Reino Unido

Sunak gana una votación clave para mantener vivos los "vuelos de la vergüenza" en Ruanda

Los Comunes aprueban los principios generales de una ley que restringe mucho la posibilidad de presentar alegaciones para oponerse a ella

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Un momento del debate de esta tarde en los Comunes, con el secretario de Estado para Inmigración, Michael Tomlinson, dirigiéndose a la cámara.

LondresEn el cuarto aniversario de la victoria electoral de Boris Johnson, el primer ministro británico, Rishi Sunak, ha salvado este martes una votación clave de uno de los proyectos de ley estrella de su mandato, el de deportación a Ruanda de los migrantes que llegan sin papeles al Reino Unido, mayoritariamente a través del canal de la Mancha. Así, los Comunes han aprobado esta noche lo que en la práctica era una legislación de emergencia para superar la sentencia del Tribunal Supremo del Reino Unido, que declaró ilegal la medida.

Por 44 votos de diferencia (313 a 269), la cámara ha permitido así que la ley continúe la tramitación. La diferencia de votos es mucha más de la que se aventuraba al inicio de la jornada, cuando el primer ministro se ha reunido en Downing Street para almorzar con los potenciales rebeldes y tratar de convencerles de que votaran a favor.

Los 44 votos de margen no son los 56 de la mayoría del gobierno, pero son cuatro quintas partes. De hecho, incluso se especulaba con la posibilidad de que el gobierno perdiera la batalla, lo que habría supuesto un enorme golpe para la autoridad de Sunak, que se habría convertido en el primer jefe de gobierno en asumir una derrota de un proyecto de ley en segunda lectura desde 1986.

Aliviado por el resultado, poco después de la votación Sunak ha hablado del tema en la red social X: "El pueblo británico debería decidir quién llega a ese país, no bandas criminales o tribunales extranjeros. Esto es lo que ofrece este proyecto de ley. Ahora trabajaremos para que sea ley y podamos hacer que despeguen los vuelos hacia Ruanda y detengamos las pateras".

Los problemas para Sunak, sin embargo, no han terminado esta noche si bien se han desvanecido en gran medida. Porque los potenciales rebeldes, que minutos antes de la votación han anunciado que no podían apoyar la ley en su forma actual –finalmente se abstuvieron 38 conservadores, y no ha habido ningún voto en contra–, han comunicado que se reservaban el derecho a votar no si el texto no se modifica en las posteriores etapas del recorrido legislativo. El próximo año el proyecto entrará, pues, en comisiones y se escrutará artículo por artículo, y los críticos de las llamadas cinco familias de la extrema derecha del Partido Conservador presionarán para introducir enmiendas que, a su juicio, hagan inviolable la ley desde todos los puntos de vista.

Renegociación con Kigali

Ante la decisión tomada por el Tribunal Supremo el mes pasado, Downing Street ha renegociado con el gobierno de Ruanda el tratado que había establecido previamente, y en el que ha acordado que pese a que la demanda de asilo de los solicitantes sea rechazada por Kigali, los migrantes nunca serían enviados a su país de origen, circunstancia crucial para el pronunciamiento del más alto tribunal del país. La segunda novedad que introduce la ley es que está diseñada para dificultar mucho que tanto el propio Tribunal Supremo del Reino Unido como cualquier otro tribunal, el Europeo de los Derechos Humanos, por ejemplo, pueda bloquear la deportación. Sin embargo, los críticos consideran que el texto aún permite a los solicitantes de asilo que presenten, de forma individual, una reclamación a los tribunales si sienten que ellos mismos serán especialmente perjudicados al ser enviados a Ruanda. Éste es el núcleo de la disputa de los conservadores. El ala derecha del Partido Conservador argumenta que el hecho de que haya todavía alguna posibilidad de impugnación legal básicamente obstaculiza la deportación. Sin embargo, los moderados consideran que la ley va demasiado lejos.

La situación vivida en los Comunes ha recordado mucho todo lo que vivió Teresa May en el 2019 cuando intentaba que se aprobara su tratado del Brexit. Pese a la suficiente holgada victoria de Sunak, los tories, sea por el Brexit o por la inmigración, son un partido roto. La inminencia de las elecciones, que pueden ser en primavera o otoño, y el ostentar el poder hacen más por la unión que todas las diferencias ideológicas que les separan. Sunak se comprometió a principios de año a detener las pateras con migrantes ilegales a través del canal de la Mancha y, desde el punto de vista estratégico, a llevar adelante esta política, que en la práctica es una gota agua por hacer frente a la llegada de migrantes.

La posibilidad de enviar migrantes a Ruanda se puso sobre la mesa el mes de abril del año pasado, cuando todavía era primer ministro Boris Johnson. Veinte meses después y 300 millones de libras invertidos en el programa, por el momento no han producido ningún resultado. Con 165.000 solicitudes de asilo pendientes de tramitación, 45.000 migrantes llegados el pasado año a través del Canal y unos 24.000 que habrán llegado a finales del 2023, poder enviar a 300 personas a Ruanda es, sólo, un acto de propaganda. Pero, en estos momentos, el gobierno Sunak ha hecho de la inmigración un caballo de batalla electoral, el clavo al rojo vivo al que se agarra desesperadamente para intentar reducir la distancia en las encuestas con los laboristas, por ahora de veinte puntos.

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