Guerra de Bosnia

30 años de Srebrenica: "Hay familias que han enterrado a su muerte con sólo un pedazo de fémur"

Hay 8.000 familias en Bosnia que llevan tres décadas esperando la llamada que les permita enterrar a sus desaparecidos

La antopóloga forense Dragana Vucitic examina un cadáver de Srebrenica.
11/07/2025
4 min

Tuzla (Bosnia y Herzegovina)"Dos huesos perfectamente simétricos, así es como sabemos que pertenecían al mismo individuo". La doctora Dragana Vucetic, antropóloga forense de la Comisión Internacional de Personas Desaparecidas (ICMP, en inglés), lleva veinte años ayudando a identificar los restos de las personas que fueron asesinadas en Srebrenica durante la guerra de Bosnia. En lo que ha sido juzgado como el primer genocidio en Europa después de la Segunda Guerra Mundial, fueron asesinados más de 8.000 hombres y niños musulmanes. Treinta años después, más de 7.000 cuerpos fueron identificados y devueltos a sus familias, que les pudieron dar sepultura. Sin embargo, para Vucetic, cada hueso es importante para que las familias puedan reconciliarse con el trauma y encontrar la paz. Este viernes, siete personas serán enterradas en el memorial de Potocari, en Srebrenica, donde cada 11 de julio se conmemora el genocidio con una gran ceremonia.

Encaja los huesos con cuidado y precisión, como si fueran un rompecabezas. Su trabajo es determinar si los restos que recibe procedentes de las excavaciones son de una misma persona, cuál era su perfil, cómo murió. Tras su intervención, los restos se envían al laboratorio y se comparan con las muestras de los familiares del registro. Si todo este procedimiento sale bien y encuentran una coincidencia, sus compañeros harán una llamada que cerca de 8.000 familias de Bosnia llevan más de 30 años esperando: querrá decir que han encontrado a su familiar y que ya pueden enterrarlo.

Esqueleto en reconstrucción en las instalaciones del ICMP en Tuzla, Bosnia.

A veces, encuentran tan sólo un hueso y la familia debe decidir entonces si lo entierran o si quieren esperar. Podría ocurrir esto con el caso en el que está trabajando ahora, que es uno de los difíciles: dos fragmentos muy pequeños de un fémur que han descubierto recientemente gracias al testimonio de un vecino. "Estamos buscando a un hombre que murió por la explosión de una granada durante la guerra –relata–. Si podemos extraer el ADN y vemos que coincide con el de la familia, querrá decir que alguien movió el cuerpo del lugar donde murió".

Más de 8.000 víctimas

Cuando estalló la guerra en 1992, las tres principales comunidades del país –los bosniocroatos católicos, los serbobosnios ortodoxos y los bosniacos musulmanes– iniciaron una lucha por el control del territorio, intentando expulsar a las demás comunidades de las zonas donde eran mayoritarios. Srebrenica, un enclave musulmán rodeado de territorio controlado por las fuerzas serbias, fue quedando rodeada hasta que la población, atrapada y cada vez más vulnerable, buscó refugio en la base de la ONU afincada en las afueras de la ciudad, que había sido declarada "zona segura" por Naciones Unidas. Pero el 11 de julio de 1995, las tropas serbobosnias, bajo el mando del general Ratko Mladić, ocuparon la base. Separaron a más de 8.000 hombres y niños musulmanes de las mujeres y los fusilaron ante la pasividad de los cascos azules holandeses que se habían comprometido a protegerlos.

La mayoría de los muertos fueron enterrados en fosas comunes, de donde ahora todavía se están desenterrando. El esqueleto que tiene por delante Vucetic le ha recompuesto a partir de los restos hallados en cuatro fosas comunes diferentes. Sin embargo, le falta toda la pierna izquierda y una parte del pie derecho. "Eso es lo habitual", dice. Tras la matanza de Srebrenica, los autores volvieron a excavar y dispersar a los cadáveres, con la voluntad deliberada de esconder el crimen y dificultar la identificación de las víctimas. "Hay familias que han enterrado a su muerte con sólo un pedazo de fémur", añade.

El centro de identificación de Tuzla, donde el equipo del ICMP lleva los casos de la región de Srebrenica, está realizado en un contenedor prefabricado, como si indicara el carácter temporal que inicialmente se quería que tuvieran las instalaciones. Pero aunque parezca atascado –como tantas otras cosas en este país–, el proyecto avanza gracias al convencimiento de los profesionales ya la financiación internacional. "Nadie sabe cuándo acabará", admite Vucetic, pero defiende que querría "llegar hasta el final".

Almacén de las instalaciones del ICMP en Tuzla, Bosnia.

En el instituto hay 200 "casos activos" repartidos en una sala climatizada llena de estanterías. Cada "caso activo" es una historia incompleta: una bolsa que contiene restos óseos y pertenencias personales que todavía no se han podido identificar oficialmente. Algunos esperan los resultados de los análisis de ADN, otros son sólo fragmentos que la familia no ha podido o no ha querido enterrar. También hay una tercera categoría, los NN o no name, en inglés, que son quienes no encuentran ninguna coincidencia entre el registro de familiares. Estos casos van a la baja, pero todavía hay 89 en el instituto forense de Tuzla.

Identificaciones erróneas

Hasta 2001, el proceso de identificación se realizó sin análisis de ADN, por lo que hubo algunos errores. Las familias identificaban a sus familiares a partir de la ropa o de otros objetos personales. "Aquí pasó muy poco, pero en los casos que sí, ahora debemos decirles que la persona que enterraron no era su familiar y que hay que exhumarle. Es muy difícil decirle esto a una familia que enterró a su familiar hace 30 años".

Aunque no tiene mucha relación con las familias, y así ya le está bien, Vucetic considera que es su "deber" es trabajar para ellas. "Sin enterrar a los muertos es muy difícil encontrar la paz", afirma. Y pese al aumento del negacionismo y el desgaste del tiempo, está convencida de que un día encontrarán a las 1.000 personas que todavía hay enterradas en fosas comunes cerca de Srebrenica.

El fin de su trabajo es el principio de la persecución judicial y penal de los culpables, que permite a las familias cerrar otra herida abierta. La identificación de los huesos y de las lesiones permite emitir un certificado de defunción y constatar que se ha producido un crimen para que después los tribunales puedan juzgar a los criminales y hacer justicia. "Lo importante es ayudar a las familias a cerrar la historia y sobrevivir al trauma. Que los culpables acaben en prisión es la manera de completar el proceso –dice esta antropóloga–. No te puedes imaginar lo agradecidas que están las familias aunque solo encontramos un solo hueso".

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