Crisis política en el Reino Unido

La renuncia de la ministra de Interior agrava la crisis de Truss, que se aferra al cargo

"Soy una luchadora y no abandono", afirma la 'premier' británica mientras el caos en Downing Street continúa

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Liz Truss, al costa del ministro de Economía , Jeremy Hunt, durante la sesión de control del Parlamento , este miércoles.

LondresTres horas después de que la primera ministra británica, Liz Truss, sobreviviera este miércoles a mediodía a una comprometida sesión de control en la Cámara de los Comunes, le ha estallado otra crisis en las manos. La ministra de Interior, Suella Braverman, una radical antiinmigración y favorable al envío de migrantes a Ruanda, ha dimitido debido a lo que ella misma ha definido en su durísima carta de renuncia como una "infracción técnica". La crisis desatada por la ya exministra, y las escenas de caos que ha vivido Westminster el miércoles al atardecer durante una votación en la que ha habido gritos, empujones y acoso entre diputados tories, hacen muy posible que Truss ni siquiera acabe en Downing Street este jueves.

La dimisión de Braverman se ha producido después de que miércoles por la mañana enviara un documento oficial sobre inmigración, a través de su correo electrónico particular, a una persona no autorizada a recibirlo. “Fingir que no hemos cometido errores, continuar como si todo el mundo no pudiera ver que los hemos cometido, y esperar que las cosas salgan bien por arte de magia no es una política seria. Me he equivocado; acepto la responsabilidad; renuncio”. Implícitamente, Braverman acusaba a Liz Truss de no dimitir a pesar de los gravísimos errores que ella ha tenido en política económica.

Además, Westminster va lleno de rumores sobre el hecho de que el documento no había sido consensuado por el gobierno y especialmente era contrario a los planteamientos del nuevo ministro de Economía, Jeremy Hunt, perfectamente conocedor de la necesidad de cambiar la política migratoria del país, una vez el Brexit ha limitado y reducido la fuerza laboral. Y este jueves por la mañana, la prensa británica explica que el martes Braverman, Hunt y Truss tuvieron una muy tensa reunión de 90 minutos para que la cesada ministra se comprometiera a una política migratoria más flexible.

De hecho, en la carta de dimisión, Braverman aprovecha la ocasión para criticar "la dirección del gobierno Truss", que ha abandonado todas las promesas relativas tanto a rebajas fiscales como inmigración. Asegura: "Estamos viviendo un momento convulso. Estoy preocupada por la dirección del gobierno. No solo hemos incumplido las promesas clave que se hicieron a nuestros votantes, sino que también me preocupa seriamente el compromiso del gobierno de honorar los compromisos del programa electoral, como por ejemplo reducir el número total de migrantes y parar la inmigración ilegal, sobre todo la peligrosa llegada de pequeñas embarcaciones" por el canal de la Mancha.

El nuevo episodio muestra el caos en el que vive el gobierno británico, que pierde el segundo ministro en menos de una semana y solo hace ocho que empezó a trabajar. De momento, la estabilidad que prometía Truss se deshace como un terrón de azúcar. Braverman, una figura emergente en la derecha pro Brexit del partido, muy popular entre las bases conservadoras por su dura retórica antiinmigración, había competido también en la carrera por el relevo de Boris Johnson. El sustituto de Braverman es Grant Shapps, que había apoyado a Rishi Sunak en las primarias tories, al que la propia Truss despidió hace seis semanas como ministro de Transporte y que pidió la dimisión de la premier hace solo dos.

Sesión de control

A la bomba lanzada por Braverman a media tarde se ha añadido todavía horas después la confusa dimisión de la Chief Whip, la jefa de la disciplina de los conservadores, Wendy Morton, y su número dos, Craig Whittaker, síntomas evidentes del caos en el que se encuentra el partido. La aparente renuncia de Morton y Whittaker se ha conocido mientras se esperaba el resultado de una votación sobre el fracking, y el levantamiento de la prohibición que había prometido el gobierno en el manifiesto electoral de 2019, que el propio gobierno había considerado por la mañana como una cuestión de confianza.

Por lo tanto, exigía a sus diputados que votaran de su lado, a pesar de que contravenía el compromiso adquirido y que muchos parlamentarios saben que sus votantes no quieren que haya fracking en sus circunscripciones. Más de treinta tories, sin embargo, han votado contra las órdenes de Truss, en una demostración más del estado en el que está el partido. Tanto que dos horas y media después desde Downing Street aseguraban que Morton y Whittaker seguían al mando de las tareas disciplinarias del partido.

En todo caso, la situación es tan extraordinaria que el parlamentario conservador Chris Walker ha afirmado, en declaraciones a la BBC, que "la paciencia tiene un límite", después de las escenas vividas desde la presentación del minipresupuesto y antes de la votación de este miércoles. Entre otras razones, porque se han producido las mencionadas y vergonzosas situaciones de empujones, gritos y amenazas, en el momento de la votación, entre los propios diputados conservadoras. El ministro a la sombra para Escocia, Ian Murray, también lo ha denunciado, entre otras, en Twitter. Y ahora el presidente de la cámara investiga los hechos.

Todo ello ha oscurecido, y mucho, el relativo respiro que Truss había conseguido en la sesión de control matinal y hace que sus esperanzas de resistir en Downing Street se hayan reducido todavía más, al mínimo, a pesar de que en el intercambio de golpes con el líder de la oposición no actuó de manera catastrófica, como el pasado viernes en una conferencia de prensa para explicar el cese de su primer responsable del Tesoro, Kwasi Kwarteng, de la cual salió a todo correr.

El tiempo que había conseguido ganar a mediodía se le ha escapado por la noche. Y es muy posible que no resista ni siquiera a la presentación del nuevo plan fiscal que prepara el ministro Hunt, y que se presentará el 31 de octubre, día de Halloween. Una fecha quizás escogida ad hoc porque con las noticias que ya ha avanzado Hunt, de recortes y "decisiones difíciles" en un futuro inmediato, millones de personas ya están muy asustadas.

Con un guion muy pautado, que siguió en todo momento, dijo que “soy una luchadora y no abandono”, un mensaje dirigido más que a la oposición laborista a su partido, que se quiere deshacer de ella cuanto antes mejor. La falta de una alternativa clara, sin embargo, todavía la salva.

Pero su incompetencia ha quedado ampliamente demostrada en 43 días en el poder, en los que no solo ya ha cesado o perdido a dos ministros, sino en los que ha conseguido doblar las primas mensuales de millones de hipotecas, casi poner fin a 1,5 billones de libras de fondos de pensiones del país y elevar los intereses que el gobierno tiene que pagar por los bonos del Tesoro a treinta años.

En los Comunes, Truss, a mediodía del miércoles, había vuelto a entonar el mea culpa por los "errores cometidos", pero como si hubieran sido un accidente meteorológico, imposibles de evitar, y no fruto de sus propias acciones. "He admitido y corregido los errores", ha dicho. Pero cuando se rompe un jarrón es imposible volverlo al estado original, que es exactamente lo que ha pasado con las finanzas públicas del país.

La premier ha repetido una de las frases que hizo famosa Theresa May durante su turbulento mandato: "Soy una luchadora y no abandono", que de hecho May había cogido de uno de los arquitectos del Nuevo Laborismo, Peter Mandelson.

Sorprendentemente, la premier se ha comprometido a respetar el compromiso electoral del partido de 2019 de subir las pensiones en línea con la inflación –que este miércoles se ha situado en septiembre en el 10,1%–, y esto que veinticuatro horas antes, desde Downing Street, el nuevo ministro de Economía, Jeremy Hunt, había informado de que no se podría garantizar y aseguraba que no se podía comprometer a ello. Y esta mañana, el ministro de Exteriores tampoco ponía la mano al fuego.

Liz Truss, en la tribuna de los Comunes, este miércoles.

La estrategia del títere

El líder de la oposición, Keir Stermer, con algunas frases ingeniosas, tampoco ha salido del guion que llevaba escrito y no ha incidido, por ejemplo, en el agujero en las finanzas públicas que ha causado el lío del llamado minipresupuesto del exministro de Economía de Truss.

No ha conseguido un KO, pero quizás es lo que quieren los laboristas: tener un títere en Downing Street el máximo tiempo posible, aunque la premier ha demostrado que se puede levantar del suelo. Aunque sea momentáneamente y de milagro.

Las sesiones de control al ocupante de Downing Street son, sobre todo, fuegos de artificio, con intercambio de golpes y esgrima verbal. Desde este punto de vista, el show solo podía acabar de dos maneras. O bien como un desastre absoluto para Truss, con lo cual habría firmado la sentencia inmediata, o bien como se ha acabado: con una primera ministra que ha obtenido algo más de tiempo. Pero el problema para la premier es que el daño que ha causado no tiene solución. Truss ya solo sobrevive hora a hora porque gobernar no gobierna.

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