El jefe de la Iglesia anglicana renuncia por el mayor escándalo de abusos de la institución
El arzobispo de Cantebury miró hacia otro lado ante las denuncias de un predador de al menos 130 víctimas
LondresCrisis profunda en el seno de la Iglesia anglicana. Su jefe, el reverendo Justin Welby, el arzobispo de Canterbury, de 68 años, ha renunciado este mediodía al cargo de primus inter padres de la Comunión Anglicana Global al conocerse la falta de una cuidadosa gestión, por desistimiento de funciones, en el mayor escándalo de abusos a menores que ha manchado nunca la institución. Miles de sacerdotes, también la mayoría de los obispos que forman el sínodo general, llevaban días pidiendo su renuncia. Ha caído así el hombre que enterró a Isabel II y que coronó Carlos III. Todo un símbolo delstatu quo que hace años gozaba de una fama de progresista, de formar parte de la ola woke.
Finalmente, después de días de una enorme presión, en un comunicado, Welby ha aceptado que "debía asumir la responsabilidad personal e institucional" por el "largo y doblemente traumático" período de dolor que han tenido que asumir las víctimas. La razón última es que en el 2013 –aunque tuvo indicios antes, en concreto en 1981– fue informado de las extremadamente graves acusaciones que pesaban contra John Smyth, un abogado cristiano evangélico muy vinculado al anglicanismo y miembro del Consejo de la Reina, que aprovechó su posición de director de campamentos de verano cristianos en los años 70 y 80, y también a lo largo de este siglo, por cometer todo tipo de vejaciones contra al menos 130 niños y jóvenes. Pese a saberlo, Welby no lo denunció a la policía.
Ha pedido perdón. Pero demasiado tarde. Las voces más relevantes de la Iglesia anglicana –obispos y arzobispos, como Londres, York o Liverpool– han asegurado en las últimas horas que su posición era “insostenible”. Y el primer ministro, Keir Starmer, ha rechazado en dos ocasiones apoyarle.
Esta mañana, poco antes de que se hiciera pública la renuncia, Welby y el rey Carlos III, gobernador Supremo de la Iglesia de Inglaterra, pero que deja el liderazgo espiritual y las decisiones religiosas del día a día en la figura de el arzobispo de Canterbury, han hablado a través de intermediarios de las consecuencias generadas por la publicación, la semana pasada, del Informe Makin, sobre el caso Smyth. Y la única decisión posible no ha tardado en hacerse efectiva.
Cinco décadas de impunidad
Los abusos de Smyth se alargaron durante cinco décadas. Pero podrían haberse expuesto a la luz pública en el 2013, cuatro años antes de que se conocieran en detalle, si el arzobispo le hubiera denunciado entonces. En lugar de hacerlo, la institución miró hacia otro lado y ese mismo año Smyth se trasladó a Zimbabue, donde fundó otro campamento para niños pequeños.
"Los oficiales de la Iglesia sabían del abuso y no tomaron las medidas necesarias para evitar que se produjeran más", dice el informe. En 2018, Smyth murió con 75 años en Ciudad del Cabo, Suráfrica, mientras era investigado por la policía. No le llevaron ante la justicia.
La verdad sobre el personaje salió a la luz en el 2017, a raíz de una investigación periodística de The Daily Telegraph y Channel 4. Las víctimas han dejado testigos escalofriantes. Smyth les invitaba a su casa, donde, además de abusar, les azotaba las nalgas desnudas, entre otras perversiones. El informe Makin considera que si bien "es posible que [el arzobispo] no supiera de la extrema gravedad de los abusos, lo más probable es que tuviera algún nivel de conocimiento de las preocupaciones que despertaba John Smyth". De hecho, la semana pasada, el arzobispo Welby admitió que ya en 1981 se le había advertido que "se mantuviera alejado" de Smyth por razones sobre su comportamiento sexual que quedaban implícitas en la advertencia.
En 2017 Welby se encontró con Smyth cuando el abogado se ofreció como voluntario para montar campamentos de verano en Zimbabue, en los que más tarde se demostró que también se habían producido abusos.
A pesar de los indicios y certezas, el arzobispo de Canterbury elogió al abogado el mismo 2017 diciendo: "Según lo recuerdo, [Smyth] era un orador encantador, muy inteligente y brillante". Afirmó, sin embargo, que "no era un amigo suyo, no estaba en su círculo íntimo ni en el círculo íntimo de la dirección del campo, ni mucho menos".
Un 'progre' en frente de la Iglesia
Cuando en 2013 fue nombrado arzobispo de Canterbury, Justin Welby era visto como el posible modernizador de la Iglesia anglicana, que más allá de las cualidades intelectuales y espirituales tenía también un perfil de ejecutivo. De hecho, hasta 1989 ejerció como alto directivo de la petrolera francesa Elf Aquitaine, en tanto que responsable de los proyectos en África Occidental y en el Mar del Norte. Abandonó la posición al oír la llamada de Dios. Con estos antecedentes, se le consideraba capaz de gestionar cuestiones muy sensibles, y financieramente preocupantes, como los abusos en el seno de la Iglesia, o de otros asuntos como el matrimonio homosexual y la ordenación de mujeres obispos.
Welby cae por un asunto procedimental. Paradójicamente, bajo su mandato, la Iglesia de Inglaterra pasó a ser una organización centralizada, dirigida a través de iniciativas verticales, las parroquias entendidas como simples avanzadas de la voluntad de la diócesis y del equipo central de arzobispo. Su singladura empezó bien. A raíz del movimiento Occupy, un hombre que había formado parte de la Comisión Parlamentaria de Normas Bancarias del 2012 y que sabía moverse en una sala de juntas, parecía lo más adecuado para los tiempos que se vislumbraban que erudito de otro mundo, como el suyo predecesor, Rowan Williams.
Pero el hombre que logró, finalmente, que las mujeres se ordenaran obispos, que se había educado en Eton y en Cambridge, y que después de la crisis financiera y durante los años de la austeridad conservadora pareció que se convertía en uno más de los jóvenes que protestaban frente a la Catedral de San Pablo en contra de las injusticias sociales y de un mundo que no cuidaba del medio ambiente, llegó a la máxima responsabilidad de la Iglesia lleno de secretos. El primero, el de su filiación. Su madre, antes de casarse con su padre y darlo a luz, Jane Welby, secretaria personal de Winston Churchill, tuvo una breve relación con el secretario privado de Churchill, Anthony Montague Browne, fruto de la que va nacer el futuro sacerdote. Miembro de la Casa de los Lores, Welby es la quintaesencia de la élite británica.
Que caiga por un asunto de abusos es poco más que una consecuencia lógica de sus palabras. Al hablar de otras organizaciones sacudidas por escándalos parecidos, como la BBC a raíz de los crímenes cometidos por su estrella Jimmy Savile, Justin Welby había dicho que si una organización comete estos errores, "los líderes deben asumirlos".