Carta del cónsul ucraniano en Barcelona: "De esta guerra existencial saldremos más fuertes"

Miembros de la Guardia de Honor ucraniana elevan la bandera nacional en el centro de Kiiv durante la celebración del Día de la Bandera, en plena invasión rusa.
Oleg Grabovetskyy
24/08/2025
4 min

Con motivo de las fiestas nacionales de Ucrania –el Día de la Bandera Nacional, el 23 de agosto, y el Día de la Independencia de Ucrania, el 24– tengo el honor de dirigirme a las comunidades catalana, valenciana y balear.

Agradezco esta posibilidad a las fuerzas armadas de Ucrania, con el apoyo del pueblo ucraniano, así como a la parte acogedora de España, que ha estado a nuestro lado durante estos casi 1100 días de lucha. Estamos obligados a combatir por la existencia misma del pueblo ucraniano, para preservar a Ucrania y su identidad, para que cada uno de nosotros pueda vivir libremente en sus tierras y pueda seguir su propio camino. No es fácil, pero los defensores de nuestra estatalidad son herederos de los guerreros de la Ruso de Kiiv, de los cosacos, de los fusileros de la Sich y de los combatientes del UPA [Ejército Insurgente Ucraniano].

Valoramos profundamente los esfuerzos del gobierno estatal de España y de las autoridades locales por acoger a unas 84.052 personas desplazadas temporalmente a las tres comunidades mencionadas y por apoyar a muchos otros residentes de Ucrania.

La independencia de Ucrania es una afirmación consolidada que ya no necesita ninguna demostración: es un hecho histórico consumado y la única forma aceptable de existencia de nuestro país. Tener un estado independiente es una elección consciente y nuestra adquisición más valiosa. La independencia moderna de Ucrania –34 años desde la adopción del Acta de Proclamación de la Independencia de Ucrania– se fundamenta en una herencia estatal milenaria (desde la formación del Estado de la Ruso de Kiiv en el siglo IX, la aparición de la lengua protoucraniana en la época de los principios; denominaciones de nuestro pueblo –"rusy", "rusychi", "rusyny"–, el escudo nacional –el tridente– y la moneda nacional –la hivnia). El uso del término Ucrania se documenta desde 1187. La realidad histórica objetiva demuestra de forma incontestable que es, precisamente, Ucrania, y no un país agresor como Rusia, el heredero legítimo de la tradición estatal y cultural de la Ruso.

El 1 de diciembre de 1991, en el referéndum nacional, los ucranianos confirmaron su aspiración de vivir en un estado independiente. El 90,32% de los votantes respondió afirmativamente a la pregunta del boletín: "¿Confirmar el Acta de Proclamación de la Independencia de Ucrania?" En Crimea, temporalmente ocupada por el país agresor, la idea de independencia fue respaldada por el 54,19 % de los votantes; en la región de Donetsk, del 83,90%; y en la región de Luhansk, del 83,86 %. El referendo demostró que la fuente de la estatalidad ucraniana es la voluntad del pueblo.

La restauración de la independencia de Ucrania en 1991 llevó al hundimiento de "la cárcel de los pueblos" que era la Unión Soviética. Durante estas tres décadas de independencia, Ucrania ha sido, pese a todas las dificultades, un ejemplo de viabilidad de las instituciones democráticas en el espacio postsoviético, una alternativa al autoritarismo que se ha impuesto a otros estados surgidos de la URSS. El ansia de libertad y la sensibilidad ante la injusticia son rasgos determinantes de los ucranianos.

Como ya ocurrió en otros momentos de la historia, el desarrollo pacífico y progresivo de una Ucrania independiente empezó a irritar a la Rusia neoimperial. Cuando todos los intentos político-económicos de destruir la nueva estatalidad ucraniana fracasaron, Moscú recurrió, a partir del 2014, a la agresión armada.

El régimen de Putin niega no sólo la existencia de Ucrania como estado soberano, sino también la existencia de los ucranianos como grupo étnico diferenciado. Además, al atentar contra la soberanía estatal de Ucrania, el régimen del Kremlin provocó el caos en el continente europeo, desestabilizó el sistema existente de seguridad colectiva y causó problemas económicos, ecológicos, políticos y sociales negativos. Por eso, respetar el derecho internacional, el principio de soberanía, y detener al agresor para que no vuelva a convertirse en el "gendarmes de Europa" es una tarea de todas las naciones civilizadas.

Hoy, Putin explota activamente las principales mitologías de la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría. El enfrentamiento agresivo con Occidente se presenta como la supuesta restauración de la grandeza geopolítica de Rusia. Los canales de difusión de propaganda no se limitan a los medios; también participan el cine, el espectáculo, la industria editorial –prácticamente todo el espacio cultural trabaja para demostrar la supuesta unidad ruso-oucrania o la subordinación de Ucrania.

Todos los portavoces del Kremlin difunden la idea de la "elección" y la "unicidad" de los rusos como "hermanos mayores" dentro de la ideología del «ruskij mir» (mundo ruso). Es precisamente esa ideología la que ha legitimado el supuesto "derecho" de Rusia a intervenir en los asuntos de los estados vecinos, en particular de Ucrania, basándose en una falsa "unidad indisoluble" con Moscú, una "historia común", la lengua rusa, la cultura y la fe ortodoxa.

Los ucranianos somos un pueblo que, incluso en las condiciones históricas más duras y adversas, ha sabido defender su libertad, su verdad y su estado. En el camino actual hacia la UE y la OTAN, agradecemos poder contar con el apoyo de nuestros socios y de todos los que contribuyen a la causa ucraniana. Nos anima la solidaridad institucional que han mostrado las delegaciones del gobierno, el Parlament de Catalunya, el Ayuntamiento de Barcelona, ​​así como de otras muchas ciudades donde estos días ondeará la bandera ucraniana y se iluminarán edificios emblemáticos con los colores azul y amarillo.

De esta guerra existencial salimos más fuertes, más resistentes y consolidaremos la voluntad de victoria. Por las razones expuestas en este escrito, guiados por el amor a nuestra patria ya la vida, somos imparables cuando actuamos unidos. Las democracias deben mantenerse solidarias y utilizar toda su fuerza para garantizar una paz justa para Ucrania. En este camino, contamos con la estrecha cooperación de nuestros aliados.

Oleg Grabovetskyy es cónsul general interino de Ucrania en Barcelona

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