Georgi Alburov: "Una viceministra de Putin sigue haciendo sus negocios en España pese a las sanciones contra Rusia"
Periodista y bloguero colaborador de Navalni
BarcelonaGeorgi Alburov (Ufá, Rusia, 1989) es uno de los colaboradores más estrechos de Aleksei Navalni, el principal opositor de Vladimir Putin, que cumple varias condenas en una cárcel de máxima seguridad en Rusia. Activista social y político, es periodista y bloguero y encabeza el equipo de investigación de la Fundación Anticorrupción de Navalni junto a Maria Pevtxikh.
¿Cómo valora la muerte de la cúpula de Wagner?
— El terrorista Putin ha derribado el avión del terrorista Prigojin. En cualquier caso, un terrorista menos. Ahora lo interesante será saber si Prigojin había preparado documentos comprometedores por si Putin y su régimen le mataban.
Cuando usted se unió a Aleksei Navalni en el 2011, ¿se esperaba que Rusia llegaría a ser lo que es hoy?
— En 2011 éramos todos más románticos. Ahora vemos cómo Putin libra una guerra a gran escala en Ucrania, envenena a los opositores... El pasado parece un juego de niños. Todo ha tomado una dimensión que no podíamos imaginar: el fraude electoral, la corrupción, los asesinatos políticos... Sólo podemos decir que hace diez años teníamos razón cuando decíamos que Putin llevaría al país a la guerra y la catástrofe.
Usted mismo ha hecho documentales infiltrando drones en las residencias de Putin y Medvedev por destapar la corrupción del gobierno ruso, que después ha difundido en YouTube con la Fundación Anticorrupción. Ahora también ayuda a los rusos que intentan escapar de la guerra, más de 1.500 este año, según su compañero Leonid Volkov. ¿Qué impacto tiene su trabajo?
— Tuvo un impacto muy importante. Nuestras investigaciones hicieron cambiar la mentalidad de la gente. El expresidente y ex primer ministro Medvedev se hundió en las encuestas tras nuestras revelaciones. Ahora nos estamos acercando a los 120 millones de visualizaciones de estos vídeos y vemos cómo el impacto cala fondo entre la población rusa. Antes de las elecciones publicábamos investigaciones de los candidatos más sucios de Rusia Unida, el partido de Putin. En 2020, cuando Navalni fue envenenado, estábamos realizando precisamente una investigación contra el candidato de la región de Tomsk, que finalmente perdió ante el candidato independiente. Pero, además de las investigaciones, tenemos proyectos de medios en internet que tienen mucho impacto.
También han denunciado que algunos altos cargos rusos afincados en España esquivan las sanciones contra Rusia.
— Torrevieja, Málaga y Marbella son los lugares preferidos de los corruptos de Putin desde los años 90. Desde que empezó la guerra hemos realizado varias investigaciones sobre colaboradores de Putin que han comprado casas. Tales como Yelena Issinbayeva, la mayor del ejército ruso que ayudó a Putin a reescribir la Constitución y contribuyó a desencadenar esta guerra. Ahora, en cambio, vive tranquilamente en Tenerife sin sanción alguna. O Tatiana Golikova, viceministra del gobierno, que es una de las principales cómplices de Putin. Tiene un club de golf y tres mansiones en San Roque. Ahora mismo podrías ir y pagar 50 euros por una partida, y se los embolsaría una criminal de guerra. Y esto ocurre porque España no tiene en cuenta la realidad que viven los funcionarios rusos para aplicar las sanciones. Como en todos los sistemas mafiosos, ellos nunca ponen ningún activo a su nombre. Todo está a nombre de parientes o hombres de paja. Según su declaración de renta, Golikova no tiene nada porque todo está a nombre del hijo de su marido, que se ha convertido en un millonario porque ella le ha adjudicado los contratos de compra de vacunas. Su hijo es el principal proveedor de vacunas en Rusia. Esto lo sabe todo el mundo y, inexplicablemente, casi dos años después del inicio de la guerra, Golikova mantiene intactos sus negocios y propiedades en España. Nada impide a las autoridades españolas poner fin a estos negocios manchados de sangre. De hecho, la República Checa acaba de incautar las propiedades de los hijos del propietario de una empresa que fabrica misiles para Rusia, Boris Obnosov. Esperamos que España haga lo mismo.
Está en contacto con Navalni, que continúa en prisión. Cómo está viviendo la última condena a 19 años de cárcel?
— Tenemos canales de contacto con Aleksei, pero no podemos dar ningún detalle, porque una palabra de más sería suficiente para romperlos. Sabemos que no está desanimado y está decidido a continuar la lucha. No se ha desmoronado, porque él ya contaba con una condena de 20 años de cárcel. Ha dicho que lo que pretende el poder con esto es aterrar a la gente, hacer que se callen. Aleksei sabe que no está en prisión por los jueces sino por decisión de Putin, y que continuará entre rejas hasta que Putin caiga o bien hasta que le interese más que esté fuera.
¿Y por qué no le han matado en prisión?
— Hemos demostrado que en 2020 intentaron matarle y no nos hacemos ilusiones: sabemos que es un rehén en manos de quienes intentaron asesinarle y que su vida está bajo una amenaza permanente. Por desgracia, no sabemos cómo se toman las decisiones en estos casos. Sabemos cómo se ejecutan las órdenes, pero no cómo funciona la maquinaria para decidir matar a alguien. Por eso debemos estar muy atentos a todo lo que ocurra con Aleksei e informar a la sociedad.
¿Cómo califica al régimen de Putin?
— Por un lado, es un régimen muy corrupto y, por otro, es un régimen dictatorial en toda regla. Es la combinación de cleptocracia y dictadura. Durante muchos años, Putin se dedicó a robar, a construirse palacios y a comprarse yates. Mientras hacía esto, todo le fue bien. Luego llegó al punto al que llega todo el mundo que tiene dinero y recursos ilimitados. Un día se levantó y comprendió que tenía todo el dinero del mundo, todo el sistema controlado y empezó a pensar cómo podía perpetuarse en su grandeza y dejar su huella en la historia. No ser sólo alguien que tenía muchos yates y ponía veneno en los calzoncillos de sus opositores. Y tampoco podía permitirse abandonar el poder, porque si lo hacía sería juzgado por una corrupción monstruosa. Fue entonces cuando decidió dedicarse al juego de la política y la historia: guerras, anexiones... Lo que ha llevado a Rusia a la catástrofe es tener en el poder un maníaco durante casi 25 años.
¿Qué piensa de la guerra de Ucrania?
— Es una guerra criminal, monstruosa, desencadenada por un maníaco que sólo pretende aparecer en los libros de historia y en Wikipedia como el unificador de la Gran Rusia. Ésta es una guerra contra Ucrania, pero también contra la propia Rusia. Está arrancando a los jóvenes rusos de sus familias, enviándoles a una muerte segura. Estamos hablando de 100.000 muertes por bando, son unas cifras monstruosas, que no veíamos desde la Segunda Guerra Mundial. Esta guerra no tiene sentido, Rusia no estaba bajo ninguna amenaza, sólo responde a las ambiciones personales de Putin. Sin Putin, la guerra terminaría. La victoria de Ucrania sería el fin de Putin, porque Rusia no quiere hacer la guerra. Rusia debe ser un país normal, que se dedique a desarrollar su economía, a hacer avanzar la ciencia. Deseo de todo corazón la derrota de Putin en Ucrania: que ganen los buenos, como en las películas.
¿Por qué no vemos más protestas contra la guerra, mayor oposición a Putin dentro de Rusia?
— Hay oposición a la guerra, pero no puede expresarse, ni siquiera en las encuestas. Porque si en Rusia te preguntan qué piensas de la guerra y tú haces alguna crítica, puedes acabar en prisión, y el entrevistador también. Tenemos condenas a 10 años de cárcel. Más de 20.000 personas han sido detenidas por protestar contra la guerra. También la emigración es una forma de protesta: tenemos la mayor ola migratoria de los últimos treinta años. Los rusos no quieren hacer la guerra y eso se ve, porque ni siquiera con toda su maquinaria propagandística Putin ha podido encontrar a 50.000 personas dispuestas a ir al campo de batalla voluntariamente. Por eso ha tenido que decretar una movilización forzosa. Detienen a gente en la calle y al día siguiente están luchando en la frente. Todo esto no sería necesario si los rusos estuvieran de acuerdo con el conflicto. Aquí puedes manifestarte contra la guerra y luego volver a casa, pero en Rusia si sales con una pancarta, sesenta segundos después te encontrarás en el suelo con la cara contra el asfalto y puedes acabar diez años entre rejas.
¿Tiene esperanza de que las cosas cambiarán pronto?
— Vivimos una situación en la que todo es imprevisible. El motín de Wagner lo demuestra. Sólo sabemos que algún día Rusia será feliz y próspera, pero es imposible saber cuándo. La guerra, la muerte y el mal no pueden durar eternamente.