Postverdad y personajes esperpénticos en la Rusia de Vladimir Putin

3 min
Portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores ruso, Maria Zakharova

Es inevitable que en una guerra como la de Rusia contra Ucrania se asomen personajes extravagantes, patéticos y esperpénticos desde ángulos insospechados. La mayoría son gente instalada junto al poder que, en un momento determinado, escenifican inquietantes secuencias. Justo cuando estalló la guerra, Magarita Simonian, directora del canal RT y de la agencia Sputnik, considerada la ministra de Propaganda de Vladimir Putin, amenazó con echar de Rusia al cantante icono del pop soviético Ala Pugatxova y su joven marido Maksim Galgkin por haberse pronunciado en contra del ataque a Ucrania.

Simonian no se pasó de reprochar a Pugatxova haberse casado con un hombre veintisiete años más joven que ella. Un hombre que la ministra de Propaganda llegó a calificar de vividor y de homosexual. Simonian, la periodista preferida de Putin y, al parecer, amante del líder durante una temporada, controla tan bien los mecanismos de las fake news y de la posverdad que puede decirse que ha creado escuela.

Maria Zajarova, encaramada al poder como portavoz del ministerio de Asuntos Exteriores –el MID–, tiene una intensa trayectoria de mentiras. La más digamos venial sería acusar cada dos por tres de terrorista al gobierno de Kiiv. Un terrorismo que tendría la cobertura del Reino Unido y de Estados Unidos. He dicho antes venial porque la acusación contra Kiiv que María Zajarova escenificó en junio, en el plenario del Foro Económico de San Petersburgo, da miedo. Según la portavoz del MID, el territorio ucraniano se ha convertido en un centro de tráfico internacional de órganos humanos. Y afirmaba: "El régimen de Kiiv está dispuesto a hacer lo necesario para obtener apoyo militar. Incluso con los órganos de los cuerpos de sus propios ciudadanos".

La acusación, difundida por la agencia oficial Tass, no ha empujado ni a los medios ni a los parlamentarios rusos a interpelar a Zajarova. Quizás porque los despropósitos y las mentiras de Margarita Simonian y Maria Zajarova están recubiertas de un telón perfumado y glamuroso que las protege de lo que llamaríamos trifulcas de estado. Por este tipo de revuelos ya hay un reparto de papeles que no decepciona en nada a los analistas. Antes de convertirse en un personaje maldito por el Kremlin, a Evgeni Prigojin, el jefe de Wagner, Putin le hizo rico permitiéndole crear Concord, el monopolio del catering estatal.

Eran momentos de felicidad que compensaban a Prigojin los años prisión y persecución cuando su único espacio de relación era el lumpen. A Prigojin le gusta recordar la afición de Putin por el mundo gastronómico y que el abuelo del presidente había sido cocinero de Lenin. Putin no habla de ello, y menos sabiendo la famosa salida de Lenin: que la responsabilidad de un liderazgo comunista supera a la de un jefe de gobierno de estilo occidental, donde incluso una cocinera puede llegar a primera ministra.

Por esas cosas de la vida, al supermercenario Prigojin la historia le acabará asociando con otro criminal, el presidente checheno Ramzan Kadírov –¿fue quien montó el asesinato de la periodista Anna Politkóvskaya y del líder liberal Boris Nemtsov?–. Kadírov vive días dulces después de haber exhibido ante Putin su lealtad a raíz de la rebelión de Prigojin. Para recompensarle, el presidente ha movido hilos para que el sobrino de Kadírov, Yakub Zakriev, de 32 años, pase a dirigir la filial rusa de Danone, expropiada a raíz de la guerra. En Rusia parece claro que las tramas mafiosas no renuncian a la visibilidad.

stats