Los escándalos de Boris Johnson

¿Quién es la mujer que puede acabar con la carrera política de Boris Johnson?

Sue Gray, la número 2 del escalafón del funcionariado británico, había regentado un pub en Irlanda del Norte

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Una imagen de Sue Gray, facilitada por el gobierno británico

LondresGus O'Donnell, antiguo número 1 del funcionariado del Reino Unido hasta finales del año 2011, posteriormente muy involucrado en la campaña del Brexit a favor de la permanencia del país en la Unión Europea, dijo una vez en relación a su trabajo y a la de los servidores públicos: "De entre todas las personas de la administración británica que escribieran las memorias, las suyas serían las más valiosas, las más impagables y las más sensacionales. Estoy del todo seguro de que no las escribirá nunca: sus secretos se irán con ella a la tumba". Hablaba de Sue Gray, de 63 años, la mujer que está en boca de todo el mundo estos días en Westminster porque puede acabar con la carrera política de Boris Johnson a raíz de la investigación y el informe, de inminente publicación, sobre los escándalos del Partygate. Inminente pero que se hace esperar más de lo que se especulaba hasta la mañana de este miércoles.

Pero ¿quién es ella? ¿Qué se sabe, más allá del mantra que ha repetido todo el mundo hasta ahora relativo a su inviolable honestidad? Lo que es seguro es que no revelará las muchas o pocas presiones que puede haber recibido en las últimas semanas, desde que Johnson le encargó que estableciera "una relación general de la naturaleza de las fiestas" que tuvieron lugar en Downing Street y Whitehall durante los diferentes periodos de confinamiento, y que también estableciera si se tendría que emprender alguna "acción disciplinaria individual" contra los implicados.

Gray trabaja por encargo de su jefe directo, Johnson, quien podría ser el máximo perjudicado de sus conclusiones una vez se conozcan. Un hecho paradójico. No se espera ningún juicio, sin embargo, sino solo una enumeración de hechos a raíz de las pruebas obtenidas.

Una agente del estado profundo

Nacida en Londres, Sue Gray entró a formar parte de la administración pública a finales de los años 70. Con la excepción de una excedencia del servicio en los 80, durante la que regentó un pub en Irlanda del Norte, de donde es su marido, el cantante Bill Conlon, siempre ha trabajado en la administración. Es madre de dos hijos con Conlon.

De forma muy discreta, Gray ha pasado por algunos de los cargos de más responsabilidad de la burocracia de Whitehall, el corazón de la administración de Reino Unido. Tan discreta que tiene fama de mujer enigmática, con las calidades necesarias para ser una espía, cosa que le han preguntado recurrentemente las (pocas) veces que se ha dejado entrevistar. Obviamente, siempre lo ha negado, principio básico de supervivencia de cualquier espía.

Un perfil del año 2015 publicado por la BBC aseguraba que era "conocida por su determinación a la hora de no dejar rastros documentales". E informaba también de que había aconsejado a los asesores especiales de los diferentes ministerios sobre cómo destruir correos electrónicos mediante lo que denominaba una "supresión doble". A la vez, había hecho al menos seis intervenciones "para indicar a los [responsables] departamentales" cómo oponerse, con prácticas burocráticas legales pero tendentes al entorpecimiento, a las revelaciones a las que la administración está obligada cuando se invoca la ley de libertad de información" y la petición encaja dentro de los parámetros de la legalidad.

Gordon Brown, ex primer ministro laborista (2007-2010), habla de ella en sus memorias. Brown dice que es una mujer con la que se puede contar para obtener "unos consejos sabios cuando, como pasaba con demasiada regularidad, se producían mini crisis y crisis". Un periodista de The Guardian, Rajeev Syal, la ha descrito recientemente como "una agente intransigente". Y el también periodista político Andrew Gimson ha dicho que para Sue Gray "todo el poder de la función pública es su modus operandi". Y ha asegurado: "Debe su lealtad al gobierno permanente y al estado profundo". De alguna manera, pues, y esto tanto puede ser una ventaja como un inconveniente, está por encima del bien y del mal de todo aquello que afecta a los políticos. Y no se tiene que someter al veredicto de las urnas.

A partir de dos de sus investigaciones han caído algunos ministros del gobierno. En 2017 investigó a Damian Green, número 2 de Theresa May, que utilizó el ordenador del Parlamento para ver películas pornográficas. Los hechos se remontaban a 2008 y Gray estableció que había mentido cuando se lo investigó por primera vez y también sobre un presunto acoso a la periodista parlamentaria Kate Maltby. Otra de sus víctimas fue Liam Fox, ministro de Defensa de David Cameron, al que se investigó por invitar a una persona ajena a su staff, presuntamente su amante, a varios viajes oficiales. Fox dimitió en 2011, a pesar de que volvió al primer gobierno de Theresa May en 2016.

Además de la mención a su "independencia de criterio" que tanto gobierno como oposición no se han cansado de proclamar desde que Johnson le hizo un encargo envenenado, una broma también se ha esparcido por Westminster. "Si la antigua propietaria de un pub no sabe qué es una fiesta, ¿quién lo tendría que saber?" Parece, pues, que Gray es la persona más adecuada para analizar qué ha pasado en el Número 10. En función de lo que escriba, la fiesta acabará en gran resaca para Boris Johnson.

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