Mediterráneo Central

"El médico entró y encontró a diez muertos amontonados al fondo de la patera"

MSF salva a 99 náufragos que habían zarpado de Libia y pasaron 13 horas a la deriva sin que las autoridades los ayudaran

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Los equipos de Metges Sense Fronteres recuperando los cuerpos.

BarcelonaCuando parecía que habían conseguido poner a todo el mundo a salvo se dieron cuenta de que algo no cuadraba. Habían podido rescatar a 99 náufragos de la cubierta de una barcaza de madera, que llevaba 13 horas a la deriva en las aguas que separan a Libia de Italia, cuando uno de los supervivientes los advirtió de que los que iban dentro del casco no salían. Que no se movían. "El médico que iba en la lancha de rescate entró y comprobó que había diez cuerpos con señales evidentes de asfixia: olía muy mal, a gasolina", explica por teléfono al ARA Juan Gil, jefe de misión de Metges Sin Fronteras, a cargo del Geo Barents, el barco de rescate de la ONG en el Mediterráneo Central. "La barca era muy pequeña e inestable y dentro eran tantos que no se podían ni mover, e inhalaban los gases del motor. Los supervivientes tampoco supieron que estaban muertos hasta que entramos", explica.

Los supervivientes que han visto morir a amigos y familiares, junto con los náufragos de los otros dos rescates que hizo la organización humanitaria el martes, todavía están en alta mar esperando a que las autoridades italianas les asignen un puerto para desembarcar. "A bordo hay un sentimiento de solidaridad, porque todos son conscientes de que habrían podido ser ellos los muertos, pero están muy afectados y no tendrían que tardar ni un minuto más en poder llegar a tierra firme", reclama Gil.

Ceremonia a bordo

Las organizaciones humanitarias se ocupan, en primer lugar, de los vivos, pero no dejan a los muertos atrás. Tardaron casi dos horas en recuperar los cuerpos y subirlos a bordo del barco de rescate. "Por respeto a los muertos y a sus familias". Los supervivientes que los conocían del penoso viaje, que en algunos casos dura años, y con los cuales habían compartido el infierno de Libia, identificaron a los muertos y mientras se escribían estas líneas se celebraba una pequeña ceremonia religiosa en el barco.

Al menos 1.200 personas se han dejado la piel en la ruta central este año, según los datos oficiales. "Eso es lo que pasa con las medidas de contención de los estados de la UE. Delegar el control de fronteras a la guardia costera libia no resuelve el problema: lo que hacen falta son vías seguras para que la gente no se tenga que tirar al mar", recuerda. Y es que los náufragos no solo tardaron 13 horas en recibir ayuda, sino que los guardacostes libios, entrenados y financiados por Italia y la UE, intentaron capturarlos ante los ojos del equipo humanitario, al cual le impidieron actuar durante un buen rato.

La mayoría de los supervivientes, procedentes de Guinea, Nigeria, Costa de Marfil, Siria, Sudán o Somalia (entre los cuales se encuentran 61 menores), han estado atrapados mucho tiempo en el "círculo vicioso de Libia: pagan a un traficante para embarcar hacia Europa, son interceptados, los guardacostas los devuelven al centro de detención y empiezan otra vez de cero", destaca Gil.

Y cada vez que se repite la tragedia nos recuerdan que se habría podido evitar. Los voluntarios de Alarm Phone, que recibieron la llamada de socorro de la embarcación, no esconden su impotencia: "Lanzamos la alarma unas horas antes, pero no respondió nadie".

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