Todavía hay un país que no ha registrado ningún caso de covid-19

Turkmenistán, la dictadura más hermética del mundo, lo vende como una gran victoria

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Cursa de caballos a Askhavat, la capital del Turkmenistán, ante un retrato del presidente.

MoscúOficialmente, no ha habido nunca ningún caso de covid-19 en Turkmenistán, un país exsoviético de seis millones de habitantes y que hace frontera con Irán o Afganistán. No importa que haga casi dos años que el mundo vive martirizado por una pandemia que continúa. El país está gobernado por el dentista Gurbanguly Berdimuhamedow, un líder excéntrico capaz de prohibir el uso de coches de color oscuro porque a él le gusta el blanco, y que presenta la falta de contagios como una victoria. Su régimen ha impulsado medidas como la obligación de llevar mascarillas –supuestamente por culpa del "polvo del desierto"– o las restricciones de movimiento entre regiones, pero nunca vinculándolo con el covid-19. Que la dictadura de Gurbanguly Berdimuhamedow sea una de las más herméticas del mundo hace que, internacionalmente, muy pocos se crean que el virus no ha traspasado las fronteras del país. Desde el exilio, voces opositoras del régimen que tuvieron que huir porque su vida corría peligro empiezan a desmontar la utopía turcomana.

Ruslan Miatiev es un periodista de un medio opositor que ahora vive en el extranjero. "Todo el mundo conoce alguien que se murió de covid en el país –dice–. Hay tantas cosas que chirrían: es sospechoso, por ejemplo, el alto número de neumonías y gripes a 40 y 45 grados en verano”. Además, explica que tienen información de que “centenares de personas han tenido que pagar sobornos para poder hacerse radiografías en los pulmones” en los hospitales del país, que en principio se negaban a hacerlo como una manera más de invisibilizar la enfermedad.

En este sentido, Slavomir Hovak, profesor universitario en la Universidad Carolina de Praga, sostiene que hay dos grandes motivos que explican esta negación de la enfermedad. El primero, a nivel interno: la propaganda del régimen. "El aura de líder que Gurbanguly Berdimuhamedow quiere vender de él mismo es tan grande que cree que necesita parecer una especie de superhombre, el turcomano número 1 que puede proteger a sus ciudadanos incluso de la pandemia”. No es nuevo. En la televisión estatal es habitual verlo disparando con armas de fuego, galopando a caballo, cantando o derrapando en el desierto con gran destreza. Unas imágenes que, según su imaginario, lo venden como ese hombre fuerte que los turcomanos necesitan. El segundo motivo es de cara al exterior. “Para dar la imagen de un país estable y que puede defender a los extranjeros que visiten el país”, añade Slavomir Hovak, a pesar de que el efecto acaba siendo el contrario. En julio, además, el régimen aceptó un préstamo del Banco Mundial para hacer frente a la pandemia. Situaciones similares se han vivido en Corea del Norte, que también sigue sin hablar abiertamente de casos de coronavirus.

Si llevas barba, no entras

Mientras tanto, el contexto global ha agravado los problemas que ya tenía el país, como el paro, el aislamiento internacional o la dificultad para obtener productos básicos como pan, huevos y azúcar. Accedir a Turkmenistán, de hecho, es una misión casi imposible. A raíz de la pandemia, incluso la diáspora turcomana tiene problemas para entrar en su país, y muchos se ven obligados a quedarse en otros países en condición de inmigrantes ilegales, puesto que no pueden renovar sus documentos en el país de acogida. Obviamente, salir del país es igual o más complicado.

Acceder a tierras turcomanas como extranjero es todavía más complicado, y se calcula que cerca del 50% de las peticiones de visado se deniegan, en muchas ocasiones sin dar un motivo. Si te lo dan, pueden ser tan estrambóticos como llevar barba, hablar ruso o trabajar en un medio de comunicación. En un año sin pandemia entraban, de media, menos turistas que en Corea del Norte.

La gran muralla digital

El país centroasiático es también un bunker en cuanto a internet. La mayor parte de las redes sociales están prohibidas y páginas como Google o YouTube son inaccesibles. Pocos disponen de internet –cerca de un 30% de los habitantes del país– y para poder acceder a contenido prohibido por las autoridades tienen que usar VPNs (Red Privada Virtual, en inglés). Los que consigan entrar en internet se encontrarán con otro obstáculo: la velocidad de conexión es la más lenta de todo el mundo, por encima de países como el Yemen –el país más pobre del golfo Pérsico y en guerra–, Etiopía o Guinea Bissau. Para descargar una película de 5 gigas se necesitarían más de 22 horas.  

Pero Turkmenistán se mantiene gracias al abundante gas natural que descansa en sus entrañas, que permite al régimen sobrevivir y ostentar su fortuna con proyectos como la propia capital del país, toda llena de mármol blanco.

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