La euforia por el Gobierno Boric se desploma

Con solo dos meses, la popularidad del presidente chileno ha caído en las encuestas

El presidente chileno, Gabriel Boric, en una comparecencia este miércoles.
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Santiago de ChileLas expectativas de cambio que había creado el nuevo gobierno de Gabriel Boric se han deshinchado. Con el paso de las semanas, se ha ido diluyendo la euforia que se respiraba apenas después de su elección. Hace días que las encuestas confirman la creciente desaprobación ciudadana a la gestión del nuevo presidente de Chile, que hace solo dos meses que gobierna. Boric destaca por ser el primer mandatario de las dos últimas administraciones que llega al 50% de desaprobación durante las primeras semanas.

El presidente ha tenido un aterrizaje difícil. Más allá de la crisis económica que se arrastra desde la pandemia y de una inflación inédita, un problema global, varios factores han cambiado la percepción del mandatario por parte de la ciudadanía. “Ha tenido dificultades para controlar la agenda pública. Los primeros 50 días han colocado los temas otros actores como la Convención Constitucional y el Congreso ”, comenta el politólogo y director de la Escuela de Gobierno y Comunicaciones de la Universidad Central, Marco Moreno. Según él, “la agenda se ha constitucionalizado”.

Dificultades en el Congreso y errores de Interior

El Congreso ha condicionado los planes de Boric con la tramitación de un proyecto de ley –el quinto que se presenta y el segundo que no se aprueba– que permitía retirar los fondos individuales de pensiones para afrontar la crisis. Como los cuatro proyectos anteriores, la iniciativa había suscitado mucho interés de la población porque, para muchos, representaba la posibilidad de saldar deudas y respirar algo más tranquilos. Sin embargo el Gobierno ha visto ahora un disparador de la inflación. “El ejecutivo dedicó 15 o 20 días a bloquear el proyecto”, recuerda Moreno, incluso con una propuesta alternativa propia –similar, pero más acotada– que tampoco prosperó. La coalición de gobierno se dividió y algunos diputados de centroizquierda se apartaron de la posición oficial. “Se ha puesto de manifiesto la falta de coordinación y liderazgo de la Moneda, que no ha conseguido construir un relato que genere confianza. Hay una mezcla de tantas fuerzas [en la coalición de gobierno] que todavía no han conseguido integrarse”, apunta la politóloga de la Universidad de Concepción Jeanne Simon.

Otro flanco han sido los errores cometidos por la ministra de Interior, Izkia Siches, médico de profesión que llegó al cargo después de convertirse en una de las figuras clave del éxito de la izquierda en la segunda vuelta de las presidenciales. Siches quiso visitar la zona mapuche del sur del país para abrir un diálogo con las comunidades indígenas que mantienen un conflicto con el estado chileno. Lo hizo, pero sin contar con el permiso de las autoridades locales y la operación tuvo que ser abortada por falta de seguridad de la comitiva ministerial. Semanas después, emitió una acusación en público contra el anterior gobierno que resultó ser falsa. “La mayoría de los miembros que integran la coalición de Boric no habían tenido experiencia en gestión de asuntos públicos y eso se nota”, dice Moreno. Para él, es una generación a la que “le falta estado” y, a pesar de que –precisa– esto se aprende, mientras tanto “aumenta la frustración” respecto a las expectativas del Gobierno.

Afectado por el proceso constituyente

El desaliento con los nuevos inquilinos de la Moneda ha coincidido con un brote de pesimismo por el rumbo que ha adoptado el proceso constituyente. Las encuestas revelan el crecimiento de un posible rechazo al nuevo texto constitucional por la falta de consenso en algunos temas, como el estado plurinacional. Para el Gobierno esta es una mala señal, puesto que desde el inicio ha vinculado su éxito con el del proceso constituyente. “Un mal resultado del plebiscito puede generar la percepción de que este Gobierno no tiene futuro”, opina Simon. 

Para Moreno, el principal activo que conserva el ejecutivo es la figura del propio presidente, que “ha mantenido una política de proximidad y empatía” a pesar de que durante el periodo de instalación, que ya se ha dado por acabado, se ha mantenido alejado de cámaras y micrófonos para ceder el protagonismo a los ministros. Con la vista puesta en la rendición de cuentas pública del 1 de julio, el presidente pretende ahora hacerse más visible y llegar a esta fecha clave con adelantos concretos.

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