bab al-Tabaneh. Sulaiman dice que ha venido a protestar y a tirar piedras porque su madre tiene problemas de corazón y son tan pobres que no pueden comprarle medicamentos. Hadi, el mayor de los tres, es huérfano de padre, y ahora él es la cabeza de familia y con el confinamiento no puede salir a trabajar.

Muchas familias en Trípoli viven de lo que ganan al día o de las ayudas. El Banco Mundial concedió un crédito al gobierno libanés que se traducía en ayudas para las familias más vulnerables, pero este dinero "no llegará a las familias hasta que acabe el confinamiento", se quejó Fátima, de 30 años y madre de seis hijos.

Manifestantes gritando consignas contra el gobierno durante las protestas en Trípoli aquest dijous.

Es por eso que aquí, en Trípoli, el hambre se ha hecho más fuerte que la pandemia y los ciudadanos han desafiado las medidas de confinamiento para salir a calle a exigir pan. Pero ya no es protestar para exigir mejores condiciones de vida, simplemente quieren poder vivir. Más del 80% de la población de Trípoli no tiene trabajo. "¿Qué esperan, que la gente se quede en casa? Nos da igual morirnos de hambre o de coronavirus", lamenta Hussein, otro manifestante.

La muerte de Taibe ha desencadenado la rabia. Después del entierro la comitiva se dirigió a la lujosa residencia del diputado Faisal Karami, hijo del desaparecido primer ministro Omar Abdel Hamid, para exigir su renuncia. "La sangre de la juventud no es barata y su muerte no será en vano", coreaban manifestantes indignados. "Hem venido a protestar por muchos motivos. El primero es la economía, y el último, Hezbollah. Vivimos bajo la dictadura de Hezbollah y sus armas", critica Amer, un enfermero que gana unos 80 euros al mes. Horas después se conocía el nombre de otra víctima mortal. Osama Ghemraou, de 15 años, que moría por las heridas causadas en las manifestaciones del miércoles.

Devaluación flagrante

La devaluación de la libra libanesa, que ha perdido más del 80% de su valor, ha empobrecido todavía más a los libaneses que siguen cobrando el mismo salario que antes de la crisis económica, mientras que el cesto de la compra se ha encarecido el triple. "No podemos trabajar porque hay confinamiento, y no podemos alimentar a nuestros hijos porque no tenemos dinero", se queja, por su parte, Rana, otra manifestante de Trípoli.

Algunos manifestantes durante las protestas de estos días en Trípoli.

Al caer la tarde ha empezado el ritual de lluvia de piedras contra el ejército, y las fuerzas de seguridad responden con gases lacrimógenos y cañones de agua para dispersar a los manifestantes. Las calles vecinas a la plaza Al Nur, epicentro de las protestas de Trípoli, han vuelto a convertirse en una batalla campal. Un desfile de tanques del ejército iba en dirección a la plaza mientras en dirección contraria circulaban las ambulancias con las sirenas puestas.

En solidaridad con las protestas en Trípoli, centenares de manifestantes protestaron ayer ante el ministerio del Interior en Beirut para condenar el excesivo uso de fuerza contra los manifestantes por parte de las fuerzas de seguridad.

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