El ataque ruso a Ucrania

Familias rotas por una frontera: "Mi hermana no se cree que Rusia esté matando ucranianos"

Las poblaciones de Izium y de Liman empiezan a recuperar la vida cotidiana después de la retirada de las tropas rusas

Núria Garrido
3 min
Dos mujeres ante un edificio destruido, a Izium, esperando que llegue la ayuda humanitaria

Izium-Liman (Ucrania)El Kremlin hace trabajar a marchas forzadas su maquinaria propagandística para justificar la invasión de Ucrania. También para esconder a la opinión pública las atrocidades que están cometiendo sus tropas contra los civiles, sobre todo los rusófonos, los mismos a los que los propagandistas de Moscú habían prometido salvar del gobierno de Kiev, que tildan de “nazi”. La narrativa impuesta por Vladímir Putin, en muchos casos, ha conseguido lo que buscaba: legitimar este conflicto y maquillar los ataques de su ejército. Y esto está rompiendo los estrechos vínculos familiares que muchos ucranianos tienen en Rusia.

Es el caso de Lumila, una mujer de Izium de 70 años. En esta ciudad de la región de Járkiv recientemente liberada por el ejército ucraniano, después de meses de infierno, ahora puede pasear más tranquila por la plaza central, que se ha convertido en símbolo de la resistencia: en todo el día no dejan de sonar canciones como Bella ciao y el himno nacional ucraniano. Lumila va con su marido, cada uno con su bicicleta. Este se ha convertido en el principal medio de transporte para la mayoría de los vecinos que todavía viven aquí. Lumila ha vivido en primera persona el horror de la ocupación rusa, pero lo que más le ha dolido ha sido la deslealtad de su hermana, que vive en Rusia. “Cuando hablábamos con ella por teléfono, se atrevía a decirnos que no tuviéramos miedo y que los rusos no nos harían nada”, recuerda, y se pone a llorar.

Estas palabras eran lo último que esperaba después de estar meses escondida en un refugio sin electricidad ni agua y con poca comida. “Mi hermana no tiene la culpa de este conflicto, pero no puedo asimilar que ponga en entredicho los crímenes de guerra que los rusos están perpetrando”, dice. Su nuera nunca podrá olvidar esta guerra. “Perdió una pierna, un brazo y el hijo que llevaba en el vientre en un bombardeo ruso. No tengo palabras para explicar lo que siento. Por suerte, ella y mi hijo ahora están en Estocolmo, a salvo”, explica.

Volver a respirar después de meses escondidos en los refugios

Roma, de 60 años, tampoco quiso marcharse de casa cuando las tropas rusas ocuparon la ciudad. “Por supuesto que teníamos miedo. Pero yo tenía claro que no dejaría mi tierra. Durante todo el día no hacíamos otra cosa que oír las explosiones: era horrible”, recuerda. A pesar de todo, este ucraniano ha vuelto a recuperar la sonrisa y está dispuesto a resistir hasta conseguir la "victoria total" de su país. “Yo ya estoy jubilado, pero quiero volver a trabajar como voluntario cuando tenga oportunidad”, añade. Tamara, de 81 años, también es un poco más optimista estos días: “Por fin he podido volver a vivir a mi piso y dejar el refugio. Tenemos electricidad y los voluntarios nos traen cada día comida”.

Hace unos días el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, denunció ante el Consejo Europeo los escenarios “espantosos” que están saliendo a la luz en las zonas liberadas de la región de Járkiv. “Nos recuerda todo mucho a Bucha e Irpín”, dijo, en referencia a las localidades del norte de Kiev que fueron liberadas después de los primeros meses de invasión y expusieron al mundo las masacres crueles de civiles. Zelenski pidió la creación de un tribunal especial que juzgue los crímenes de guerra cometidos por el Kremlin. En Izium ya se han exhumado 400 cuerpos, la mayoría de civiles desarmados, enterrados en fosas comunes durante la ocupación.

A dos horas en coche de este punto está Liman, una ciudad del Donbass que las tropas rusas también han perdido hace tan solo dos semanas. En el cementerio, los forenses trabajan sin descanso en una de las principales fosas comunes, donde se calcula que hay unos 120 civiles. Mientras exhuman el cuerpo de uno de los civiles, al mismo tiempo se oye de fondo el fuego de la artillería rusa. El frente está a tan solo siete kilómetros. Recuperar la cotidianidad, aquí, todavía está lejos.

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