Europa se prepara para resistir
BarcelonaLas urnas siguen poniendo a prueba a la Unión Europea, y le dicen que basta de dudas, que hay que ir a por todas y resistir el asalto conjunto de Trump y Putin. Hace justo una semana lo que hubiera podido representar un descalabro para la democracia en Rumanía –y de paso para el este de Europa– ha quedado en una parodia montada por el candidato ultra George Simion proclamándose ganador cuando las estimaciones a pie de urna decían que el presidente sería el europeísta Nicusor Dana. Alivio y esperanza en la UE, cohabitando con temores, y todo ello rodeado de una gran incertidumbre que costará que se vaya, aunque el domingo 1 de junio el liberal Rafal Trzaskowski llegue a la presidencia de Polonia.
No es atrevido decir que Bruselas, o mejor dicho, las profundidades del aparato de la UE, estarían desplegando una estrategia para cerrar el paso a las distintas corrientes ultras del continente. La primera y más contundente habría sido conseguir que el Tribunal Constitucional de Rumanía anulara las elecciones presidenciales de noviembre cuando, en la primera vuelta, se comprobó que tras la victoria del ultra Calin Georgescu se habían detectado movimientos de agentes del Kremlin -como también se detectaron el domingo 18 de mayo.
Una nueva convocatoria resultaba arriesgada, pero los votos han demostrado que este era el camino pese a las invocaciones de los ultras rumanos a ser defendidos tanto por Trump como por Putin, una alianza perversa de la que Europa intenta protegerse plantando cara a toda la gama de complicidades ultras bajo el grupo Patriotas, un auténtico caballo de Troya en el corazón mismo del Parlamento Europeo.
Por ahora la resistencia de Europa a la escalada ultraderechista se basa en mover hilos, de cara o por detrás, da igual. A Bruselas no le resulta difícil no diría domesticar pero sí neutralizar a Giorgia Meloni pese a sus reverencias a Trump. Pero nunca ha expresado ninguna complicidad con Putin, como sí ha hecho su viceprimer ministro, Matteo Salvini, miembro de los sectores más duro de Patriotes. Que se sepa, la UE no le ha encontrado ningún hilo delictivo del que tirar. Tiene más suerte que Marine Le Pen, que con la condena de inhabilitación sabe que podría quedar fuera de las elecciones presidenciales francesas del 2027. Y eso es lo que quieren y esperan tanto París como Bruselas.
Otro cuerpo político que está en el punto de mira de Bruselas –y también de Berlín– es el partido neonazi Alternativa para Alemania, sobre el que se cierne una estricta vigilancia policial y judicial acompañada de advertencias de ilegalización. La líder ultra Alice Weidel lo considera "una persecución ideológica". Y en un rincón, ignorado pero también vigilado, el primer ministro de Eslovaquia Robert Fico sigue haciéndose pasar por socialdemócrata y al mismo tiempo acude a Moscú –este sí– a hacer reverencias a Putin. En medio de esta coreografía a veces inquietante y otras estrambótica, el líder húngaro Viktor Orbán tiene momentos de todo: ahora pendiente de la Casa Blanca, ahora mirando al Kremlin, y casi siempre preguntándose cuál es la mejor opción.
La estrategia de contención y, cuando puede, de acoso, representa un buen impulso de la UE a la llamada “coalición de voluntarios”, que encabezan el británico Keir Starmer y el francés Emmanuel Macron, y que es una nueva versión de los Aliados –con mayúscula– surgidos durante la Segunda Guerra Mundial. Entonces Europa ganó, pero –cuesta decirlo– cuando ya había perdido. Cuando era un montón de toneladas de escombros y millones de muertos. No debe volver a ocurrir. Europa debe resistir. Y esto no han dejado de repetirlo personajes emblemáticos como los historiadores Anne Applebaum y Timothy Garton Ash. Y también, claro, el malogrado disidente Aleksei Navalni.