Rusia

400 euros por decir que Zelenski es atractivo: en Rusia vuelve el fantasma soviético de las delaciones

Uno de cada cuatro rusos denunciaría al vecino si le pillara criticando la guerra o el ejército

Unas mujeres en una parada de autobús en Moscú, Rusia
11/04/2025
4 min

MoscúOlga, una jubilada de Moscú que había ido a pasar unos días a un balneario en el Cáucaso, no esperaba acabar aquellas vacaciones en una comisaría. Y menos, por haber bromeado en la cafetería diciendo que Volodímir Zelenski le parecía "un hombre atractivo". Era diciembre de 2022 y, desde el inicio de la guerra en Ucrania, Vladimir Putin había endurecido terriblemente las leyes para perseguir a los comentarios contra la invasión oa favor de Ucrania. A Olga le delató una camarera con la que había tenido un enganche un rato antes. Agentes del FSB (el antiguo KGB) no tardaron en plantársele a la puerta de la habitación, se la llevaron detenida y la acabaron condenando a una multa de más de 400 euros por desacreditar al ejército.

Recientemente, una encuesta de la consultora FOM ha revelado que uno de cada cuatro rusos (un 24%) denunciarían a sus vecinos si les sintieran criticar la guerra o el ejército, mientras que otro 20% prefieren no responder. También uno de cada siete rusos asegura que reportaría a las autoridades un comentario ofensivo sobre Putin. Según explica al ARA Dmitri Anisímov, portavoz de OVD-Info, una entidad de referencia en Rusia que contabiliza las persecuciones políticas, en los últimos tres años ha habido "un gran aumento" de personas represaliadas por actividades contra la guerra "porque alguien había informado a la policía".

Esta tendencia ha abierto la puerta a convertir la delación en una manera de ajustar cuentas por disputas vecinales, discusiones callejeras o enemistades familiares. El de Ana y Irina, dos vecinas de Korpikiulya, un pueblecito al sur de San Petersburgo, es uno de muchos casos. La primera acabó juzgada por esparcir noticias falsas sobre el ejército, un delito que puede llegar a penarse con quince años de cárcel. Irina la denunció por presuntamente haber enviado imágenes de soldados mutilados y tanques en llamas, aunque Anna lo niega. Detrás, sin embargo, se esconde una historia de rencor entre familias que tiene su origen en un litigio por unos terrenos.

Para los rusos de cierta edad es inevitable que este clima de espías evoque los tiempos del estalinismo. "Las actitudes soviéticas perviven", lamenta en el ARA la psicóloga social Anastasia Nikólskaya. "Los jóvenes dudo que muestren este comportamiento, pero la gente mayor todavía lleva a cabo esta práctica", dice. O como afirma Nina Jruschova, profesora de relaciones internacionales y bisnieta de Nikita Jruschov, "es una práctica soviética, pero al mismo tiempo tiene que ver con el código genético ruso, con el miedo, con el intento de protegernos a expensas de los demás".

El paradigma de este resurgimiento de las delaciones lo encarna un hombre de Ekaterimburgo que se hacía llamar Anna Korobkova y que se dedicaba compulsivamente a denunciar opiniones de opositores al régimen en la red o en los medios. En el primer año y medio de invasión, este sicofanta diletante, llamado realmente Ivan Abaturov, informó a las autoridades de más de 2.000 mensajes, que él encontraba intolerables, antes de que una de sus víctimas predilectos, la antropóloga Aleksandra Arkhipova, descubriera su identidad.

Acusaciones absurdas

Después de tres años de guerra, el delito que más desgraciada fortuna ha hecho es el de descrédito en el ejército. Se trata de un cajón de sastre en el que caben las más diversas absurdidades: alguien enseñando una hoja en blanco o una hoja con ocho asteriscos (que los jueces interpretan como una manera de encriptar la expresión "no a la guerra" en ruso, limpio voina); un hombre que compró embutido de la cadena de supermercados Miratorg y tachó sus letras torg para dejar a la vista Mir, "paz" en ruso; un chico que paseaba con el libro Guerra y paz, de Lev Tolstoi; una chica que llevaba al abrigo un parche de ropa con una paloma de la paz dibujada; un cura que hizo referencia en una homilía al sexto mandamiento de la tradición ortodoxa, "no matarás", o las mil y una combinaciones de amarillo y azul de la bandera ucraniana, en unas zapatillas, unos pendientes, unos pasteles, un pelo teñido o los bancos repintados de un parque.

Estas ofensas se castigan con una sanción administrativa que va aproximadamente de los 300 a los 600 euros, la mitad de un sueldo medio en Rusia. Sin embargo, el portavoz de OVD-Info alerta de que la suma de dos infracciones de descrédito al ejército conlleva la apertura de un caso penal. "Es el instrumento más común de represión y esta sanción administrativa puede acabar llevándote a la cárcel cinco, siete o diez años", apunta Anisímov.

Más de 11.000 acusaciones

Desde el estallido de la guerra, el 24 de febrero de 2022, la policía ha acusado a más de 11.000 personas por desacreditar a las fuerzas armadas rusas, según datos de OVD-Info. Los agentes y los delatores encontraron una mina en las redes sociales, un espacio "totalmente controlado por las fuerzas del orden", en palabras del portavoz de la entidad. Las publicaciones en VKontakte, el Facebook ruso, encabezan el ranking de las actividades más perseguidas, por delante de los comentarios en las mismas publicaciones y de los comentarios a vídeos online.

En estos tres años, en total, se han detenido a 20.088 personas que se habían posicionado contra la guerra. Personas como Olga, que recuerda con tristeza el episodio del balneario. La multa económica no le dolió nada junto al desprecio de su entorno, que empezó a tratarla de "loca", "enemiga del pueblo" o "traidora a la patria". "Mi marido me dijo «lo que tienes que hacer es estar callada»", explica, "eso es seguramente lo que tocaría, pero soy charlatán". Y, sin embargo, no se resigna: "Quiero a Rusia y no pienso irme a ninguna parte. Sólo me asusta que no pueda expresar pacíficamente mi opinión".

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