Alfonso Guerra es ya el nuevo Loquillo. El lector debe recordar cómo, en tiempos álgidos del Proceso, al cantante del Clot le entrevistaban aquí y allá. La conversación giraba un ratito alrededor de la música, por cubrir el expediente, pero el titular acababa siendo el mismo en todas partes: independencia caca. Ahora la caverna ha encontrado un nuevo filón en el ínclito patrón de los descamisaos –dos casas en propiedad, un Audi y 60.000 euros en la cuenta al dejar el Congreso–, que se prodigó en todas partes con su mensaje vetusto antisanchista. Guerra se presta a hacer de socialista bueno, sea en la prensa o en El hormiguero (donde Pedrerol fue vendido hace días como modelo de buen catalán). El Mundo hablaba con el exvicepresidente con la excusa del aniversario constitucional, y titulaba: "Si esto no amaina, vamos camino del Caribe". De nuevo esa mirada colonialista; la misma que hablaba “de un salvadoreño” a secas como forma de menospreciar al diplomático de carrera que vigilará el cumplimiento de los pactos de Sánchez. Como si el modelo español y sus cinco años de poder judicial bloqueado, o su jefe de estado emérito acurrucado en Abu Dhabi, pudiera ir sacando mucho pecho.
Mientras tanto, El País dice que dos de cada tres españoles apoyan cambiar la Constitución. Eso sí, enseguida avisan de que la reforma más avalada es la de eliminar la preferencia por el macho en la sucesión de la Corona. Para mí, la noticia es que sólo un 60% se muestre a favor. Que un 40% avale, aunque sea pasivamente, una práctica machista más propia del siglo XVIII que del XXI merecería no sé si al menos un subtítulo, pero al menos una reflexión. En cualquier caso, la encuesta está hecha asumiendo que la Constitución sólo necesita chapa y pintura. Es un planteamiento similar al del CIS, que evita preguntar directamente sobre el grado de satisfacción con la que nos dimos. No sea caso.