Grande-Marlaska, el primer ministro escarabajo

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Cuando una mañana Gregor Marlaska se despertó de unos sueños nerviosos, se encontró en la cama transformada en un insecto monstruoso y con unos papeles de periódico cubriéndole el caparazón. Era la portada delAbc, que por medio de su titular le había convertido en un repulsivo escarabajo. No lo decían directamente, claro, pero la idea era esa. "La metamorfosis de Marlaska", escribían. Para quienes ya nos afeitamos de hace años, el título de la célebre novela de Kafka no era La transformación, como se ha ido editando últimamente, sino La metamorfosis, en cuanto la referencia es inequívoca. El azar hace, además, que Kafka y Marlaska tengan rima casi consonante –¡entoma ésta, Mecano!–, por lo que el malware aún les queda más redondo. El subtítulo remata este proceso de coleopterización del ministro: “Compañeros en la lucha contra ETA del hoy ministro del Interior retratan su transformación: “Ya no es uno de los nuestros. Ha perdido el alma de juez»”. Marlaska proscrito, Marlaska convertido en una vergüenza pública para los pobres magistrados, Marlaska nada menos que sin alma, convertido en un bicho decididamente no humano. Ángel caído, le llegan a decir. También traidor.

El ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, en una reciente imagen.

Que se han quedado tranquilos, vamos. Y le han dado una pátina literaria sutil para que "Zasca en Marlaska" quedaba demasiado de título de álbum de Mortadelo y Filemón. Pero sería más honesto: la pieza es el clásico artículo de francotirador pensado para abatir mediáticamente a alguien (o aplastarlo como un insecto, si queremos seguir el juego), con fuentes que sólo aparecen si refuerzan la tesis que estaba decidida ya de entrada por el equipo editorial. Si Marlaska tiene algún amigo, alguien que aún lo cuente dentro de la especie de los humanos, es algo que nunca sabremos. La multiplicidad de fuentes debería servir para aportar un retrato plural, no para ir persiguiendo a nadie, zapato en mano.

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