Relaciones Reino Unido-UE

Starmer insinúa la libre movilidad de los jóvenes con la UE

El 'premier' británico viaja a Alemania para "resetear" las relaciones con Berlín y con la Unión Europea

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Keir Starmer y Olaf Scholz, en la cancillería de Berlín, este miércoles, a mediodía.

LondresLa cruda sinceridad exhibida este martes por el primer ministro británico, Keir Starmer, cuando anunció a sus conciudadanos que habrá que subir impuestos, y que el presupuesto de octubre "será doloroso", no llega más allá. Y menos aún cuando en el horizonte se insinúa el término Brexit o se apunta la posibilidad de una libre movilidad entre el Reino Unido y la Unión Europea (UE), aunque sólo sea para los jóvenes de entre 18 y 30 años, y por un tiempo limitado.

El Brexit, la madre de muchos de los males de las islas británicas durante los últimos años, sigue siendo el Santo Grial de la derecha xenófoba y anarcoliberal, y el laborismo, que no lleva ni cien días en el poder, actúa con pies de plomo. No quiere que nadie acuse al partido de "subvertir la voluntad del pueblo", el populista eslogan invocado en el momento del referéndum, en el 2016. El resultado es que el premier es capaz de decir algo y la contraria al mismo tiempo. Y sin sonrojarse.

Es lo que ha hecho este miércoles en Berlín, donde Starmer primero ha cerrado la puerta a un pacto para fomentar la movilidad entre los jóvenes de la Unión y Reino Unido y después no ha descartado la creación de algún tipo de sistema para establecer vínculos similares. Por ejemplo, los intercambios de estudiantes. Londres abandonó el programa Erasmus cuando se completó el divorcio con la Unión. Y es que en Brexitland es necesario rebautizar las cosas para hacerlas digeribles.

El premier había viajado hasta la capital alemana para, de acuerdo con sus palabras, sentar las bases de "un ambicioso reset" de las relaciones con Alemania y con Europa. Un reinicio, sin embargo, que no debería suponer en ningún caso "revertir al Brexit, ni volver a entrar en el mercado único y en la unión aduanera". Es decir, la cuadratura del círculo: más cerca que después del Brexit pero no tan cerca como antes.

El encuentro era el quinto entre Olaf Scholz y Starmer desde el triunfo laborista del 4 de julio. Su objetivo primordial era la negociación de un tratado bilateral de cooperación. Ciencia, tecnología, desarrollo, negocios y política migratoria son sus ejes básicos, que no entran en materia reservada para la Comisión Europea, como es el comercio. Antes de finales de año, Londres quisiera haber ratificado un protocolo que se refleja en el que firmaron entre Francia y Reino Unido en 2010.

Planeando sobre la cumbre también había un tema recurrente, que la Comisión Europea ya puso encima de la mesa en el mes de abril. Entonces la presidenta, Ursula von der Leyen, propuso en el Downing Street de Rishi Sunak la firma de un programa para facilitar la recíproca libertad de movimientos de los jóvenes de 18 a 30 años, con el objetivo de que pudieran trabajar y estudiar por un período de hasta cuatro años. Bruselas cree que el descenso de la movilidad de los jóvenes entre los Veintisiete y las islas es uno de los efectos más perjudiciales del Brexit, sobre todo a largo plazo.

Londres dijo entonces que no. Negativa doble: del gobierno y de la oposición, que entonces encabezaba Starmer, y que no quería aparecer meses antes de las elecciones como el premier que traicionaría al Brexit y que recuperaría la libre circulación de personas. Era la misma prudencia –o falta de coraje para hablar de las necesidades reales de la economía del país– que ha mostrado en Berlín este mediodía, cuando ha dicho que sí pero no, pero quizás. Porque en la capital alemana Starmer ha declarado: "No tenemos planes para un plan de movilidad juvenil, pero sí tenemos planes para una relación más estrecha entre nosotros y la UE". ¿Qué quería decir?

La UE, de momento, mantiene la oferta y Londres la rechaza o intenta redecorarla. Bruselas quiere un acuerdo global y no que Reino Unido negocie bilateralmente con los países de su preferencia –Francia, Alemania, España e Italia–, para marginar, sobre todo, a los del este.

En opinión del especialista en relaciones con la Unión Europea Catherine Barnard, de la Facultad de Derecho de la Universidad de Cambridge, "hay mucha presión para relajar las normas de movilidad para los jóvenes" a ambos lados del Canal . De hecho, la semana pasada la prensa británica volvió a informar de que esa posibilidad estaba siendo considerada por el gobierno laborista.

De forma alambicada Starmer ha insinuado esta posibilidad en Berlín. "Cualquier conversación futura con la UE para un acuerdo para mejorar el Brexit se basaría en nuestras líneas rojas, incluido el veto a la libre circulación de personas". Como recuerda la profesora Barnard, "no debe confundirse lo que es la movilidad juvenil con la libre circulación de personas" imperando en la Unión.

El premier intenta hacer manos y mangas para abrir la puerta para que los jóvenes europeos vuelvan a llenar las universidades en crisis del Reino Unido mientras trabajan y se ganan unas libras sirviendo peines de cerveza o haciendo de baristas en los cafés. Por otra parte, el sector universitario, que sufre una crisis galopante por el aumento de las matrículas y las restricciones a los europeos, acabará hundido, y el de la hostelería sin mano de obra. Starmer lo sabe, pero también que no puede decir toda la verdad. O no se atreve a hacerlo. Porque el Brexit sigue siendo pólvora populista.

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