Estados Unidos

¿Por qué Nikki Haley no puede derrotar a Donald Trump?

El expresidente quiere culminar la deriva del Partido Republicano hacia la extrema derecha

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La exembajadora de EEUU ante la ONU Nikki Haley y el expresidente de EEUU Donald Trump, en una foto de archivo.

BarcelonaEl Partido Republicano de los Estados Unidos se fundó en 1854 en contra de la expansión de la esclavitud. Hoy sus gobernadores prohíben que se cuente la historia racista del país en las escuelas. El partido de Abraham Lincoln se ha convertido en el partido de Donald Trump –y de personajes como Marjorie Taylor Greene, la congresista defensora de la teoría conspirativa de Q-Anon–. Hasta la radicalidad actual, la metamorfosis del gran viejo partido estadounidense (GOP), que empezó mucho antes de Trump, ha sido lenta pero constante. El magnate neoyorquino le ha acabado de dar forma. Ahora es, por encima de todo, el partido de Trump: populista, demagogo, antiinmigrante, anti-LGTBI, aislacionista en política exterior y económicamente proteccionista.

Y es eso precisamente lo que hace muy difícil que Nikki Haley, la única candidata que todavía opone resistencia a Trump en las primarias republicanas, tenga posibilidades de ganarle la partida. "Haley es la candidata de un partido que ya no existe", decía muy gráficamente la opinadora del The Guardian Moira Donegan. "Nikki Haley representa una parte del partido que no es predominante: los republicanos moderados, con educación universitaria y del establishment, son ahora un 25% del voto republicano", explica por teléfono desde Washington John Fortier, analista del think tank American Enterprise Institute. "Son votantes republicanos que no quieren irse, es decir, que si Haley pierde no votarán a Biden, pero no son la mayoría. El problema de Haley es que para ganar necesita expandirse más allá de este grupo", dice.

Para intentar captar el voto de Trump, la exgobernadora de Carolina del Sur mantiene algunas posiciones ambiguas respecto a su rival: ha prometido que si es presidenta le dará el perdón a Trump si es condenado y, de hecho, muchas voces no descartan que si pierde la candidatura (como parece probable) se acabe sumando a la de Trump, incluso como posible vicepresidenta. Haley mantiene la misma posición sobre el asalto al Capitolio que la mayoría del establishment del partido: quitarle importancia e intentar pasar página de ese episodio. Sus ataques a Trump se han centrado más bien en su edad y la evidente pérdida de capacidades cognitivas: Trump se lo sirvió en bandeja cuando la confundió reiteradamente con la demócrata Nancy Pelosi durante un mitin hace pocos días. Se guarda mucho, en cambio, de hacer críticas más duras o de ir a posiciones que, a ojos de los votantes republicanos, la equipararían –más aún de lo que ya lo hacen– con una candidata demócrata. Es muy consciente de la nueva composición sociodemográfica del Partido Republicano.

Blancos sin estudios universitarios

"El 30-35% del votante republicano es un firme defensor de Trump: son los conocidos como MAGA (Make America Great Again); un 15-20% son anti-Trump, los que votan a Haley; un 30-40% votarían a Trump, pero están más abiertos a otras opciones", resume el analista del Real Instituto Elcano Carlota García Encina. Poco a poco, el Partido Republicano se ha convertido en el partido de las clases trabajadoras –sobre todo las blancas– y el Partido Demócrata en el de las élites instaladas en ambas costas del país. Una inversión de los términos respecto a hace un siglo, cuando los trabajadores de cuello azul se identificaban más como demócratas.

Desde 2016, más de la mitad de los votantes republicanos son blancos sin educación superior: fueron el 63% de los votantes republicanos contra Hillary Clinton (en buena parte exvotantes de Obama) y todavía el 58% en 2020 contra Biden, según datos de Pew Research. Y más de una tercera parte son evangélicos (un 33% en 2022). De hecho, hasta el 85% de los votantes del GOP en los últimos ciclos electorales son blancos, frente a unos demócratas más diversos (que se llevan cerca del 90% de los votantes afroamericanos y un 65% de los latinos). Asimismo, el votante republicano es más rural y el demócrata mucho más urbano, pero se disputan el voto de los suburbios residenciales del país.

Haley –o cualquier candidato republicano que quiera suceder al expresidente– necesitará convencer a "los votantes que Trump llevó al Partido Republicano, mayoritariamente de clase trabajadora y blancos, y que antes eran independientes o votaban demócrata", explica Fortier. El expresidente ha utilizado la retórica antiinmigrante para catalizar el malestar de esa clase social trabajadora furiosa con las élites del país, que ya estaba virando hacia los republicanos antes, y "que quiere un líder fuerte", explica Fortier.

¿El Partido Republicano es de extrema derecha?

La deriva hacia el autoritarismo la describe Kenneth Janda, profesor de la Northwestern University, en su libro La evolución republicana. Del partido que gobierna al partido antigobierno 1860-2020. ¿Pero se puede decir que el nuevo Partido Republicano es de extrema derecha? "Las definiciones de extrema derecha varían, pero un elemento central es el etnocentrismo, favorecer una etnicidad y rechazar otras. Con Reagan, los republicanos se movieron en esta dirección al cultivar el apoyo de los blancos cristianos. Trump ha explotado esta tendencia atacando a los inmigrantes", responde al ARA Kenneth Janda. "Los MAGA (los votantes más fieles de Trump) proponen volver a 1950, cuando la población de Estados Unidos era un 90% blanca. El 80% de los votantes de Trump le dan crédito para "luchar por gente como nosotros" y la mayoría son cristianos blancos, relata Janda, que define a esta mayoría trumpista como "reaccionarios".

En su libro, Janda explica que "el origen del cambio en el Partido Republicano está en la candidatura presidencial de Barry Goldwater en 1964", alguien que era "un libertario abierto" pero "no era etnocéntrico". "Hizo campaña por los votos blancos en el sur segregacionista mientras el Partido Demócrata defendía los derechos civiles. Perdió las elecciones, pero los demócratas perdieron esos votos del sur y los republicanos los ganaron y desde entonces han ido cultivando sus tendencias etnocéntricas", relata.

Fortier se resiste a afirmar que el Partido Republicano sea de extrema derecha, pero García Encina sí cree que podría decirse "porque el Asalto al Congreso le dio la oportunidad de pasar página de Trump y no lo hizo". Hoy es el partido del culto a la personalidad de Trump, pese a sus 91 imputaciones criminales. A la fidelidad ciega de sus seguidores se añade la forma de entender la política del votante medio estadounidense. Tal y como resumió el humorista sudafricano Trevor Noah, "en todo el mundo la gente pasa más tiempo criticando al partido que ha votado que a aquel por el que nunca votaría, pero en Estados Unidos la política es como el deporte: mi partido nunca hace nada malo y siempre la culpa es del árbitro”.

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