Bielorrusia

Svetlana Tijanóvskaya: “Lukashenko es un peligro para los bielorrusos, y ahora también para el mundo”

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Svetlana Tijanóvskaya: "Lukashenko es un peligro para el mundo"

MoscúLas circunstancias llevaron a Svetlana Tijanóvskaya (Mikashévichy, Bielorrusia, 1982) a la política bielorrusa. Su marido, el bloguero Sergei Tikhanovsky, se quería presentar como candidato a la presidencia hasta que, probablemente por tener estas intenciones, acabó en prisión. El motivo oficial: “Organizar protestas violentas”. Entonces ella decidió tomarle el relevo y acabó convirtiéndose en el rostro más destacado de la oposición bielorrusa. Tijanóvskaya fue la opositora más votada, con un 10,12 % de las papeletas en unos comicios con victoria, esperada, del presidente todopoderoso Alexandr Lukashenko. La comunidad internacional y la oposición tildaron las elecciones de fraudulentas, y las manifestaciones multitudinarias de los días siguientes desencadenaron una ola de represión del gobierno que todavía dura. Tijanóvskaya, intérprete y profesora de inglés, tuvo que abandonar el país y actualmente vive en Vilna. Habitualmente, sin embargo, viaja a diferentes países de la Unión Europea y más allá para recoger apoyo para la oposición bielorrusa. "Cada día Lukashenko es más tóxico", dice. 

Un año después de las elecciones, ¿cuál sería su balance?

— Ha sido un año largo. Un año de lucha, de autoconsciencia como pueblo y de lucha por nuestros derechos. El 9 de agosto de 2020, Bielorrusia tomó una decisión: luchar por un nuevo país, en el que algún día el pueblo determinará cómo nos desarrollaremos. Lukashenko perdió las elecciones, no se fue y sigue aferrándose al poder por la fuerza. La gente ya no se lo cree. En las manifestaciones, hay miles de personas que le grita “¡Vete! ¡Vete”! Pero el régimen utiliza la fuerza para mantenerse en el poder.

Y Bielorrusia se resiente.

— Hace tiempo que dura, pero la situación actual es gravísima. Hay una violencia terrible, hay represión y tortura. Cerca de 40.000 bielorrusos han sufrido detenciones, palizas, torturas o juicios ilegales. Realmente, Bielorrusia sufre una crisis en todos los ámbitos: político, económico, demográfico. No se puede ir por la calle sin tener miedo de que te detengan. No sabes si tu marido o tus hijos volverán a casa al atardecer. Esto es terror, pero no puede durar para siempre. 

Ustedes luchan para que se acabe pronto. 

— Nuestra lucha consiste en privar al régimen de recursos y obligar al dictador a abandonar el poder. Cada día Lukashenko es más tóxico y más caro, incluso para sus seguidores y aliados. En algún momento dejarán de apoyarle, y entonces abandonará. De hecho, las metas que perseguimos son las mismas que hace un año: celebrar elecciones justas, para que lleguen nuevos políticos competentes a la dirección del país y empiece a desarrollarse. Por eso, es necesario forzar la renuncia de Lukashenko privándole de todos los recursos y reduciendo su número de partidarios y aliados. 

Hemos visto escenas difíciles de asumir: desde el cierre masivo de medios de comunicación hasta, y sobre todo, el desvío de un avión comercial para detener a un opositor. 

— En lugar de rectificar la situación, el gobierno siempre ha ido más allá. Ha agravado todavía más su culpa. La presión sobre la población es terrible: no se puede ni respirar. Después del secuestro del avión de Ryanair [cuando detuvieron al opositor Roman Protasevich] el mundo occidental incrementó las sanciones contra el régimen de Lukashenko. Esto es importante. Pero también es importante tener en cuenta que aquel incidente, y otros más recientes, han demostrado una realidad: el régimen de Lukashenko se ha vuelto peligroso no solo para los bielorrusos, también para toda la región y para todo el mundo. Otro ejemplo: Minsk presiona a la Unión Europea y especialmente a Lituania incentivando el paso de personas migrantes a través de la frontera entre estos dos países.

¿Usted qué pide a la Unión Europea?

— Pedimos a la UE, incluido al presidente español, Pedro Sánchez, que refuerce el apoyo a los bielorrusos en todos los ámbitos, que aumente los programas de asistencia a las víctimas, que se fije en los acontecimientos de Bielorrusia, que no se desvíe del rumbo que se ha marcado hasta ahora: es necesario privar al régimen de recursos y hacer que Lukashenko se vaya. 

Y esto, a la práctica, ¿qué significa?

— Que no se tienen que dar créditos ni dinero al régimen. Hay que dejar de cooperar empresarialmente. Hay que eliminar los vacíos legales que le permiten eludir las sanciones. Sería bueno identificar y bloquear las cuentas y activos de Lukashenko, su familia y sus intermediarios. Y por último sería importante conseguir que sus aliados dejaran de financiar la violencia en Bielorrusia. 

Para usted han sido meses de viajes y encuentros, especialmente en países de la Unión Europea. ¿Ha notado el apoyo de la diáspora?

— Sí, de hecho lo hemos notado en todo el mundo. Pero la ayuda de la diáspora no se limita a esto: hacen mucho para participar en campañas solidarias y de asistencia a los presos políticos y sus familias. Es cierto que durante mis visitas oficiales me he reunido con bielorrusos, y estos encuentros son siempre cálidos, recuerdan la atmósfera de los mítines de miles de personas de la campaña electoral. Me quedo con una conclusión: ahora los bielorrusos de todo el planeta se han unido para una victoria conjunta. El rival es Lukashenko.

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