La gente de Odesa se entrena para el combate urbano

Los civiles reciben nociones básicas de manejo de armas y primeros auxilios en un centro de entrenamiento

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Katerina y su amiga Sonya entrenando a Odessa

Enviada especial a Odessa (Ucrania)La academia militar de la Universidad Politécnica de Odesa se ha convertido estos días en un improvisado centro de entrenamiento de civiles, que se preparan para la guerra urbana. Las tropas rusas están a solo 130 kilómetros de la ciudad portuaria del mar Negro, en el sur de Ucrania, y también se espera un ataque anfibio desde el mar, además de los bombardeos aéreos. La gente cree que el ataque es inevitable y quieren aprender a defenderse.  

“Nuestro país está en guerra y nos tenemos que proteger. Y yo quiero tener el máximo de posibilidades de sobrevivir y de ayudar a la gente que tengo cerca”, dice Katerina, una psiquiatra de 36 años, cuando hace una pausa para fumar un cigarrillo entre las tres fases que tiene el entrenamiento: primeros auxilios, técnicas de guerrilla urbana y aprender a montar y desmontar un Kaláshnikov y un chaleco antibalas. "Aquí nadie estaba preparado para la guerra", concluye.

En los pasillos de este edificio de aire soviético, los instructores militares entrenan a maestros, médicos, enfermeras, mecánicos, conductores, periodistas, abogados y albañiles. Ellos son la última línea de la defensa: primero está la aviación, la infantería, el cuerpo de voluntarios de la Defensa Territorial y después todo el mundo que esté en condiciones de luchar, como pueda.

Instrucción en ruso

“Tac-tac-tac”, dice el instructor haciendo ver que dispara, colocado delante de dos filas de cinco personas, hombres y mujeres, que avanzan empuñando Kaláshnikov en desuso. La clase se da en ruso, porque Odessa es una ciudad de mayoría rusófona. O sea, son ucranianos rusófonos aprendiendo a utilizar armas de fabricación rusa, en una clase en ruso, para combatir a los invasores rusos. Queda claro que en Odesa tampoco recibirán a las tropas enviadas por el Kremlin con pan y sal, como manda la tradición eslava, por mucho que Vladímir Putin lo haya prometido a sus soldados. El oficial se pone espalda contra espalda con un compañero y grita “Stoy!” (¡Párate!) para indicarle que se le han acabado las balas, entonces el de atrás pasa adelante y vuelve: “Tac-tac-tac”. Los alumnos repiten la secuencia tres veces, concentrados para no olvidar ningún detalle y con una expresión de vértigo. El siguiente ejercicio es aprender a moverse en grupo, vigilando siempre al compañero de delante y con los fusiles apuntando arriba. En la sala de al lado un médico explica técnicas de reanimación con un muñeco de plástico como los que se utilizan en las facultades de enfermería, pero su consejo más importante es sencillo: “Mantener la calma. Mientras estás vivo hay esperanza y tienes que pensar que todo irá bien”. En otro rincón aprenden a cargar las armas con balas de fogueo. La gente no tiene armas en casa, pero sabemos que en Kiev el gobierno ha repartido 25.000 fusiles entre la gente de los barrios.

Curso de primeros auxilios en Odesa.

De golpe suena la alarma antiaérea. Antes de que se oigan las sirenas en la calle, suenan en la aplicación que casi todo el mundo tiene instalada en el teléfono móvil. Se abren todas las puertas y una ochentena de personas bajan en orden al sótano, que no es exactamente un refugio. Al cabo de unos minutos la aplicación indica que ha pasado el peligro. En Odesa no caen misiles rusos desde el 24 de febrero, el primer día de la invasión, cuando destruyeron dos edificios civiles próximos a dos instalaciones militares. En la academia militar tres hombres se afanan en colocar planchas gruesas de madera en todas las ventanas. La entrada está protegida con sacos de tierra y no nos dejan acceder hasta que nos acompaña un periodista local y demostramos con documentos y enseñando nuestros artículos publicados en la web del ARA que realmente somos periodistas.

“Los rusos están entrando en nuestro país y no muestran ningún tipo de humanidad; hemos visto cómo han atacado a los civiles en Kiev, Járkov y Mariúpol. Es más que probable que Odesa, nuestra ciudad, sea la próxima y quiero estar preparado para proteger a la gente que quiero y todo el mundo que pueda a mi alrededor: protegernos y proteger nuestra manera de vivir. Solo nos queremos defender, no queremos ser parte de Rusia”, dice Vlad, un traductor de 30 años, y nos explica que le costó sacar a su madre de Ucrania, porque quería quedarse, y no se atreve a decirnos dónde está ahora. Su hermano es marinero y ahora se concentra en ganar dinero para mantener la familia en la diáspora. Nadie sabe decir cuánto se alargará esta guerra.

Exceso de voluntarios

Los jóvenes que encontramos en el centro de entrenamiento dicen que se presentaron voluntarios a la Defensa Territorial, pero no les aceptaron porque ya tenían demasiada gente dos días después del inicio de la invasión. La idea de entrenar civiles en la academia salió de un grupo llamado Centro de Ideas de la Resistencia, nos explica el Mijaólo, un ceramista que ahora se encarga de coordinar a los instructores médicos.  

La gente de Odesa ha pasado del estado de choque de encontrarse en medio de una guerra que no se esperaban, que les ha destrozado la vida y ha roto sus familias a prepararse para hacer frente al invasor. Si hace falta calle por calle y puerta por puerta.

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