En Líbano los políticos se vacunan primero
Observadores independientes supervisan la campaña de vacunación para evitar que se priorice a los mandatarios
BeirutLa campaña de vacunación es un reto mundial. Pero en Líbano, además de combatir el coronavirus, se tiene que luchar contra la corrupción política. El plan de vacunación contra el covid-19 acaba de empezar y los escándalos se multiplican día tras día. Primero fue la vacunación en bloque de una docena de parlamentarios, que sin cita previa recibieron la vacuna en el mismo hemiciclo, donde se hicieron instalar un lugar de vacunación que no estaba registrado. El día siguiente salió a la luz que el octogenario presidente Michel Aoun, la primera dama y una decena de miembros de su círculo más próximo habían sido vacunados en el palacio presidencial de Baabda sin respetar los turnos.
El Líbano experimentó un rápido ascenso en la curva de contagios de coronavirus durante el mes de enero, lo que hizo saltar las alarmas de una pandemia descontrolada que llevaría los hospitales a un colapso total, en un país ya en quiebra. Con el objetivo de frenar la oleada de contagios, el Banco Mundial decidió asignar al país del cedro 34 millones de dólares para poder adquirir 3 millones de dosis de la vacuna de Pfizer/BioNTech, para inocular unos 2 millones de libaneses. Sin embargo, antes de concederle el crédito, la organización supranacional puso como requisito que el plan de vacunación fuera transparente y equitativo. Era pedir demasiado.
Observadores de la Cruz Roja
Conocedor de los males que arrastran los políticos libaneses, el Banco Mundial quiso ser prudente y firmó un acuerdo de cooperación con la Federación Internacional de la Cruz Roja y la Media Luna Roja (FICR) para organizar un equipo de observadores independientes encargados de monitoritzar la campaña de vacunación. La misión de la FICR consiste en supervisar la cadena de suministro de la vacuna contra el covid-19 que incluye, entre otras cosas, el almacenamiento y el mantenimiento de existencias a la temperatura correcta, la prestación de servicios en los centros de vacunación registrados y la revisión diaria del número de inscripciones y asignaciones para que nadie se salte el turno.
Sin embargo, el equipo de observadores ha topado con el corrupto sistema político libanés. A raíz del claro abuso de confianza, el Banco Mundial lanzó miércoles una dura advertencia para recordar a las autoridades del país que si rompían el pacto se suspendería el crédito y no habría vacunas para el Líbano. Las miradas se focalizaron sobre la portavoz de la FICR, Sara Sidani, a quien ha tocado hacer el papel de justificar su organización ante los medios. En declaraciones al ARA, asegura que no fueron informados por el ministerio de Salud que un equipo médico móvil había ido al palacio presidencial para vacunar al presidente y a su familia. Sidani también desconocía que se hubiera montado un lugar de vacunación en el Parlamento para que sus señorías fueran inmunizadas.
La portavoz de la FICR explica al ARA que la misión, la primera de este tipo en el mundo, se está formando y que hasta ahora se han reclutado una treintena de observadores. “A medida que aumentan los centros de vacunación con la llegada de nuevas tandas de vacunas se requiere formar un número más grande de observadores para poder llegar a todos los hospitales del país”, detalla.
Los refugiados, olvidados
Líbano ha recibido hasta ahora 60.000 vacunas de Pfizer, pero el proceso está yendo muy despacio. “Estamos preocupados por la limitada cantidad de vacunas que han llegado al país. Nuestro centro de vacunación tiene capacidad para vacunar a 1.000 personas al día, pero las dosis que nos llegan son solo la mitad. Menos del 40% del personal sanitario ha sido vacunado”, se queja el doctor Eid Azhar, director de epidemiología del Hospital Saint George de Beirut. “Tenemos que estar preparados para afrontar una segunda oleada de coronavirus. Nuestra gente mayor es la que más se está muriendo”, avisa.
Otro de los puntos débiles del plan de vacunación es la olvidada población refugiada. Las autoridades sanitarias prometieron equidad a la hora de repartir las vacunas pero la proporción entre refugiados y ciudadanos libaneses es muy desigual. “Si no hay transparencia en la campaña, los refugiados se podrían quedar atrás”, advierte Zeina Khalil, portavoz del Banco Mundial.