Israel libra la batalla demográfica con reproducción asistida

El país es líder mundial en fertilización 'in vitro' y tiene la tasa de natalidad más alta de la OCDE

P.J. Armengou
3 min
Un israelí de los territorios ocupados con su bebé en brazos.

JerusalénIsrael es el único país del mundo donde el estado financia la fertilización in vitro (FIV) en mujeres de hasta 45 años y, en los casos en que se hace mediante la donación de óvulos, hasta 54 años. El erario público costea hasta ocho ciclos del procedimiento y hasta tres hijos por pareja. En comparación, en España el límite es a los 40 años, se financian hasta tres ciclos y solo pueden optar parejas sin hijos o que ya tengan embriones congelados.

“No hay en el mundo ningún país más desarrollado en este aspecto”, asegura el investigador Ido Alon, autor de varios estudios sobre el uso de la reproducción asistida en Israel y en España. El experto indica que, a pesar de que la tasa de nacimientos por FIV es parecido en los dos países (sobre el 4%), el número de ciclos en Israel es “el más alto del mundo, en proporción con su población”: 41.143 en 2016, el último del cual se tienen datos. Un total de 20,6 ciclos por cada mil mujeres. “Y el número continuará creciendo”, sostiene.

Las razones de esta apuesta social y política a favor de la natalidad y del uso de la reproducción asistida se encuentran en la idiosincrasia del país y del judaísmo. El profesor Avishalom Westreich lo resume en tres motivos. “En primer lugar, por demografía, porque hay un interés en fortalecer la nación; en segundo lugar, por historia, porque tenemos que llenar un vacío de 6 millones de judíos muertos durante el Holocausto; y, en tercer lugar, por religión, porque se nos señala la importancia de procrear”, explica al ARA.

Así, el mandamiento bíblico de “sed fecundos y multiplicaos” se mezcla en Israel con la historia del pueblo judío, pero también con la necesidad de ganar la batalla demográfica a los palestinos. A pesar de que los israelíes judíos continúen siendo mayoría (cerca del 74% de la población), los árabes musulmanes y cristianos, u otros ciudadanos no judíos, han pasado de ser el 17,9% de la población en 1948 al 26,1% en 2021. Ya hay cerca de 2,5 millones de israelíes no judíos ante 6,9 millones de judíos. Sin contar la población de los territorios palestinos, mayoritariamente árabe, que crece a un ritmo del 2% anual. “Existe la sensación de que estamos ante una amenaza constante y que tenemos que ser fuertes”, confirma Alon. “En Israel no hay nada más importante que tener hijos. Y no solo es importante tener hijos, sino también tener suficientes... Dos o tres se considera poco”.

Las tasas de natalidad, tanto por vías naturales como por reproducción asistida, sitúan Israel al frente de los países de la OCDE, con 3,01 hijos por mujer. Se trata de una cifra menor a la de los territorios palestinos (3,56) pero muy superior a la de otros países desarrollados como España, con 1,23 hijos por mujer. Así, Israel crece en población a un ritmo del 1,8%, una cifra que es todavía más alta entre los judíos ultraortodoxos (1,9%); una comunidad que crece más deprisa que la de los judíos laicos (1,2%) y que se espera que duplique el número en 16 años.

A pesar de que las técnicas de reproducción asistida en Israel son accesibles para laicos y religiosos, e incluso para los ciudadanos israelíes de origen árabe, las mujeres ultraortodoxas hacen un uso especial de ello si no tienen posibilidad de tener hijos de manera natural. La urgencia religiosa y política para tener hijos es todavía más grande en estas comunidades: el estudio de la Torá y la procreación son sus principales ocupaciones y, en muchos casos, viven en asentamientos en Cisjordania.

El factor religioso

La fertilización in vitro no supone un problema moral para los judíos. A diferencia del catolicismo, explica Westreich, el judaísmo no considera que un embrión sea un ser humano hasta el día 40 de gestación. Y, a pesar de que no está bien visto que se pierdan óvulos o embriones judíos, “se es más flexible ante estas técnicas”. “Se sabe que en el proceso se pueden perder embriones, pero se considera un mal menor”, concluye este especialista en ley judía y de familia.

Donde sí que hay una cierta polémica social, dice Alon, es alrededor de los problemas que supone para las mujeres someterse a excesivos procedimientos de FIV, que incluye procesos de hormonación y de extracción de óvulos. “Para los sanitarios es evidente que se está haciendo un uso excesivo de ello, pero políticamente es muy difícil que alguien lo quiera cortar porque es muy popular”, afirma.

También hay un debate religioso en la fertilización in vitro con donación de óvulos, porque es la mujer quien transmite la identidad religiosa a los hijos. “Se presentan dilemas como, por ejemplo, qué define la maternidad. Si es algo genético, de gestación o de crianza”, dice Westreich. Con todo, estos debates acostumbran a quedar en segundo plano, coinciden los dos expertos: lo que se considera más importante es hacer crecer el pueblo de Israel.

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