"¿Dónde está Kate?": errores de comunicación y teorías de la conspiración asedian a los 'royals'
La tormenta desatada por la foto manipulada se apacigua ligeramente en Reino Unido, pero desde Estados Unidos el escándalo se magnifica hasta la burla
Londres"¿Dónde está Kate?" La pregunta la hacía la semana pasada el actor y cómico Ronny Chieng en el popular The Daily Show, uno de los programas de entretenimiento más seguidos de la televisión estadounidense. Un interrogante espetado antes de la pifia de la foto retocada de forma torpe del pasado domingo, día de la Madre en Reino Unido, y las posteriores disculpas del lunes de la princesa de Gales.
Este martes por la noche, en el mismo The Daily Show, se ha bromeado de lo que, en el mejor de los casos, es un monumental error de comunicación, y se han abombado algunas de las muchas especulaciones que circulan en las redes sociales sobre la salud y la vida privada de la futura reina, esta vez a cargo de la pareja que forman Desi Lydic y Michael Kosta. Lo mismo ha hecho Stephen Colbert en The Late Show, de la CBS. Y el problema no es tanto que Lydic y Kosta o el propio Colbert se tomen en serio los rumores, como han despojado a la monarquía inglesa de la supuesta seriedad que tiene o debería tener. Y mientras no aparezca Kate, podrán añadir leña al fuego.
De nada ha servido, pues, la justificación de Kate asumiendo toda la responsabilidad por la manipulación de la imagen. En una época en la que la generación de fotos falsas por inteligencia artificial o con programas de edición puede hacer desconfiar incluso de lo que se ve, la credibilidad de la monarquía más escrutada del mundo ha salido muy tocada.
Defensores y críticos
Así, el lunes en Daily Mail la periodista Liz Jones escribía que ya "no se puede confiar en el Palau [de Kensington]". No han faltado, cómo no, los abalanzados defensores. Ayer martes, desde el Telegraph, incondicional de la monarquía, Camilla Tominey, directora adjunta, aseguraba que no hay para tanto, y que se sabe perfectamente dónde está Kate: "En la casa de campo de Adelaide, en Windsor. Se está recuperando de la intervención quirúrgica. La gente puede haber olvidado que pasó 13 noches en una clínica de Londres". Pero también admitía que "hubiera sido mejor que el Palacio de Kensington diera detalles sobre la operación para detener las especulaciones". Y en un nuevo zigzag final, remachaba: "Pero debemos apreciar que la familia real tiene una expectativa razonable de privacidad".
The Sun coincidía el martes con Camilla Tominey y en la editorial argumentaba que "todo junto había ido demasiado lejos". Pero un ex director del diario, David Yelland, se preguntaba al mismo tiempo si el asunto se puede agravar: "No quiero decir esto, pero lo haré de todos modos. Creo que Kate está a un paso de convertirse en un problema de reputación muy importante, por ejemplo, si la foto original [la de la princesa con sus tres hijos] no se parece en nada a la que vimos". Porque el Palacio de Kensington no la muestra es otro de los interrogantes no resueltos, y que no hace más que alimentar a la polémica. La controversia es interminable. Y, como ya se ha apuntado, no acabará hasta que no aparezca Kate en imágenes sin adulterar y, a ser posible, sonriendo y con el anillo de casada.
Precedentes
Históricamente, la monarquía inglesa, primero, y la británica, después, se ha visto rodeada de polémicas similares. Anna Bolena, la segunda de las seis esposas de Enrique VIII, fue ejecutada (1536) tras ser declarada culpable de adulterio –uno más de los rumores que circulan sobre Kate Middleton–, incesto y traición. Aunque los especialistas en el periodo han diferido sobre su inocencia o culpabilidad, sí se ha demostrado que los cargos por los que se la juzgó y condenó fueron, al menos parcialmente, el resultado de chismes instigados por facciones rivales que pretendían tomar el poder en la corte.
La reina Victoria (1819-1901) fue ampliamente considerada como una esposa leal. Sin embargo, ella también se convirtió en objetivo de muchos rumores por la estrecha amistad con el sirviente escocés John Brown después de que su marido, el príncipe Alberto, muriera en 1861. Sobre Diana de Gales también fueron incontables los rumores: sin ir más lejos, que el hijo Enric era el hijo de un amante o que estaba embarazada de Dodi Al Fayed cuando murió, en el accidente del Puente del Alma, de París, en agosto de 1997.
Desde su muerte y el pacto no escrito que hicieron los medios de comunicación con los Windsor –que no incluye al príncipe Enrique, en cruzada permanente contra los tabloides–, el Palacio de Buckingham se había acostumbrado a mantener menos o menos bajo control la cobertura mediática de la familia, a pesar de algunas excepciones. Como por ejemplo las fotos en topless de la propia Kate, que se acabaron publicando en una revista francesa en verano de 2012. Con la llamada rotación real se pretendía que a cambio de un acceso regulado a los eventos públicos del clan, se guardara la privacidad, especialmente de los hijos.
Isabel II fue, hasta cierto punto, un dique de contención, por una veneración que tenía sus raíces en una sociedad heredera del imperio. Esto ya es historia, pero también porque el siglo XXI es el de las redes, las fake news y la desinformación. Carlos III aún debe demostrar que puede gobernar la Firma con la misma firmeza que la madre. El cáncer del que se está tratando quizá no ayuda. Pero la casa real necesita ofrecer mejores respuestas a las teorías conspirativas y la desinformación de las plataformas si quiere mantener la confianza de los británicos. Incluso sacrificando la privacidad que se ha invocado en el caso de la operación de Kate Middleton. Lo dice este miércoles la columnista del Daily Mail Sarah Vine, cuando escribe si la casa real debe cambiar de estrategia comunicativa: "Guillem y Kate [deben poner] fin a todas las especulaciones aclarando qué está pasando realmente". De lo contrario, concluye, "se arriesgan a ahogarse en un pantano generado por ellos mismos".