Reino Unido

Dos populistas en el 10 de Downing Street

Boris Johnson extiende la alfombra roja al líder ultraderechista húngaro Viktor Orbán

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Boris Johnson recibe Víktor Orban este mediodía de viernes a las puertas del 10 de Downing Street

LondresBoris Johnson siempre va un paso más allá. Retorciendo la frase de un histórico primer ministro de Su Majestad lord Palmerston, según la cual "Londres no tiene amigos, solo intereses", el premier ha conseguido demostrar que tampoco tiene escrúpulos. Característica común en la política exterior de cualquier estado, sea dicho de paso, pero especialmente pronunciada en el caso británico. Solo desde esta lógica se puede entender que Johnson haya recibido como quien oye llover las muchas críticas de las que se ha hecho merecedor por haber abierto las puertas de Downing Street, este mediodía del viernes, a su homólogo húngaro, Viktor Orbán.

El populista y ultraderechista líder del este europeo es una de las piedras en el zapato de Bruselas. Un hombre que no permite que las parejas gays puedan adoptar hijos ni tolera a los inmigrantes, mucho más cercano a la autocracia rusa de Vladímir Putin que a las democracias de la Unión Europea, a pesar de que Hungría forma parte de ella.

Sorprende que Orbán se haya convertido hoy en el segundo líder de la UE que aterriza en Downing Street después de que se haya formalizado el Brexit, el 31 de diciembre pasado, por delante de otros con más pedigrí democrático. O quizás justamente por eso, porque Orbán es una llaga en el estómago de la UE, no tendría que sorprender tanto. Entre otras razones porque el húngaro cantó bastante las excelencias del Brexit.

Afinidades personales

Los malpensados siempre pueden hablar de afinidades personales. No en balde, poco antes de llegar a Londres, se han aireado las declaraciones de Orbán al diario alemán Bild, de enero de 2018, en las que indicaba que su pueblo no quería acoger refugiados, ni de Siria ni de otras zonas en conflicto en Oriente Medio. Y consideró a los posibles recién llegados a Europa "invasores musulmanes" y los tildó de "veneno", un lenguaje propio de la ultraderecha europea, desde la que representa el holandés Geert Wilders hasta la del español Santiago Abascal, como se ha visto recientemente en la ciudad autónoma de Ceuta.

¿Ha llegado Johnson tan lejos como Orbán, teniendo en cuenta que su abuelo paterno se llamaba Ali Kemal y era turco? No, pero casi. Precisamente el miércoles se hizo público el informe encargado por el Partido Conservador para analizar si los tories tienen una pulsión y una cultura islamófobas que permita calificarla de "racismo institucional". La conclusión oficial del informe es que no. Pero la baronesa y expresidenta de la formación Sayeeda Warsi defiende lo contrario: "Johnson es parte del problema y él lo sabe". Entre otros episodios, el informe se ha referido a las palabras que el ahora premier publicó en 2018 en una de sus entonces habituales columnas del Daily Telepragh, en la que se refirió a las mujeres musulmanas que llevaban velo o burka con dos termas muy insultantes: "buzones de correos" y "ladronas de bancos".

Como en todo encuentro exterior de carácter polémico, sin embargo, la maquinaría de Downing Street se ha esforzado por mantener el relato de costumbre: "El premier no rehuirá comentar al primer ministro húngaro cuestiones relativas a los derechos humanos, la libertad de prensa y otros derechos", cada vez más encorsetados o restringidos en Hungría. Lo cierto es que la realpolitik cotiza al alza y los derechos humanos siempre a la baja.

Razones para la visita

El encuentro entre Johnson y Orbán obedece, de acuerdo con el portavoz de Downing Street, a diferentes razones. En primer lugar, el primer ministro húngaro había pedido la visita hace un par de meses. No parece, en principio, que haya una buena razón para negar una reunión a un jefe de gobierno de la UE. En segundo lugar, Orbán asumirá antes de finales de año la presidencia del grupo de los Cuatro de Visegrad, la alianza cultural y política que forman la República Checa, Hungría, Polonia y Eslovaquia. Una tercera razón es que Johnson quería contrastar la visión que tendrá el próximo mes en la cumbre del G7 con los grandes líderes de la UE con la visión de un estado pequeño. Una cuarta, aireada también por la maquinaria mediática del Number 10, es que Londres no puede hablar solo con los países con los que está de acuerdo en cuestiones fundamentales. Y todavía una quinta: con el contacto con Orbán se pueden abrir nuevas expectativas de acercamiento, o cuando menos de construcción de puentes, con Rusia. O al menos, explorar cómo se ve el paisaje.

Lo que no se entiende, sin embargo, y no hay ninguna explicación oficial al respecto, es cómo el Reino Unido quiere impulsar el fortalecimiento de las democracias liberales y actuar decisivamente en este sentido en la cumbre del G7 y a la vez abrir de par en par las puertas de casa a Orbán, a las antípodas de esta cultura política.

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