Los niños de Járkov: “Prefiero vivir en el metro porque aquí no se escuchan las explosiones”

Los niños de una de las ciudades más bombardeadas de Ucrania explican cómo están viviendo la guerra

Mira, de 8 años, enseña el palomo de la paz que ha hecho con un trozo de papel a la estación de metro de Khàrkiv.
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Enviada especial a JárkovCuando se le pregunta dónde prefiere vivir, si en casa o en el andén del metro, contesta con decisión y sin duda alguna: “En el metro”. Lo dice tan convencida que su respuesta desconcierta. ¿Por qué en el metro? “Porque aquí no se escuchan las explosiones”, aclara entonces. Se llama Mira, tiene 8 años y desde hace semanas vive en el suburbano de Járkov, la segunda ciudad más importante de Ucrania, donde los bombardeos han sido constantes desde el inicio de la guerra y donde se teme que la situación empeore todavía más si cabe después de la retirada de las tropas rusas de las afueras de Kiev, porque se prevé que ahora intensifiquen su ofensiva en el este de Ucrania. De hecho, las autoridades del país han pedido a la población que evacue las provincias de Járkov, Lugansk y Donetsk.

Es cierto que la mayoría de los refugiados que han huido de Ucrania son mujeres y niños, pero, a pesar de esto, todavía quedan muchísimos menores en el país. El metro de Járkov está lleno. Tanto es así que un grupo de voluntarios han empezado a organizar actividades para entretenerlos en las diferentes estaciones del suburbano.

Mira está en la estación de Zakhysnykiv Ukrainy con su hermano de 15 años. Según dice, su madre es dentista y sigue trabajando, y su padre está en otro refugio. Enseña con orgullo una paloma de la paz que ella misma ha fabricado con un trozo de papel porque, argumenta, quiere que se acabe la guerra. “Un día salí a dar una vuelta cerca de la estación”, explica como si fuera la gran cosa, porque ahora salir a la calle es todo un acontecimiento.

Un grupo de voluntarios organiza actividades para los niños que viven en las estaciones del metro de Járkov.

En la estación de Zakhysnykiv Ukrainy viven un centenar de personas, distribuidas entre el andén, el vestíbulo y las escaleras. Algunas incluso han plantado una tienda de campaña porque corre un aire gélido. Precisamente por eso Daniel, que tiene 7 años, duda en contestar cuando se le hace la misma pregunta: si le gusta vivir en el metro. “Mi cama está en el centro del andén y hace frío”, responde. Lleva allí “dos semanas o un mes”, no lo sabe muy bien. Está con su madre, su tía, sus primos y su abuelo. Su padre está trabajando, pero tampoco sabe precisar qué hace. “Juego con el móvil, ando por el andén y los pasillos...”, explica. A él tampoco le gusta la guerra: “No quiero que los edificios estén destruidos”. En Járkov, muchos barrios han quedado arrasados como consecuencia de los bombardeos rusos. ¿Hay algo que podía hacer antes y ahora no? Se queda pensativo un instante y al final responde: “No, porque lo que más me gusta es ver dibujos y aquí los miro n el móvil”.

Philip Moskalienko es uno de los voluntarios que acude cada día al metro para entretener a los niños. Según él, lo que más necesitan los pequeños es moverse, correr, saltar. Lo que sea, pero no estar quietos. “Antes de la guerra podíamos salir a la calle cuando queríamos”, se queja otra niña, Ira, que tiene 9 años y ella sí que tiene claro que querría volver a casa. Esta en el metro con su madre y su hermano de 7 años. Vasilisa, que tiene 12 años, declara que ella lo que echa más de menos es ir a la escuela. Es hermana de Philip y lo acompaña cada día al metro porque es el único lugar donde puede jugar con otros niños.

Los niños del metro de Járkov

Algunas escuelas de Ucrania han empezado a dar clases online si los profesores y los alumnos tienen posibilidad de conectarse a internet. Es el caso de Natalia Isupova, que es profesora de inglés de una escuela de primaria en Kiev y retomó las clases hace dos semanas, aunque ella ya no está en Ucrania, sino en una localidad cercana a París. “La primera pregunta que hice a mis alumnos es dónde estaban. Algunos seguían en Ucrania, pero otros estaban en Alemania, Austria, Polonia… La mayoría se han marchado”, explica por teléfono desde Francia. Según dice, el ministerio de Educación ucraniano ha anunciado que seguirá pagando el sueldo a los profesores aunque las escuelas estén cerradas.

Vivir en un hospital

Andrei tiene 7 años y es uno de los alumnos que ha retomado las clases a distancia. Él no vive en el metro, sino en un hospital en Járkov. Se ha mudado con su madre, que es enfermera y pensó que el lugar más seguro para su hijo era el hospital donde ella trabaja. "Confiaba en que los rusos no atacarían el hospital aunque ahora ya no sé qué pensar", dice su madre, que se llama Oksana y aclara que ella no es la única sanitaria que se ha instalado en el hospital porque ahora tienen turnos de trabajo maratonianos, de cuatro días seguidos. En su departamento antes trabajaban 35 enfermeras y ahora solo quedan 10. El resto han huido de Járkov.

Andrei con su madre, Oksana, en el hospital número 4 de Járkov, donde viven desde hace semanas.

Andrei tiene cara de estar aburrido. Se pasa el día en una habitación donde solo hay un par de camas y un televisor. No sale a la calle ni ve a otros niños. “Leo, dibujo, veo la tele”, contesta con desgana cuando se le pregunta qué hace durante todo el día. Su madre explica que lo que al niño le gusta de verdad es bailar: salsa, chachachá, tango… “El 20 de febrero participó en una competición y quedó el primero”, destaca orgullosa mientras enseña un vídeo en el que se ve a Andrei en plena actuación. Cuatro días después empezaba la guerra. Desde entonces no saben nada de Olga, la niña que era la pareja de baile de Andrei. Llaman al teléfono de sus padres y no contestan.

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