Le Pen fracasa por tercera vez pero obtiene el mejor resultado de la ultraderecha
BarcelonaLa extrema derecha se ha vuelto a quedar fuera del Elíseo. Francia no ha seguido los pasos de los Estados Unidos de Donald Trump ni del Reino Unido del Brexit. Con el 41,2% de los votos según las estimaciones de voto, Marine Le Pen ha perdido por tercera vez una segunda vuelta, aunque ha mejorado su resultado del 2017, cuando se quedó con el 33,9%. Un porcentaje que casi duplica el de su padre, Jean-Marie Le Pen, que en el 2002 obtuvo el 17,8% ante Jacques Chirac en la primera vez que los ultras llegaron a la segunda vuelta. En su discurso al saberse los primeros sondeos, ha hablado de "victoria extraordinaria" y ha evitado felicitar a Macron por su reelección.
Después de haber seguido la estrategia de hacerse respetable contraponiéndose a un Éric Zemmour que encarnaba las tesis más clásicas antiinmigración e islamófobas, Le Pen ha llevado el Reagrupamiento Nacional al mejor resultado de su historia. Pero todavía se queda corta para postularse como alternativa. Presentándose como la voz contra la arrogancia del establishment, no ha conseguido atraer el voto de los electores de Jean-Luc Mélenchon, que se quedó a solo 1,1 puntos de Le Pen en la primera vuelta. Y la abstención del 28,2% –entre los cuales había quienes no estaban dispuestos a votar entre el malo y la peor– no la ha beneficiado lo suficiente. Solo un 17% de quienes optaron por Mélenchon en la primera vuelta han apoyado a Le Pen, el mismo porcentaje de los que han optado por el voto en blanco o nulo, y un 24% han decidido no votar, según los estudios demoscópicos. De hecho, ni siquiera ha podido convencer a todos los electores de Zemmour, un 10% de los cuales ha optado por Macron en lugar de la ultraderechista, saltándose la consigna de voto que dio Zemmour.
A sus 53 años, la tercera hija de Jean-Marie Le Pen ha edulcorado su discurso y su imagen. Ya no clama por la salida de Francia del euro ni de la UE, ni tampoco por la pena de muerte, y ahora asegura que el islam es "compatible con la República". Ya no se presenta con uniforme de caza, sino como amante de los gatos, un mensaje que explota entre sus 2,6 millones de seguidores en Twitter. Su mérito es la "desdiabolización" de un partido que a principios de siglo era ampliamente percibido como una amenaza para la democracia y ahora se ha convertido en una formación homologada y próxima a las preocupaciones de lo que ella denomina la "Francia olvidada". Una extrema derecha que ya no da miedo.
Animal político
Le Pen es un animal político que mamó la ultraderecha de su padre, a quien acompañaba a hacer campaña cuando tenía solo 15 años, después de que protagonizara un escandaloso divorcio con su madre. Licenciada en derecho, ironías de la historia, había trabajado de abogada de migrantes sin papeles en un tribunal de París. Con 26 años fue elegida consejera regional de Nord-Pas de Calais y su ascenso en el aparato del partido, entonces Frente Nacional, fue turbulento: defendiendo posiciones "modernizadoras", sobre el aborto o la religión, se enfrentó a los caciques, que fueron rápidamente apartados por su padre. A partir del 2002, después de la derrota ante Chirac, empezó a salir de la sombra de su padre y encontró en el norte del país, golpeado por el paro y la desindustrialización, el terreno abonado para sembrar sus ideas. Entre el 2004 y el 2009 fue eurodiputada y en 2011 ganó las primarias y cogió el relevo de Jean-Marie Le Pen, que conservó el lugar de presidente honorífico. Fue candidata al Elíseo por primera vez en 2012, cuando obtuvo un 17,9% de los votos en la primera vuelta. Más tarde protagonizó uno de los grandes dramas políticos de la historia de Francia: personalmente, defenestró a su padre, después de que defendiera que las cámaras de gas de la Segunda Guerra Mundial eran un "detalle" de la historia. El lavado de cara necesitaba un cambio de siglas y el partido pasó a denominarse Reagrupamiento Nacional.
Ahora queda la duda de cuál será el futuro de Marine Le Pen, tres veces derrotada en las urnas. Hace unas semanas insinuó que no volverá a ser candidata de aquí a cinco años, pero hoy ya se ha dejado la puerta abierta. Otras figuras jóvenes emergen dentro de la ultraderecha, como Jordan Bardella, el hijo de migrantes italianos que creció en la banlieue, o su propia sobrina, Marion Maréchal, que apoyó a Zemmour en la primera vuelta.