El jueves, la ya exdiputada del PP Noelia Núñez, en pleno clímax del escándalo por su falseamiento de currículum, asumió una gira inaudita en televisión. Hizo honor al cargo que ostentaba hasta ahora como vicesecretaria de Movilización y Reto Digital y eligió a Mediaset como plataforma para vender su versión de los hechos. Asistió a dos programas de Cuatro. Fue a Todo es mentira –un título muy oportuno en su caso–, en el que ya hacía de colaboradora anteriormente. La entrevistaron durante casi una hora y fue evidente su permanente ambigüedad a la hora de hablar de sus estudios. Volvió a ser imprecisa cuando hizo referencia a los créditos que le faltaban para terminar el grado de derecho y la pescaron con una nueva mentira: recuperaron una entrevista en la que ella aseguraba que solo le quedaba el trabajo de fin de grado. También fue entrevistada en En boca de todos por Nacho Abad, el presentador de sucesos con menos escrúpulos de la televisión. El hombre la trató muy afectuosamente y aceptó con indulgencia sus argumentos. La exdiputada insistía en que había sido un error sin malicia que había comportado un malentendido, pero que ahora asumía su responsabilidad y daba la cara. Abad le preguntó por el significado de sus tatuajes. En la piel lleva su lema: "Vivir sin arrepentimiento".
Más allá de las falacias de Núñez para justificar el engaño, al final de la conversación con Nacho Abad ocurrió un hecho inaudito: el presentador le recordó que el día antes se habría tenido que estrenar como colaboradora del programa, pero como no pudo ser se le propuso seguir contando con ella en la televisión –"Si te dejan tiempo tus estudios", le dijo–. Por supuesto, aceptó la propuesta para hacer de colaboradora.
Es alucinante con qué velocidad la televisión se convierte en un espacio de rehabilitación exprés. Una nueva puerta giratoria que resucita a los políticos dimitidos por escándalos. Cuatro ya ha acogido casos similares, como el de Cristina Cifuentes, expresidenta de la Comunidad de Madrid, que también mintió sobre su currículum y fue pillada robando un bote de crema en unos grandes almacenes
Noelia Núñez es un ejemplo más de cómo el circuito mediático premia la repercusión más que el valor personal. La televisión permite absorber y reciclar con naturalidad el escándalo y el engaño. Núñez, en vez de irse a casa con la vergüenza, ha gestionado su imagen proyectándose de nuevo. Y se interpreta como el acto heroico de dar la cara, un gesto a menudo sobrevalorado. En televisión la mentira se convierte en una especie de capital simbólico porque se retroalimenta del escándalo para convertirlo en espectáculo. La aceptación de Noelia Núñez confirma su nula conciencia de responsabilidad pública. La exdiputada fue catapultada gracias a las pantallas, tuvo un ascenso político meteórico y, con un efecto boomerang, vuelve a la pantalla. Ahora, más que nunca, es un producto narrativo muy popular. Que el PP no sufra, que desde la televisión Noelia Núñez hará más trabajo para el partido que el que hubiera hecho desde los despachos.