Kamala Harris durante el debate
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Desde el principio, con el tradicional apretón de manos a su rival, Kamala Harris ha puesto a la defensiva a Donald Trump en su primer cara a cara en Filadelfia. La vicepresidenta estadounidense y candidata presidencial demócrata ha llegado al debate presidencial preparada, serena y con una estrategia y unos objetivos muy claros: presentarse a sus conciudadanos como la alternativa de futuro que el país necesita y mostrar a un Trump vanidoso y consumido por sus propias mentiras.

Trump ha mordido casi cada anzuelo que Harris le ha lanzado. Visiblemente enfadado e irritado durante gran parte del debate, ha hablado de millones y millones de criminales en Estados Unidos entrando por la frontera de México, de inmigrantes comiendo perros y gatos en un pueblo de Ohio, y de abortos de recién nacidos en estados gobernados por demócratas. Harris y su equipo de asesores claramente esperaban este tipo de declaraciones delirantes para dejar al expresidente y candidato republicano fuera de juego. Y, durante 90 minutos, lo lograron.

Una Harris al ataque, pero sin ser agresiva, ha aprovechado también la atención de millones de estadounidenses para marcar perfil presidencial, explicar algunos de sus planes concretos para mejorar la economía –como ayudas de acceso a la vivienda o una desgravación fiscal por hijos– y posicionarse como representante de una nueva generación de liderazgo centrada en el futuro, no en el pasado. "Es hora de pasar página", "No volveremos al pasado" o "Una nueva manera de avanzar" ya son lemas de su campaña que ha pronunciado en más de una ocasión durante el debate para persuadir al votante cansado de la última década de política negativa y división.

Por su parte, Trump ha vuelto a presentar a Estados Unidos por enésima vez como un país en decadencia y ha vuelto a hacer demagogia con el tema migratorio. Sin embargo, su tono crispado ha sido poco efectivo a la hora de criticar las políticas del gobierno Biden-Harris. Y ha dedicado más tiempo a hablar de él y del pasado que a contar sus propuestas para solucionar los problemas del país.

Trump y Harris llegaban al debate empatados en las encuestas y, en un país tan dividido y polarizado, es muy probable que la carrera electoral siga reñida. Sin embargo, quien más se jugaba era Harris, y ha superado con creces una prueba vital para su candidatura. Se ha presentado con éxito como una líder fuerte, competente y con ideas para apelar al apoyo de votantes moderados e indecisos que fueron clave en la victoria del presidente Joe Biden de 2020.

Muchos periodistas y analistas políticos, incluso algunos conservadores, han proclamado a Harris ganadora del cara a cara. Trump y sus aliados se han apresurado a atacar a los moderadores porque solo han rebatido falsedades del candidato republicano –aunque, en su defensa, hay que decir que solo lo han hecho con las declaraciones más flagrantes.

En los próximos días, a través de las encuestas, veremos si la buena actuación de Harris disipará las dudas de algunos electores que se decantan por ella y si convencerá a suficientes indecisos como para ganar la Casa Blanca. Lo que sí ya logró poco después de bajar del escenario es el preciado apoyo de la cantante Taylor Swift.

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