Faltan hombres en el 'ejército del Papa', que estudia abrir la puerta a las mujeres
Cada vez hay menos interesados en nutrir la Guardia Suiza, que solo acepta a hombres jóvenes
Roma“Juro servir fielmente, lealmente y con honor al pontífice reinante y sus legítimos sucesores”. La fórmula, antiquísima, se reproduce cada año en el Patio de San Dámaso, en el corazón del Palacio Apostólico del Vaticano, donde cada uno de los nuevos soldados de la Guardia Suiza toma con la mano izquierda la bandera y con la derecha alza al cielo los dedos pulgar, índice y del medio, simbolizando la Santísima Trinidad. Este sábado, 23 nuevos reclutas se unieron oficialmente al cuerpo de la Guardia Suiza Pontificia con este ritual tradicional, una de las ceremonias más pintorescas dentro del Vaticano, que inaugura una misión con más de 500 años de historia. Todos los guardias del Papa son hombres, al menos de momento, pero esto podría cambiar los próximos años.
El juramento se celebra cada año en recuerdo de los 147 guardias suizos que murieron defendiendo al papa Clemente VII contra el ejército de Carlos V. Era el 6 de mayo de 1527 cuando Roma fue atacada brutalmente por las tropas del emperador español. Los oficiales consiguieron salvar al pontífice escondiéndolo en el castillo de Sant'Angelo, al que llegaron a través de un pasillo secreto. Pero solo 42 de los 189 guardias suizos papales que estaban de servicio en ese momento sobrevivieron a la matanza.
La historia del ejército del Papa, uno de los más antiguos del mundo, está rodeada de leyendas. Una asegura que el uniforme oficial, de estilo renacentista y con los colores de la bandera vaticana, fue diseñado por el propio Miguel Ángel, aunque la realidad es que el actual fue creado a principios del siglo XX inspirándose en Rafael.
A pesar de que están entrenados para usar pistolas y fusiles, los guardias suizos solo llevan una espada y una alabarda, un arma medieval parecida a una lanza. Con ellas se comprometen a defender al Santo Padre, controlar las entradas de los edificios de la Ciudad del Vaticano y proteger el colegio de cardenales durante la sede vacante. Una responsabilidad, pero sobre todo un honor, para el que cada vez hay menos candidatos.
Una herencia familiar
La oportunidad de servir y proteger al Santo Padre no está al alcance de todo el mundo. Solo pueden optar hombres solteros de entre 19 y 30 años de nacionalidad suiza con al menos 1,74 metros de altura, que hayan aprobado el acceso a la universidad, hayan superado un periodo de formación en las fuerzas armadas helvéticas y sean, obviamente, de religión católica. A cambio, los que entran a formar parte de la Guardia Suiza reciben unos 1.500 euros al mes. Una oferta quizás no muy tentadora para los ciudadanos de uno de los países más ricos del mundo que, a pesar de esto, aceptan gracias al hecho de que en el país helvético pertenecer a la guardia vaticana es en muchas familias una tradición que se hereda de padres a hijos.
El papa Francisco modificó recientemente los requisitos para permitir que puedan contraer matrimonio después de prestar servicio durante cinco años, siempre que se comprometan a quedarse en el cuerpo al menos tres años más. Aun así, ni siquiera esta flexibilidad de las condiciones ha aumentado el número de potenciales candidatos, que cada año disminuye drásticamente. Es por eso que la apertura del ejército del Papa a las mujeres para aliviar la escasez de vocaciones hace tiempo que dejó de ser un tabú.
Remodelaciones para acoger a mujeres
El problema es que los edificios donde viven la mayoría de los guardias solteros –los que están casados conviven con sus familias en apartamentos– no están adaptados para alojar a mujeres. Pero el papa Francisco autorizó hace un par de años la renovación de la sede actual, que prevé la creación de espacios exclusivos para las reclutas futuras de sexo femenino. En los nuevos cuarteles, cuyas obras finalizarán en 2026, habrá habitaciones individuales con baño privado y no solo dormitorios comunes como hasta ahora.
La presidenta de la Fundación de la Guardia Suiza, Ruth Metzler-Arnold, reconoció la satisfacción por que finalmente se abriera el debate sobre la posible admisión de las mujeres en el cuerpo, pero la última palabra corresponde al pontífice, que siempre ha mostrado la voluntad de integrar a las mujeres laicas en puestos de responsabilidad dentro del Vaticano.