Todo espectador asocia la actriz Angela Lansbury a su personaje de Jessica Fletcher en la serie Murder, she wrote (Se ha escrito un crimen). El éxito de la serie estrenada en 1984 sorprendió a la misma CBS. La clave fue el talante amable de la intrépida jubilada, que se encargaba de resolver los crímenes que se cometían allí donde iba. Lansbury tenía un pasado exitoso en el cine. Había sido nominada hasta tres veces al Oscar. También había desarrollado una sólida trayectoria en Broadway. Pero Hollywood cada vez tenía menos papeles para ella, por la edad y porque no se ajustaba a los cánones físicos y exuberantes que se exigían a las actrices de aquella época. El público la quería más que la industria. En los años 50, después de parir a sus hijos, Anthony y Deirdre, siguió una dieta estricta para volver rápidamente a trabajar. Pero posteriormente tuvo que apartarse de los escenarios y las cámaras por motivos más trágicos. Sus dos hijos adolescentes cayeron en las drogas. La actriz y su marido, Peter Shaw, optaron por abandonar California y el entorno tóxico que tenían sus hijos para buscar tratamientos incipientes para combatir la adicción a la heroína de los dos jóvenes. Deirdre incluso había sido captada por la secta de Charles Manson. La nueva vida en Irlanda, de donde era la madre de Lansbury, supuso un renacimiento familiar.
Más tarde, el papel de soltera entrometida y con exceso de iniciativa en Muerte en el Nilo la posicionó como candidata a protagonizar Se ha escrito un crimen. Y el dinero que le garantizaban en la televisión no se lo ofrecían en ningún otro ámbito.
Pero el trabajo televisivo que menos ha trascendido de Angela Lansbury fueron sus vídeos en VHS para contribuir al bienestar y la salud de las mujeres. Angela Lansbury’s Positive Moves: My Personal Plan for Fitness and Well-Being eran una docena de cintas que se editaron en 1988, cuando la actriz tenía 63 años. Eran unos vídeos de espíritu relajante grabados en lo que parecía su casa, estilosa y cálida. Lansbury daba consejos para hacerse automasajes, ofrecía clases de estiramientos y gimnasia o explicaba cómo convertir movimientos diarios de las tareas domésticas en ejercicios saludables para ponerse en forma. Los vídeos aprovechaban su éxito mediático, pero no tenían nada que ver con los de aeróbic de Jane Fonda. Positive Moves se ajustaba a la cotidianidad de las mujeres norteamericanas de su edad. Lansbury se mostraba muy cómoda con su cuerpo. Salía con albornoz o envuelta con una toalla, se untaba cremas y tenía una actitud natural pero también sensual, promoviendo la autoestima. Tanto que, incluso sumergida en una bañera llena de espuma, desmentía la teoría sobre la pérdida de interés por el sexo después de la menopausia. Haciendo movimientos circulares al agua con una mano, invitaba las mujeres a descubrir su cuerpo sugiriendo implícitamente la masturbación como una fuente de bienestar. Lansbury superó en intrepidez a su personaje como Jessica Fletcher. Hoy en día, esta misma escena protagonizada por una mujer madura se consideraría un acto de modernidad y feminismo que la actriz asumió hace más de tres décadas.