Afganistán

¿Por qué a los talibanes les molesta que las mujeres trabajen para ONG?

Impusieron la nueva prohibición el sábado y muchas organizaciones han paralizado su actividad

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Una mujer con burka y su hijo, este jueves en Kabul.

BarcelonaLas mujeres tienen prohibido trabajar para ONG. Es la nueva norma de los talibanes en Afganistán. La anunciaron el 24 de diciembre, cuando Occidente estaba ocupado con los preparativos de la Navidad. Es igual que la ONG sea nacional o internacional, o la labor que realice. Sus trabajadoras deben quedarse en casa. De lo contrario, la organización corre el peligro de perder el permiso para operar en Afganistán. 

La prohibición ha caído como un jarrón de agua fría y puede tener consecuencias aún más graves a corto plazo que el veto a las mujeres de estudiar en la universidad. En un país en bancarrota, las ONG son uno de los principales generadores de empleo, sobre todo para las mujeres.

Muchas ONG cerraron por falta de fondos con la llegada de los talibanes al poder el año pasado, admite Fiona Gall, directora de ACBAR, la agencia de coordinación de las ONG del país. “Las embajadas o el Banco Mundial financiaban muchos proyectos”, detalla. Todos los países occidentales cerraron sus legaciones precipitadamente cuando los talibanes entraron en Kabul el 15 de agosto de 2021 y, desde entonces, ningún diplomático ha vuelto a poner un pie en la capital afgana.

Sin embargo, también han surgido muchas ONG nuevas. Porque si algo saben hacer los afganos, es buscarse la vida. ACBAR reúne a un total de 183 organizaciones, de las cuales cien son nacionales. En el conjunto del país se calcula que hay unas 3.000 ONG, según datos del Ministerio de Economía, aunque posiblemente no estén actualizados. Pero sea como sea, el volumen de trabajadores que mueven estas organizaciones es impresionante.

Las razones que los talibanes han esgrimido para prohibir a las mujeres trabajar en las ONG es que no cumplen las normas islámicas de llevar un velo que las cubra de cabeza a los pies y de estar en un lugar segregado de los hombres. “No es cierto. Yo voy completamente cubierta e incluso llevo guantes para que no se me vean las manos”, asegura por teléfono desde Kabul Fereshta, que hasta el sábado trabajaba para una ONG nacional. Según dice, tenía un despacho para ella sola, separada de los trabajadores varones. “Los talibanes vinieron varias veces a la oficina para comprobar que cumpliéramos las normas”.

A pesar de eso, cuando el domingo se presentó en la ONG tras el anuncio de los talibanes, el responsable le dijo que cogiera sus bártulos y teletrabajara desde casa. “¿Pero cómo voy a teletrabajar si en casa solo tengo dos horas de electricidad al día?”, se pregunta Fereshta, cuya voz se entrecorta por WhatsApp porque la conexión de internet tampoco es buena. El suministro eléctrico siempre es un problema en Kabul, pero empeora aún más en invierno. Fereshta habla perfecto inglés, está casada y tiene dos hijos. Ella es quien mantiene a la familia. Su marido se quedó sin trabajo cuando los talibanes llegaron al poder. “Tengo miedo de que me acaben despidiendo porque no puedo trabajar desde casa”, lamenta.

Muchas ONG han paralizado su actividad en el país. Algunas por temor a las consecuencias y otras como protesta por la nueva prohibición. Otras, sin embargo continúan trabajando. Por ejemplo, Médicos sin Fronteras o el Comité Internacional para la Cruz Roja. Asimismo el personal femenino de las oficinas de las Naciones Unidas sigue acudiendo a sus lugares de trabajo. El problema es que el 70% de los programas humanitarios de la ONU en Afganistán se lleva a cabo a través de ONG nacionales.

“No podemos condicionar la ayuda humanitaria, pero tampoco podemos aceptar que se excluyan a las mujeres. Ése es el dilema que tenemos y por eso estamos buscando soluciones”, ha dicho este jueves el coordinador humanitario de la ONU en Afganistán, Ramiz Alakbarov, en una rueda de prensa desde Nueva York. Una delegación de las Naciones Unidas se desplazará a Afganistán en las próximas semanas para dialogar con los talibanes.

La ex diputada del Parlamento afgano Azita Rafat, que ahora vive en el exilio en Suecia, considera que la razón por la cual los talibanes han prohibido a las mujeres trabajar en las ONG o estudiar en la universidad es otra. “El 16 de diciembre la Asamblea de las Naciones Unidas rechazó que los talibanes representen a Afganistán ante la ONU. El representante del país continúa siendo un miembro del anterior gobierno afgano. Con las nuevas normas, los talibanes quieren demostrar a la comunidad internacional que quienes realmente mandan en Afganistán son ellos”. En definitiva, las mujeres se han convertido una vez más en una arma política. 

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