Adiós, antivacunas; hola de nuevo, anticolesteroles

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A medida que la covid se va alejando del foco mediático, otras corrientes pseudocientíficas intentan ocupar el lugar central de las teorías conspirativas. Una de las que más preocupan es la que afecta al colesterol. Sus adeptos niegan la relación entre la presencia de esta sustancia y un incremento de las enfermedades coronarias y, como era de prever, rechazan los tratamientos médicos (y consideran absurdo seguir una dieta saludable). Puede parecer la enésima variación de quienes siempre ven trece pies al gato, pero el caso es que incluso la prensa mainstream ha respaldado este escepticismo. "El mito del colesterol: bajar tus niveles de colesterol es casi imposible con dieta ya menudo peligroso con medicamentos", decía por ejemplo una portada de The Atlantic, de 1989. Y, con la información disponible en ese momento, había motivos para dudar de todo.

Una recreación de cómo el colesterol puede taponar el paso de sangre de una arteria.

El problema es que la investigación ha avanzado muchísimo desde entonces, sobre todo en lo que se refiere a los usos de las estatinas como vía para controlar los niveles de colesterol. En resumen, negar hoy la relación de esta cera grasa y los ataques al corazón, o creer que los tratamientos disponibles tienen más efectos secundarios que beneficios, ha dejado de ser escepticismo razonable para caer de lleno en el terreno de la pseudociencia. Y, como ocurría con la covid, pseudociencia con capacidad potencial de causar un perjuicio grande en términos de salud pública. Es obvio que el tratamiento farmacológico es una mala solución ya paliativa, comparada con la adopción preventiva de hábitos saludables. Pero blandir el espantajo de la industria farmacéutica es muy frívolo, cuando estamos hablando de tasas de mortalidad disparadas. Y los medios serios deben saber distinguir entre publicaciones científicas reconocidas y otras que se alimentan de publicar estudios poco rigurosos.

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